CIUDAD DEL VATICANO, 25 agosto 2003 (ZENIT.org).- Hace 25 años, el 26 de agosto de 1978, era elegido obispo de Roma, con el nombre de Juan Pablo I, el patriarca de Venecia, Albino Luciani, cuya causa de beatificación comenzará oficialmente en los próximos meses.
La solemne celebración en recuerdo de este pontificado, que sólo duró 33 días, será presidida este martes por el actual patriarca de Venecia, el arzobispo Angelo Scola, en Canale d’Agordo, localidad natal de Luciani.
Precisamente el obispo de Belluno-Feltre, diócesis a la que pertenece Canale d’Agordo, monseñor Vincenzo Savio, ha concluido en los últimos meses de manera positiva la investigación que ha verificado las premisas para abrir la causa de beatificación.
La causa será introducida oficialmente el próximo otoño, y en estos momentos, está teniendo lugar la creación de las comisiones histórica y teológica. Ya se han realizado algunos interrogatorios para recoger testimonios.
«Es importante tener a Luciani como compañero que nos lleve a descubrir la santidad ordinaria», explica monseñor Savio al explicar los motivos que le han llevado a emprender esta investigación.
«Luciani no es un santo santo que se caracterice por muchos milagros u obras de quién sabe que alcance. Su santidad consiste en el ejercicio de las virtudes cotidianas, en el carácter ordinario de la vida», explica.
Albino Luciani nació el 17 de octubre de 1912. Ordenado sacerdote el 7 de julio de 1935, dedicó su ministerio sacerdotal al estudio de la teología y a la formación de seminaristas de la diócesis de Belluno, de cuyo seminario fue vicerrector.
Nombrado obispo de Vittorio Veneto, en 1958, participó en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano (1962-1965). En 1969, Pablo VI le nombró patriarca de Venecia.
El padre Diego Lorenzi, de la Pequeña Obra de la Divina Providencia de Don Orione, secretario del cardenal Albino Luciani desde 1973, recuerda que era tímido, caminaba por Venecia vestido como cualquier otro sacerdote.
«Pero hay que añadir que cuando había que decir la verdad no había timidez capaz de amordazarle», recuerda.
Tenía un buen sentido del humor, sigue evocando: explicaba, por ejemplo, que las predicaciones que había pronunciado de sacerdote, consideradas poco interesantes, se convertían automáticamente en brillantes y apasionantes para la gente en el momento en que había sido consagrado obispo.
«No es casualidad que el tema de la primera audiencia general del miércoles fuera la humildad», explica.
Pablo VI al menos en dos ocasiones había manifestado públicamente ante el patriarca Luciani la posibilidad de que le sucedería como obispo de Roma. Sin embargo, en su primer discurso, el nuevo Papa Juan Pablo I confesó: «Hoy, al entrar en el cónclave, nunca hubiera podido pensar lo que me iba a suceder. Ha comenzado el peligro para mí».
Y añadió: «No tengo ni la sabiduría del corazón del Papa Juan, ni la preparación y cultura del Papa Pablo, pero estoy en su lugar, tengo que tratar de servir a la Iglesia. Espero que me ayudaréis con vuestras oraciones».
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