Los palios son dos vendas de lana blanca, de una anchura de entre 4 y 6 centímetros, con dos cruces de seda negra cosidas. Simbolizan la oveja perdida y encontrada, llevada a hombros por el Buen Pastor, así como el Cordero crucificado por la salvación de la humanidad.
Como símbolo de especial cercanía a la Sede Apostólica, el palio es colocado por los obispos en torno a las espaldas, recordando la forma del cordero.
Este símbolo, que en un primer momento era exclusivo del Sumo Pontífice, fue entregado por el Papa a aquellos obispos que recibían de la Sede Apostólica una jurisdicción especial. Documentos históricos constatan que el Papa Simmaco lo concedió en el año 513 a Cesario, obispo de Arles.
Tras la breve ceremonia, los corderos fueron llevados al monasterio romano Santa Cecilia, donde las religiosas confeccionarán los palios, tras haber esquilado a los animales.