ROMA, 25 agosto 2003 (ZENIT.org).- La religión no puede quedar reducida a variaciones químicas de la materia gris del cerebro, afirman un Premio Nobel y un teólogo en respuesta a las tesis expuestas por uno de los partidarios de la así llamada «neuro-teología».
En un libro recién publicado en Francia, «La biología de Dios» («La biologie de Dieu», Agnès Viénot éditions), el periodista de «Science et Avenir», Patrick Jean-Baptiste, diplomado en fisiología y neurociencias, afirma que la necesidad de Dios que experimenta todo hombre está programada genéticamente.
El objetivo del libro es afirmar que la biología puede explicar por sí misma los fenómenos religiosos, pues no son más que fenómenos cerebrales. Algunas enfermedades, según el autor, como por ejemplo la epilepsia, explicarían la intensidad de la vida religiosa en algunas personas.
Renato Dulbecco, Premio Nobel en Medicina en 1975, uno de los promotores del proyecto Genoma Humano, no comparte las conclusiones del libro por considerar que no son de carácter científico.
«Dado que todas o casi todas las sociedades humanas han imaginado a un Dios, entonces podríamos decir que esta idea está dentro de nosotros. Tendríamos un cerebro orientado hacia un ser supremo, y no podría ser de otro modo, pues es una creación suya. Es posible pero también es posible que no sea así», añade el Premio Nobel en declaraciones concedidas al diario romano «Il Messaggero».
«Es una solución «económica», implica un esfuerzo menor, pero debe ser demostrada, si se habla de ciencia», aclara constatando que esas afirmaciones carecen de aparato crítico.
Monseñor Mauro Còzzoli, profesor de Teología Moral en la Universidad Pontificia Lateranense de Roma, autor del libro «Ética teológica de la libertad», afirma: «Indudablemente se requiere un substrato biológico para las manifestaciones espirituales».
«Ahora bien –advierte–, no podemos reducir lo espiritual a lo neurológico. El espíritu no se reduce a lo neuronal, más bien lo trasciende. De lo contrario, no sería más que una prolongación fisiológica».
«Al igual que se piensa y se cree con el cuerpo, también se entra en relación con Dios con el cuerpo», aclara, pero esto no significa que la experiencia religiosa pueda reducirse simplemente a la experiencia biológica.