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Jan 30, 2005 00:00
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 30 enero 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Juan Pablo II ha enviado a las poblaciones del Sudeste asiático afectadas por el «tsunami». El pontífice ha escrito su misiva al enviar al presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», el arzobispo Paul Josef Cordes, para que visite a estas poblaciones en su nombre.
En particular el prelado alemán está visitando Indonesia y Sri Lanka.
Al reverendo arzobispo Paul Josef Cordes,
presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum»
A la enorme devastación y pérdida de vidas provocada por el reciente terremoto y maremoto en el sudeste asiático le ha seguido una extraordinaria respuesta de simpatía a través del mundo, junto con una masiva movilización de ayuda humanitaria.
Agradezco profundamente los esfuerzos del Consejo Pontificio «Cor Unum» y de las numerosas agencias caritativas católicas internacionales para contribuir al alivio de los pueblos golpeados por este inmenso desastre natural.
Al partir para cumplir con una visita a la región, quisiera pedirle que garantice mi preocupación y cercanía en la oración a todos los afectados por la tragedia y sus consecuencias posteriores.
En particular, me uno a los católicos a todos los creyentes al encomendar las víctimas de esta terrible calamidad a la infinita misericordia del Dios todopoderoso y al implorar el divino consuelo para los heridos, los que lloran a sus seres queridos, y los que se han quedado sin casa.
Rezo para que la solidaridad demostrada por nuestros hermanos y hermanas del mundo sea un motivo de aliento, perseverancia y esperanza para cada quien en la gran obra de reconstrucción que queda por delante.
Asimismo, quiero apremiar a los seguidores de las diferentes religiones a trabajar juntos a la hora de ofrecer consuelo y asistencia a los necesitados.
Que con la gracia de Dios esta catástrofe lleve a un futuro de más generosidad, de cooperación y unidad en el servicio del bien común por parte de los individuos, los pueblos y las naciones.
A la luz del Evangelio, expreso mi ferviente esperanza de que la comunidad cristiana profundice en la confianza en el misterio de la providencia de Dios y en una unión más íntima con el Señor Jesús, en el misterio de su sufrimiento y resurrección.
Invoco los divinos dones de la sabiduría y la fuerza sobre las autoridades civiles y sobre todos los comprometidos en las labores de auxilio.
A ti, querido hermano, y a todo el clero, a los religiosos y a los fieles de las comunidades que visitarás, imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de gracia y de paz en el Señor.
Vaticano, 22 de enero de 2005
IOANNES PAULUS II
[Traducción del original inglés realizada por Zenit]
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