Cardenal Rouco: La Iglesia nunca se ha referido al plan Ibarretxe

Si los terroristas de ETA no se arrepienten de sus actuaciones están excomulgados

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MADRID, miércoles, 19 enero 2005 (ZENIT.org).- El cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha aclarado que la Iglesia en España no se ha pronunciado específicamente sobre el plan Ibarretxe, proyecto de libre asociación al Estado español aprobado por el Parlamento vasco.

En una entrevista concedida este miércoles al semanario «Fe y Razón», publicada por el diario «La Razón», el arzobispo de Madrid afirma: «La Iglesia nunca se ha referido específicamente al Plan Ibarretxe. En su día emitió el documento sobre terrorismo y nacionalismo en el que, en su capítulo quinto, se refiere a la situación actual de España. En general, la unidad de España es un bien que no se debe perder, pero los obispos no entramos en fórmulas jurídicas, al igual que no entramos a evaluar el Plan Ibarretxe».

El purpurado aclara en la entrevista una afirmación de una carta pastoral de hace años en la que afirmaba que los terroristas de ETA «se autoexcomulgan».

«Un terrorista, desde el momento en que emprende sus prácticas asesinas, se sitúa en el contexto de pecado mortal –indica–. Si no se arrepiente de sus actuaciones está fuera de la comunión de la Iglesia. Siempre que se comete un pecado gravísimo, como el terrorismo, se está fuera de la Iglesia, y en ese sentido podemos decir que los terroristas de ETA, al no estar en comunión, están excomulgados».

El cardenal Rouco no considera que se dé una persecución generalizada de medios de comunicación contra los católicos. «Puntualmente puede haber algún caso que se pueda calificar de persecución a los cristianos, pero no se puede hablar de una persecución sistemática».

«En los campos del pensamiento y en los productos culturales populares más radicales se dan estos casos, que no dejan de tener antecedentes. La cultura española, en muchos de sus segmentos predominantes, no es precisamente cristiana, a semejanza de lo que ocurre en otras sociedades europeas, que se caracterizan de nuevo por formas doctrinales y éticas radicalmente relativistas», explica.

Por lo que se refiere a la relación que mantiene con el primer ministro José Luis Rodríguez Zapatero el cardenal considera que «ha sido respetuosa».

«Ahora bien, en el orden de diseñar las normas que rigen un Estado, ciertamente hay puntos de vista diferentes. El paquete de medidas que ha anunciado el Gobierno sobre matrimonio y familia va claramente en contra de la visión católica, e incluso de la sostenida unánimemente por todas las culturas de la Historia del hombre. Esto afecta gravemente a la conciencia de los católicos», reconoce.

«No es extraño, pues, que por medio de la opinión pública, libremente expresada y socialmente articulada, traten de influir para salvaguardar el bien del matrimonio y de la familia. Los cristianos contamos, además, con los recursos sobrenaturales, que son, sin duda, los más eficaces», subraya.

Ante los tres millones de firmas recogidas a favor de la clase de Religión, el cardenal espera que el Gobierno escuche la voz popular y mantenga el reconocimiento académico de esta asignatura.

«Esta iniciativa ha recibido un apoyo extraordinario, porque es un tema que afecta a la educación de los jóvenes. La asignatura de Religión está enmarcada en los Acuerdos entre España y la Santa Sede, y la Iglesia sólo pide que se respeten y que se tenga en cuenta, además, la voluntad de los padres de familia, que piden clase de Religión para sus hijos», explica.

El cardenal considera que hay que transmitir a Cristo en nuestra sociedad «con coherencia y testimonio. No hay que tener miedo en darse a conocer como cristiano. Hay que vivir de tal manera que cuando te oigan hablar digan: «Aquí hay un cristiano»».

«El católico debe llamar la atención por su comportamiento diario. La unidad de profesión de fe y de conducta, inspirada por el Evangelio, es decir, la unidad de vida cristiana, tiene una enorme capacidad de contagio personal y de irradiación social», concluye.

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ZENIT Staff

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