«Corresponde a los ciudadanos –subrayan los obispos– plantear, serena y razonadamente, su derecho de reclamación; las organizaciones cívicas y políticas, canalizarlo debidamente; y al Consejo Nacional Electoral junto con la observación internacional, activar los mecanismos necesarios para despejar esas dudas, evitar su repetición en próximas elecciones previstas» .
De este modo, reconocen los obispos en el texto, leído por monseñor Baltazar Porras, presidente de la Conferencia Episcopal, se impedirá agravarse «el clima de polarización y división en el cual se ha vivido en los últimos años, con su consiguiente violación de derechos humanos, como el de la vida, la libre expresión de ideas y opciones, etc.».
Para los prelados, la larga jornada cívica del pasado domingo y la madrugada siguiente «ha marcado un hito en la historia democrática del país. Quedó demostrado, ante todo, que el pueblo venezolano es honesto en su proceder y mantiene una incuestionable vocación y conducta democráticas».
Luego subrayan que «nuestro país tiene que ser un espacio abierto para todos, independientemente de quien haya recibido el mayor apoyo, sin excluir a la otra parte».
«Asumir los resultados electorales con la dinámica de la exclusión, en el discurso o en los hechos, amplía la división entre los hijos de una misma patria y prolonga la intolerancia y violencia políticas, que lamentablemente han vuelto a enlutar e intranquilizar a familias venezolanas», afirman.
«El país pertenece a todos –añaden– y su construcción y reconciliación es misión y tarea de todo el pueblo. Los líderes civiles y políticos, el gobierno y la oposición, deben comprender su enorme responsabilidad, evitando enojosas confrontaciones que profundizan la acentuada polarización social, y se abstengan de toda manipulación política e ideológica, actuando conforme a la verdad».
El episcopado venezolano concluye exhortando «a los fieles católicos y a todos los venezolanos a trabajar por la justicia, la libertad y la solidaridad, el respeto de la dignidad humana, el entendimiento entre todos, el destierro de la discriminación y el odio, y a abrir espacios para la convivencia, sin distinción ni sospechas, en una verdadera conversión moral y cívica».