LONDRES, martes, 6 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Un representante del episcopado ha manifestado este martes su preocupación ante las consecuencias que tendrá la ley británica que introduce las «uniones civiles».
El Gobierno británico aprobó este lunes la Ley Civil por la que los homosexuales pueden formar uniones civiles, registrándose en los ayuntamientos locales.
«La introducción de las uniones civiles como una institución legal tendrá sin duda un significativo y duradero impacto. El gobierno ha establecido efectivamente el matrimonio del mismo sexo en todo, salvo en el nombre», afirma el arzobispo Peter Smith, presidente del Departamento para la Responsabilidad y la Ciudadanía Cristianas de la Conferencia de los Obispos Católicos de Inglaterra y Gales.
Monseñor Smith, arzobispo de Cardiff, reconoce en un comunicado distribuido este martes que, «como resultado, se da el peligro real de erosionar la comprensión profundamente arraigada del matrimonio como relación exclusiva y permanente entre un hombre y una mujer, y como el mejor contexto para criar a los hijos».
«Lo que tiene que hacer el gobierno en términos de política pública es apoyar y promover el matrimonio en vez de socavar sus fundamentos –ha constatado–. La unión civil no se basa en la complementariedad natural entre un hombre y una mujer y el objetivo natural de la unión sexual no puede ser alcanzado por las parejas del mismo sexo. Del mismo modo, una pareja del mismo sexo no puede cooperar con Dios en la creación de una nueva vida».
«Durante décadas, el reconocimiento legal del matrimonio, con sus beneficios asociados, no sólo ha reflejado el compromiso personal de la pareja, sino también el compromiso social que el marido y la mujer asumen con el bienestar de la sociedad a través de la procreación y educación de los hijos», añade el arzobispo en un comunicado enviado a Zenit.
«El matrimonio que dura toda la vida entre un hombre y una mujer sigue representando un ideal inmutable y un ancla vital para un mundo en rápida transformación».
«El matrimonio es reconocido como el contexto más estable y afectuoso para criar a los hijos –concluye el prelado–. Por este motivo, ha tenido y debería seguir teniendo un lugar especial en nuestra estructura legislativa y social. Debería promoverse su valor para la sociedad en vez de disminuirse».