FLORENCIA, domingo, 16 enero 2005 (ZENIT.org).- Una alerta dirigida a los padres ha lanzado el cardenal Ennio Antonelli, pues «no se detecta cuánto la televisión han entrado a formar parte de la vida y cuánto condiciona el ambiente familiar», las relaciones interpersonales, «la organización del tiempo, el modo de pensar y de ver el mundo» y «las opciones de comportamiento».
Este año, la carta pastoral de Pascua del arzobispo de Florencia –que los párrocos llevarán casa por casa– ofrece sugerencias para ayudar a convivir con ese «huésped fijo que es la televisión», que «ocupa más de una habitación y está activa demasiadas horas al día».
En ese tiempo «llena las mentes de historias, de personajes, de modelos, de escalas de valores, de anuncios» y «sugestiona a través de sensaciones y emociones continuas en perjuicio de la reflexión y de la capacidad crítica» hasta el punto que «nuestra experiencia de la realidad ya se ha hecho mixta, en parte directa y en parte mediática», subraya el prelado.
Su uso excesivo no sólo puede crear «dependencia psíquica», sino que quita un «tiempo precioso» a «actividades importantes, al encuentro y coloquio entre las personas, a estar juntos, a jugar juntos, a salir juntos», de forma que «paradójicamente –señala– mientras se extiende el contacto con las cosas se permanece prisionero de la soledad».
Pero son los menores aquellos sobre quienes la televisión ejerce especialmente «su influencia, positiva o negativa», revelándose como un «potente medio de educación o deseducación» en unas «personalidades en vías de formación», advierte el purpurado italiano.
Y es que en los chavales en particular la pequeña pantalla «incide en sus inclinaciones, en su afectividad, en sus actitudes y capacidades, en sus ansiedades y temores», «en su propio comportamiento, dado que por tendencia natural aprenden mirando e imitando», recuerda.
De aquí el riesgo de «contaminación espiritual» que pueden sufrir niños y adolescentes, que reciben «modelos fatuos a imitar» o son introducidos «sin graduación alguna en el mundo afectivo y sexual de los adultos», por citar dos ejemplos.
Hasta «Dios está ausente o marginado en la casi totalidad de los programas televisivos y por ello tiende a hacerse irrelevante también en el pensamiento y en la vida de muchas personas», lamenta el arzobispo de Florencia.
Pero la televisión «no es una ventana abierta directamente a la realidad», y así sugiere el prelado que lo expliquen los padres a sus hijos, pues la televisión también ofrece «un punto de vista parcial y artificial».
«Dice el Papa –escribe el cardenal Antonelli– que también a los niños más pequeños se puede enseñar que los medios son producidos por personas que quieren transmitir mensajes que invitan a comprar productos y a tener comportamientos no buenos y perjudiciales para ellos, que los niños no deben creer o hacer todo lo que ven».
Para hacer un uso «moderado, crítico, vigilante y prudente» de ella, el cardenal Antonelli sugiere a los padres que limiten «severamente la cantidad de tiempo dedicado a la televisión» y que sean ellos mismos «ejemplo de sobriedad televisiva».
Apunta además la conveniencia de situar la televisión –y también el ordenador— sólo en lugares comunes de la casa, y que en lo posible los padres vean la televisión junto a sus hijos, aprovechando para intentar «redimensionar» un programa si éste fuera «deseducativo» «activando el diálogo» con los chavales.
«Confrontad –invita a los padres– los ideales propuestos por los programas televisivos con los de la familia y haced notar la conformidad o la discrepancia».
Finalmente el purpurado recuerda la posibilidad en Italia de dirigirse al comité correspondiente del Ministerio de Comunicaciones si entre las 7.00 y las 22.30 horas se emiten programas gravemente deseducativos dado su contenido violento, vulgar o pornográfico y observa que «un consistente movimiento de los usuarios puede condicionar a los directivos y programadores».