¿Dónde estaba Dios durante el «tsunami»?

Tres lecciones para las conciencias, según la «Civiltà Cattolica»

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ROMA, jueves, 20 enero 2005 (ZENIT.org).- La tragedia causada por el «tsunami» en el sudeste asiático y África arroja tres lecciones: la precariedad del ser humano, la exigencia solidaridad, la necesidad de conversión, considera el editorial del último número de la revista La Civiltà Cattolica.

En última instancia, estas tres lecciones son la consecuencia de la respuesta a la pregunta que muchos se han hecho ante la catástrofe: «Y Dios, ¿dónde está en todo esto?», escribe la revista de la Compañía de Jesús cuyos borradores son revisados por la Secretaría de Estado vaticana.

«Ante todo hay que decir que ver un castigo divino en las catástrofes naturales por los pecados de los hombres es un error, que pone en cuestión a Dios tal y como ha sido revelado por Jesús en el Evangelio», afirma.

«Dios es un Padre que cuida providencialmente a todos sus hijos, que perdona sus pecados, en particular, cuida a los pobres, a los pequeños, y no abandona a quienes sufren», reconoce.

«Su providencia consiste en el hecho de que Dios sabe sacar el bien para los hombres incluso de las situaciones más dolorosas y trágicas en que le colocan los acontecimientos desastrosos de la naturaleza, así como su maldad y falta de sabiduría», indica.

«La manera en que esto tiene lugar es para nosotros un gran misterio», reconoce el editorial, «pero precisamente porque Dios es bueno tenemos que pensar que no permitiría que estos hechos dolorosos y trágicos, si no fuera capaz y no tuviese la intención de sacar del mal el bien para los hombres», asegura.

«Precisamente porque Dios es justo tenemos que pensar que la providencia amorosa de Dios es más grande para los humildes, los pobres y los niños inocentes», añade.

«Dios, en su ternura paterna, estaba cerca de cada uno de esos niños y los salvó en su Reino», asegura.

Esta consideración lleva a la revista a sacar tres lecciones para los hombres y mujeres contemporáneos.

En primer lugar, esta tragedia «debe recordarnos la condición de precariedad en la que se desarrolla la vida del hombre sobre la tierra».

Esta constatación, sugiere, debe llevar a evitar la tentación que plantea «el orgulloso sentido de omnipotencia que algunos cultivan en el mundo de hoy, seguros de que el hombre, con los impresionantes poderes del progreso científico, podrá derrotar las fuerzas del mal que pueden acabar con su bienestar, a su salud y a su vida».

En segundo lugar, la tragedia del sudeste asiático «debe ser un llamamiento a la solidaridad», sugiere la revista más antigua de las que se publican en Italia. «El verdadero problema de los países golpeados por el «tsunami» es el de la reconstrucción».

Pero, «por desgracia –añade–, no se mueven en esta dirección la ciencia y la técnica», denuncia.

«Basta pensar en las inmensas sumas de dinero que podrían servir para dar comida y educación a los millones de personas que mueren de hambre y para curar enfermedades, como el sida, que corre el riesgo de destruir todo un continente como África, y que sin embargo son derrochadas por la búsqueda y la construcción de armas cada vez más terribles y mortíferas, como si no fueran suficientes los inmensos arsenales de armas nucleares que ya existen y que podrían destruir muchas veces el planeta».

Por eso, en tercer lugar, este desastre constituye un llamamiento a la «conversión», explica citando a Jesús en el Evangelio (el accidente de la torre de Siloé).

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ZENIT Staff

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