EXETER, 30 enero 2003 (ZENIT.org).- Grace Davie, presidente del Comité de Sociología de la Religión en la Asociación Sociológica Internacional, afirma que la crisis en la práctica religiosa experimentada por los europeos en los últimas décadas es singular con respecto a otros continentes.
Davie, profesora de sociología de la religión de la Universidad de Exeter, es autora del libro «Europa. La excepción. Parámetros de fe en el mundo moderno», («Europe. The exceptional case, parameters of faith in the modern world», Darton, Longman and Todd, 2002).
Directora del Centro de Estudios Europeos de Exeter, la autora está convencida que en Europa se ha impuesto la fórmula «beliving without belonging», es decir, creer sin pertenecer necesariamente a instituciones o comunidades.
Davie explica en esta entrevista concedida a Zenit que este fenómeno se debe, en parte, a una Ilustración anti-religiosa vivida por el viejo continente, factor que en los Estados Unidos fue precisamente el contrario. La época de las luces, en los Estados Unidos de América, propició la libertad religiosa, mientras que en Europa la amordazó.
–Mientras el fenómeno religioso tiene cada vez más importancia en el mundo, en Europa parecería perder peso. ¿Por qué Europa es una excepción en términos de fe?
–Davie: El elemento importante es que la relación entre modernización y secularización se explica a partir de las circunstancias de la realidad europea en los tiempos de la revolución industrial.
Por ejemplo, las iglesias tradicionales estaban profundamente enraizadas en modos pre-modernos y pre-industriales de vida. Por esta razón se vieron amenazadas por las presiones de la industrialización y la urbanización.
También es interesante notar que la naturaleza particular de la Ilustración europea, especialmente en sus formas francesas, tomó en Europa una línea antirreligiosa.
Este factor no se dio en otras zonas, como por ejemplo en los Estados unidos donde el proceso de modernización avanzó por un camino muy diferente: la Ilustración facilitó las prácticas religiosas y la libertad religiosa.
–¿Está perdiendo su alma Europa?
–Davie: El «alma» de Europa está cambiando. La gente ya no es religiosa por obligación. Un número significativo de europeos, sin embargo, sigue escogiendo vivir la religión.
Las opciones se amplían cada vez más. Aparecen formas novedosas de religión. Personas que han llegado a Europa sobre todo por motivos económicos traen consigo distintas formas de religiosidad, algunas cristianas y otras no. Además de los movimientos que llegan, los europeos viajan por el mundo y experimentan la diversidad religiosa de forma considerable.
Para mi, la cuestión crucial no es la existencia de las diferentes ofertas religiosas, sino la capacidad de los europeos para optar por ellas. Este es el punto de contraste mayor con los Estados Unidos.
Empiezo a preguntarme cuándo tendrá lugar una mutación auténticamente europea, tanto dentro como fuera de las iglesias históricas. Lo que antes fue sencillamente impuesto o heredado ahora se convierte en una opción personal. Se ha pasado de la obligación a la opción.
Es interesante remarcar que mucha gente prefiere ser activista en religión y no en política.
Algunas teorías clásicas de la secularización asumían que la noción de escoger la religión necesariamente era privatizarla. No estoy de acuerdo, al contrario: pienso que aquellos que opten seriamente por la religión en las sociedades europeas querrán que su visión sea escuchada en público, y no sólo en el ámbito privado.
–¿Aumentará todavía la fórmula de creer sin pertenecer a instituciones en el contexto europeo?
–Davie: Si y no. En cierto modo preferiría el término «religión vicaria».
Por religión vicaria entiendo la noción de religión propia de una minoría activa que actúa en nombre de un número mucho mayor que no sólo entiende sino que aprueba lo que la minoría hace.
Si es cierto que el peso de las iglesias como institución ha descendido en modo gradual en el período de post-guerra, también es verdad que ha sucedido algo semejante a otras entidades como los partidos políticos o los sindicatos que en un modo u otro requieren reuniones y afiliación.
Tenemos que situar las iglesias en un contexto más amplio, económico y social, para entender qué está pasando.
La reducción de la actividad de las Iglesias, en el norte de Europa especialmente, tiene que entenderse como parte de un cambio en la naturaleza de la vida social y no como un signo inequívoco de indiferencia religiosa, como algunos han querido verlo.
En otras palabras: creer sin pertenecer es una dimensión persistente en las sociedades europeas modernas y no está confinada solo a la vida religiosa.
La vicariedad tal vez dejará de ser la norma. Es demasiado pronto, sin embargo, para predecir el fin de las iglesias europeas.
Mucho antes que esto ocurriera, empezarían a emerger nuevas formas nuevas de religión, dentro y fuera de las iglesias tradicionales.
Quizá serán grupos numéricamente pequeños, pero creo que serán núcleos capaces de llevar a cabo formas de religiosidad substanciales que se convertirán en una variable crucial en medio de las otras en las exigencias de los europeos.
–¿Responderá Europa a las demandas sociales del Islam?
–Davie: Lo está haciendo. No sorprende que las comunidades musulmanas reclamen cada vez más un lugar en el espacio público de las sociedades Europeas, incomodando en muchas ocasiones a las sociedades que les han acogido, particularmente aquellas cuyo modo predominante de vida religiosa ha sido el de creer sin pertenecer.
Un Islam privatizado no tiene sentido; de hecho es como una contradicción.
En otras palabras: el Islam molesta a los cristianos de nombre (por ejemplo, en las crecientes formas privatizadas de religión heredada). Molesta mucho menos a los cristianos que han «elegido» pertenecer a una iglesia determinada.
El argumento se presenta así: si las pequeñas y recién llegadas comunidades musulmanas pueden reclamar un espacio público en Europa, de la misma manera lo pueden hacer los cristianos.
Los cristianos ya reclaman su papel en los complejos debates morales de las sociedad moderna, o en la lucha por una sustentación institucional adecuada de todas las sociedades europeas que toman en serio la religión, sea esta cristiana o no.