DENVER, domingo, 29 agosto 2004 (ZENIT.org–El Observador).- El arzobispo de Denver (Colorado), monseñor Charles Joseph Chaput, OFM Cap., advirtió la semana pasada que la inmigración hispanoamericana representa una oportunidad para que los Estados Unidos recuperen «el alma».
En estos términos intervino en el encuentro al que citó a obispos de la frontera sur de los Estados Unidos con México y empresarios de la zona, entre otros participantes.
Monseñor Chaput, también presidente de la Comisión Internacional estadounidense para la Libertad Religiosa, constató que «la vida norteamericana ha perdido su alma» y que «los latinoamericanos pueden cambiar eso».
Ante empresarios y líderes de opinión del sur de los Estados Unidos, el prelado insistió en que más que un obstáculo, la inmigración latinoamericana debería ser considerada como una oportunidad de «recuperar el alma» de la nación.
En el encuentro obispos-empresarios estuvieron presentes, entre otros, monseñor Cipriano Calderón Polo –miembro de la Congregación vaticana para los Obispos y ex presidente del Consejo Pontificio para América Latina–, monseñor José Horacio Gómez –obispo auxiliar de Denver–, monseñor Thomas James Olmsted –obispo de Phoenix (Arizona)–, monseñor Raymundo Joseph Peña –obispo de Brownsville (Texas)–, monseñor David Lauren Ricken –obispo de Cheyenne (Wyoming)– y monseñor Michael John Sheridan –obispo de Colorado Springs (Colorado)–.
La población latina o «hispana» ha crecido exponencialmente en la última década en los Estados Unidos. Ha pasado, según la última encuesta de la Casa Blanca, a ser la primera minoría étnica del país, superando a la población negra.
La estadística arroja un total de 42 millones de «hispanos», sin contar a los indocumentados, quienes igualmente trabajan, producen y consumen, pero no están reflejados en los censos de población.
Según precisó monseñor Chaput, el 31% de la población en la ciudad de Denver es de origen hispanoamericano. En diez años ha crecido un 73%.
«Toda Norteamérica está cambiando y la población latina modelará la naturaleza de este cambio. Los latinoamericanos –subrayó el arzobispo– pueden traer un sentido católico de familia, un sentido católico de comunidad, un amor católico por la vida, generosidad y respeto por la dignidad de la persona».