CIUDAD DEL VATICANO, 30 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Santo Tomás de Aquino, considerado como uno de los pensadores más grandes de todos los tiempos, sigue dejando una lección al hombre y a la mujer contemporáneos, considera Juan Pablo II: «El ser humano viene de Dios y a Él debe regresar».

«¡Qué iluminadora es esta verdad para el hombre del tercer milenio, en continua búsqueda de la propia autorrealización!», exclama Juan Pablo II en el mensaje dirigió a los participantes en el Congreso Internacional Tomista organizado por la Pontificia Academia de Santo Tomás y la Sociedad Internacional Tomás de Aquino (SITA), que se celebró en Roma la semana pasada.

El Papa invita en su misiva a los más de quinientos filósofos, teólogos, profesores..., que participaron en el encuentro a preguntarse «cuál es la contribución específica que santo Tomás puede ofrecer al inicio del nuevo milenio en la comprensión y realización del humanismo cristiano».

Santo Tomás (1225-1274), particularmente en su «Suma Teológica», responde el Papa, centra la primera parte en Dios, mientras que la segunda, «más innovadora», analiza «el largo camino del hombre hacia Dios».

La tercera parte de la «Suma», sigue analizando el Papa, buen conocedor del pensamiento del santo italiano, recuerda que Jesús, «precisamente porque es verdadero hombre, revela en sí mismo la dignidad de toda criatura humana, y constituye el camino del regreso de todo el cosmos a su principio, que es Dios».

«Cristo es por tanto el verdadero camino del hombre», afirma el Papa resumiendo el pensamiento del santo filósofo y teólogo dominico.

«El humanismo de santo Tomás gira, por tanto, en torno a esta intuición esencial: el hombre viene de Dios y a Él debe regresar. El tiempo es el ámbito en el que puede llevar a cumplimiento su noble misión».

Esta visión del hombre, sin embargo, constata el Papa, no es acogida por hombres y mujeres contemporáneos a causa de «la pérdida de la confianza en la razón y en su capacidad metafísica».

Entre los fenómenos que delatan el problema, menciona «el rechazo de la trascendencia, el niquilismo, el relativismo, la negación del valor de la inteligencia humana en la conquista de la verdad, el olvido del ser, la negación del alma, el prevalecer de lo irracional y del sentimiento, el miedo al futuro, la angustia existencial».

«Para responder a este gravísimo desafío, que afecta al destino futuro del mismo humanismo» el obispo de Roma urge a los cristianos a profundizar y presentar el pensamiento de santo Tomás, que «con su firme confianza en la razón», es capaz de armonizar «la naturaleza y la gracia».

«En este difícil inicio del tercer milenio, muchos experimentan con claridad hasta provocarles sufrimiento la necesidad de maestros y testigos que sean capaces de indicar caminos válidos que lleven hacia un mundo más digno del hombre», concluye el mensaje.

«A los creyentes les corresponde la tarea histórica de proponer en Cristo "el camino" por el cual avanzar hacia esa humanidad nueva, que está en el proyecto de Dios. Está claro, por tanto, que una prioridad de la nueva evangelización consiste precisamente en ayudar al hombre de nuestro tiempo a encontrarse personalmente con Él y a vivir con Él y por Él».

Más información y resúmenes de las ponencias sobre el Congreso internacional «El humanismo cristiano en el tercer milenio: perspectiva de Tomás de Aquino, 21 al 25 de septiembre, en http://e-aquinas.net/2003.