Abierto el Año Jubilar en Nápoles por el 1700 aniversario del martirio de San Jenaro

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Cuya sangre se licúa milagrosamente

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NÁPOLES, lunes, 31 enero 2005 (ZENIT.org).- Un tiempo para «reencontrar las raíces y la inspiración de las que estos santos mártires nacieron»: así propone el cardenal Michele Giordano a su archidiócesis italiana de Nápoles vivir el Año Jubilar 2005 con que se recuerda el 1700 aniversario de la decapitación de San Jenaro y sus compañeros.

Las celebraciones comenzaron el martes pasado con una Misa solemne presidida por el purpurado en las Catacumbas de Capodimonte, el primer lugar napolitano que acogió los restos del santo obispo de Benevento.

Y es que «Nápoles de hecho no tuvo mártires», sino que «la ciudad lo importó cuando en toda la cristiandad oriental y occidental nació el culto de la sepultura, de las reliquias, del santo ligado al territorio», recuerda el profesor Gennaro Luongo de la Universidad Federico II, según cita «Avvenire».

Esta circunstancia no resta nada al estrecho vínculo que desde los primeros siglos del cristianismo surgió entre la ciudad y su patrono, quien, como recordó en su homilía el arzobispo de Nápoles, «fue el cimiento, las raíces de la civilización napolitana y meridional».

El año «sanjenariano» pasará por diversas etapas: cada mes las reliquias de la sangre del santo serán expuestas a la veneración en la Capilla del Tesoro de la iglesia catedral de Nápoles y el busto del Santo, realizado en 1305 por Carlos de Anjou, peregrinará por las nueve zonas pastorales de la archidiócesis.

Entre las iniciativas, la Iglesia en Nápoles promoverá en septiembre un congreso internacional de estudio sobre la vida del santo. El encuentro afrontará cuestiones ligadas a la arqueología, la antropología, la historia del arte y la música.

Este XVII centenario no tiene sólo una finalidad festiva o conmemorativa, sino que se organiza «para reencontrar las raíces y la inspiración de las que estos santos mártires nacieron», apuntó el purpurado.

De la historia y la tradición se desprenden los datos biográficos del santo prelado. Durante la persecución de Dioclesiano fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del gobernador de Campania –Dragonzio–, Sosio, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli, y los laicos Euticio y Acucio, acusados de haber confesado públicamente su fe.

Al tener noticia de ello, San Jenaro, obispo de Benevento, comenzó a visitar a Sosio y a sus compañeros. Ello bastó para que el prelado, Festo –su diácono– y Desiderio –un lector de su iglesia— fueran apresados por orden del gobernador y llevados a Nola.

Los tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a las que fueron sometidos. Poco después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres detenidos, cargados de cadenas, tuvieron que a caminar delante de su carro. Al llegar a su destino, fueron encerrados en la misma prisión en la que se hallaban sus cuatro amigos.

Estos últimos habían sido arrojados a las fieras un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos compañeros, pero las bestias no les atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a las fieras. Los siete fueron llevados a la arena del anfiteatro, pero no fueron atacados por los animales. Así que se les condenó a la decapitación, sentencia que se ejecutó inmediatamente cerca de Pozzuoli.

Los hechos se sitúan el 19 de septiembre de 305. Personas piadosas recogieron un poco de la sangre de San Jenaro y la guardaron.

Los cristianos de Nápoles obtuvieron las reliquias de San Jenaro que, en el siglo V, fueron trasladadas desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina a Solfatara, donde estaban sepultadas. Durante las guerras de los normandos los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del Monte Vergine; en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a Nápoles, que venera a San Jenaro como su patrono.

San Jenaro es muy conocido por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos el día de su fiesta el 19 de septiembre: su sangre se licúa ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir.

En otras dos fechas puede producirse el milagro de la licuefacción: el primer fin de semana de mayo –coincide con el traslado de sus restos a Nápoles– y el 16 de diciembre, aniversario de la erupción del Vesuvio en 1631, que según la tradición concluyó tras las plegarias de los fieles al patrono de la ciudad del sur de Italia.

El pasado 19 de septiembre el cardenal Giordano anunció ante miles de fieles que colmaban la catedral napolitana la repetición del milagro de la licuefacción de la sangre de San Jenaro.

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ZENIT Staff

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