ROMA, sábado, 15 enero 2005 (ZENIT.org).- El mensaje de Juan Pablo II para la reciente Jornada Mundial de la Paz contenía una sombría descripción de la situación actual. «Al contemplar la situación actual del mundo no se puede ignorar la impresionante proliferación de múltiples manifestaciones sociales y políticas del mal: desde el desorden social a la anarquía y a la guerra, desde la injusticia a la violencia y a la supresión del otro», escribía el Papa en el número 3 del mensaje.
Como respuesta, el Santo Padre pedía una renovación del «el patrimonio común de valores morales recibidos como don de Dios». El Papa recordó su discurso de 1995 ante las Naciones Unidas en el que se refería a una «gramática» de la ley moral universal que une a todos los humanos a pesar de sus diferencias culturales. En el mensaje para la Jornada de la Paz de este año, Juan Pablo II pedía un «compromiso y responsabilidad incluso mayor» por esta gramática.
El papel de los valores morales en el mundo de hoy también fue tratado en una colección reciente de textos del Consejo Pontificio Justicia y Paz, titulada «Justicia y Paz: un Desafío siempre Presente». Comentando el papel de la doctrina social cristiana, el secretario del consejo, el obispo Giampaolo Crepaldi, presentaba dos caminos a través de los cuales los cristianos pueden hacer sentir su presencia en la sociedad: el testimonio personal y el planteamiento de un auténtico humanismo.
Monseñor Crepaldi explicaba que la esperanza de la Iglesia es que la enseñanza de la doctrina social «ayudará a producir auténticos creyentes y les inspirará para ser testigos creíbles, capaces de cambiar los mecanismos de la sociedad moderna por su forma de pensar y actuar».
También insistía en la renovación de aquellas estructuras que paralizan o tuercen el desarrollo social y la justicia. «La lógica evangélica del amor debe incorporarse a la lógica humana y racional de la economía, de la política y de la sociedad».
Superar la pobreza
Una parte importante de la tarea de implantar esta «lógica del amor» es el esfuerzo por asegurar la justicia económica y ayudar a los pobres. El papel de la moralidad en la lucha contra la pobreza se examinaba en un reciente libro, «Mind, Heart and Soul in the Fight Against Poverty» (Mente, Corazón y Alma en la Lucha contra la Pobreza). La obra, editada y publicada por el Banco Mundial, se basa en los esfuerzos de un equipo compuesto por personas de dentro y de fuera de la agencia de Naciones Unidas.
El libro observa que las organizaciones confesionales «juegan un importante papel en muchas esferas del desarrollo», pero sostiene que, en el pasado, no se ha prestado suficiente atención a su papel. En parte se debe a que la preocupación primaria de «los líderes e instituciones confesionales» es el bienestar espiritual, mientras que las instituciones de desarrollo se enfocan a preocupaciones materiales. Además, muchas instituciones públicas funcionan sobre la presunción subyacente de la separación entre iglesia y estado.
Esta línea divisoria se ha reducido en los últimos años, debido a la preocupación común por temas relacionados con la globalización y el problema de superar la persistente pobreza. Un acontecimiento importante para unir ambas partes fue el papel jugado por las organizaciones religiosas en la campaña por la condonación de la deuda antes del Jubileo del Año 2000. Sin embargo, el libro reconoce que existen «agudas diferencias» entre las instituciones religiosas y las de desarrollo en algunos temas.
Al referirse al título del libro, el capítulo introductorio explica que, aparte de aportar los recursos de la mente para llevar a cabo la lucha contra la pobreza, también es necesario el corazón, fuente de la pasión y el compromiso que conduce tanto a las instituciones religiosas como a las de desarrollo. El alma, una dimensión no siempre considerada por las instituciones seculares, puede ser de utilidad puesto que las enseñanzas y tradiciones religiosas ofrecen unas nuevas perspectivas. El Banco Mundial también observa que muchos de los valores de la Declaración Universal de Derecho Humanos están contenidos en las enseñanzas religiosas.
