Juan Pablo II recoge la herencia espiritual de Juan Pablo I

Al recordar los veinticinco años de su muerte

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CIUDAD DEL VATICANO, 27 agosto 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó este miércoles, la figura de su predecesor, Juan Pablo I, veinticinco años después de su muerte, evocando una de sus herencias espirituales: sin auténtica fraternidad el progreso puede convertirse en «un peligro continuo».

Albino Luciani, este era su nombre de bautismo, conmocionó a la opinión pública al fallecer repentinamente a los 65 años, el 26 de agosto de 1978, 33 días después de su elección como sucesor del apóstol Pedro.

«Humildad y optimismo fueron la característica de su existencia –explicó el Santo Padre recordando al Papa Luciani, que había sido patriarca de Venecia–. Precisamente gracias a estas cualidades, dejó en su fugaz paso entre nosotros un mensaje de esperanza que encontró acogida en muchos corazones».

Ante los miles de peregrinos, reunidos en esta ocasión en el Vaticano, en la Sala Pablo VI, Karol Wojtyla recordó algunas de las palabras que más le gustaban recordar a aquel pontífice: «Ser optimistas a pesar de todo –le gustaba repetir–. La confianza en Dios debe ser el eje de nuestros pensamientos y de nuestras acciones».

«Los principales personajes de nuestra vida son dos: Dios y cada uno de nosotros», dijo tratando de penetrar en «su rostro sonriente, su mirada confiada y abierta», que «conquistaron el corazón de los romanos y de los fieles de todo el mundo».

«¿Cuál era el secreto de su atracción?» Se preguntó. «No pudo ser otro que el contacto ininterrumpido con el Señor». En una carta dirigida a Jesús, escribió: «Tú lo sabes. Contigo trato de tener un coloquio continuo».

Un cuarto de siglo después de que se «apagara la sonrisa de un pastor cercano a la gente», al concluir su intervención, Juan Pablo II recogió el legado de Albino Luciani citando uno de los textos que había escrito antes de ser Papa y que, según aseguró, mantiene «una actualidad sorprendente».

«El progreso con hombres que se aman, considerándose hermanos e hijos del único Padre, Dios, puede ser algo maravilloso. El progreso con hombres que no reconocen en Dios al único Padre se convierte en un peligro continuo», había afirmado el cardenal Luciani.

«¡Cuánta verdad hay en estas palabras, útiles también para los hombres de nuestro tiempo!», reconoció su sucesor. «¡Que la humanidad sepa acoger una advertencia tan sabia y apagar los numerosos polvorines de odio y violencia presentes en tantas partes de la tierra para construir, en la concordia, un mundo más justo y solidario!».

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ZENIT Staff

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