Política exterior
Aunque las organizaciones religiosas tienen muchos valores en común a la hora de poner las ideas en práctica, hay también múltiples puntos de vista sobre cómo tratar el problema, explica el libro. La experiencia de las organizaciones religiosas también varía ampliamente de un país a otro, especialmente sobre sus relaciones con las autoridades gubernamentales.
Parte del libro considera los esfuerzos de las organizaciones religiosas para tratar el problema del VIH/Sida en África. El Banco Mundial reconocía que la mayoría de las organizaciones de trasfondo religioso se oponen a la utilización del condón, pero también reconocía que estas organizaciones han jugado un papel vital a través de su cuidado de los enfermos y la promoción de la abstinencia y la fidelidad.
El estudio concluye que lograr las metas de desarrollo para los próximos años es un proceso complejo y arduo. «Es posible un enorme progreso en estas metas, pero debemos movilizar la energía de la fe y de la autoridad moral a nivel mundial si esperamos hacerlo realidad», indica el libro.
Un tema ampliamente debatido en los últimos tiempos es la relación entre fe y política exterior. Este tema ha sido tratado en otro libro reciente, «Liberty and Power: A Dialogue on Religion and U. S. Foreign Policy in an Unjust World» (Libertad y Poder: un Diálogo sobre la Religión y la Política Exterior USA en un Mundo Injusto). La introducción observa que la oposición al papel de la religión en los asuntos internacionales proviene de un doble miedo: que introducir la fe sólo ofuscará el debate; y que la religión ha sido utilizada en ocasiones, y todavía lo es, como una excusa para la violencia.
Pero en su contribución al volumen, el padre J. Bryan Hehir, antiguo presidente de las Organizaciones Caritativas de Estados Unidos y actualmente profesor en la Universidad de Harvard, defiende que hay un creciente consenso en el hecho de que excluir la religión del orden político sólo «lleva a una concepción distorsionada de la política mundial contemporánea». Se debe dar la debida atención y peso al significado público y social de la religión, continúa.
El padre Hair explica que la tradición religiosa tiene mucho que ofrecer a los actuales debates sobre materias tales como cuándo se justifica la intervención militar y cómo tratar los problemas humanitarios. Sea por la perspectiva de derechos humanos contenida en las últimas encíclicas, o por las ideas de siglos contenidas en la ética de la guerra justa, la religión tiene un valioso punto de vista, afirma.
Luchar contra el terrorismo
Por el contrario, Michael Walzer, un profesor de la Universidad de Princeton y autor de muchos escritos sobre la guerra justa y sobre teoría política, prefiere hablar sobre moralidad en política exterior. Afirmaba que una política exterior basada sobre la fe podría ser una mala idea porque la fe suele llevar al dogma y a la certeza, que pueden a su vez eliminar la moralidad.
Una política exterior moral, continuaba Walzer, debería basarse en cuatro proposiciones:
–Proteger las vidas de los ciudadanos.
–No infringir daño a los ciudadanos de otros estados.
–Ayudar a los ciudadanos de otros estados, cuando sea posible, a evitar o a escapar «de los crímenes y desastres de la vida colectiva».
–Ayudar a los ciudadanos de otros estados, cuando quieran ser ayudados, a construir sistemas políticos decentes y no represivos.
En su aportación, Louise Richardson de la Universidad de Harvard consideraba el papel que juega la religión en las organizaciones terroristas. Advertía que es crucia
l evitar clasificar a los terroristas religiosos como «un masa indiferenciada de fanáticos religiosos». Entender y combatir estos grupos requiere una comprensión detallada de quiénes son y cuáles son sus motivaciones.
Para luchar contra el terrorismo, Richardson argumentaba a favor de seguir los principios éticos y concentrarse en movilizar a la gente de todas las tradiciones religiosas en un esfuerzo por negar a los terroristas cualquier base efectiva de apoyo entre la población.
El tema del mensaje de este año para la Jornada Mundial de la Paz está tomado de la carta de San Pablo a los Romanos: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (Romanos 12:21). Un recordatorio útil del papel positivo que pueden jugar los valores en los asuntos internacionales.