CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 16 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Hay que recuperar el sentido de la fragilidad y de la enfermedad, asegura el padre Luciano Sandrin, presidente del Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria.
El padre Sandrin, que es también profesor de Psicología y Teología Pastoral, y autor de muchos libros, el último titulado «Vida frágil», ha explicado a Zenit que «gran parte de la dificultad que tenemos para relacionarnos con personas que sufren se debe a que decidimos ignorar nuestras debilidades o fragilidades».
El «Camillianum» es una institución surgida en Roma en 1987, a partir de la vitalidad del carisma de san Camilo de Lellis y del compromiso de los camilianos en el ámbito del dolor.
La necesidad de mejorar la preparación pastoral sanitaria, como anuncio y servicio, ha motivado la creación de esta institución incorporada al Ateneo Pontificio Teresianum de Roma, para poder ofrecer a los estudiantes de Teología la licenciatura y el doctorado.
–¿Cómo humanizar los ambientes en los que se presenta el sufrimiento físico y psíquico?
–Padre Sandrin: Tratando al enfermo como a una persona humana, y humanizando la relación.
Debería transmitirse la convicción de que en el enfermo hay una persona a la que mirar en su totalidad.
La humanización es una convicción personal pero es también el fruto de un trabajo interdisciplinar en el que cada mirada profesional se cruza con otras mirando a un enfermo concreto.
Una relación terapéutica especializada puede ser de muy alto nivel técnico, pero en realidad si no cuida a la persona sino que se limita a intervenir sobre algo, corre el riesgo de ser patológica.
Si la salud se entiende de modo global y completo, incluye no sólo los aspectos corporales sino también los psicológicos, relacionales, espirituales. La formación y la colaboración interdisciplinar son importantes, pero hay luego un discurso de opciones económicas en el campo de la sanidad: si reduzco el personal médico y de enfermería, está claro que será muy difícil la humanización, y habrá un alto riesgo de quemarse, en un trabajo como este, en contacto continuo con la muerte y el sufrimiento.
–¿Cómo se puede volver a poner en el centro de la sociedad la debilidad, la falta de productividad, lo gratuito?
–Padre Sandrin: Mirando a Jesús sin miedo, creo que es posible hacerlo con la palabra y con los gestos. Con la palabra significa volver a poner en el centro estos temas, hablar de ellos, y por tanto hacer cultura sobre estos problemas. También en este caso los medios de comunicación tienen ante sí un gran compromiso y grandes responsabilidades.
Luego hacen falta gestos que vuelvan a poner en el centro a las personas frágiles y débiles. Quien se compromete en estos sectores no debe aceptar delegaciones de modo absoluto, la Iglesia debería encargar a alguien, pero la tarea de cuidar de las personas débiles y frágiles sigue siendo de la misma Iglesia.
Así mismo quien acepta el encargo, y quien trabaja en este ámbito, debe saber recordar a la Iglesia que la tarea sigue siendo suya.
La Teología Pastoral Sanitaria no sólo debe preparar a las personas para trabajar en el campo de la sanidad, sino que tiene que volver a proponer a la reflexión de la comunidad el sentido de la fragilidad y de la enfermedad.
Abandonando algunos estereotipos sobre estos temas, es importante proponer una teología actualizada, y retomar encíclicas y cartas apostólicas importantes como la «Salvificis Doloris» o «Evangelium Vitae», que corremos el riesgo de olvidar.
La palabra y los gestos, por tanto, deben ir juntos. Quien habla, que hable sabiendo, y quien actúa, que tenga el valor de hablar de ello. Pensemos en Juan Pablo II, que anunció el Evangelio con gestos fuertes, pero al final fue testigo fuerte en los momentos frágiles y, curiosamente, justo en los momentos de mayor fragilidad, los jóvenes no lo abandonaron.
–En un artículo suyo, «Compañeros de viaje, el enfermo y nosotros», publicado en la revista «Consacrazione e servizio» («Consagración y servicio»), febrero de 2001, escribe que «para escuchar la palabra del enfermo y descifrar sus emociones, tenemos que aprender a no acallar el dolor de las heridas que tenemos dentro». ¿Me puede explicar qué quiere decir?
–Padre Sandrin: Gran parte de la dificultad que tenemos al relacionarnos con personas que sufren, reside en que queremos ignorar nuestras debilidades y fragilidades.
A nadie le gusta tener que relacionarse con el dolor y la muerte pero, si queremos tener una relación significativa con quien está en un momento de debilidad, no podemos ignorar la nuestra.
Si no, sucede como en el espejo, que devuelve nuestra imagen y nuestra fragilidad y, para no verla, rompemos o le damos la vuelta al espejo, es decir no entramos en relación.
Se dice que la Pastoral de la Salud está un poco marginada en el conjunto de la Pastoral de la Iglesia, a veces lo está porque no es agradable afrontar estos temas. Usando una imagen muy de andar por casa: «Es más bonito leer el Cantar de los Cantares que el Libro de Job».
La Iglesia, a veces, viaja sobre el Cantar de los Cantares porque es el ciervo, la paloma, el matrimonio, la alegría, porque incluso hay quien se olvida que los dos esposos, cuando se intercambian el sí, se dicen «en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en el dolor». En aquel sí, se incluye: «Yo estaré contigo en todos los momentos de la vida».
Si nuestra relación, como Iglesia, es una relación esponsalicia con los demás y con el mundo, tenemos que aceptar relacionarnos en medio de la alegría y también del dolor. Es más fácil defender a Dios cuando las cosas van bien. Es más difícil hablar de El o dejar que Dios hable, en el momento del dolor.
Por tanto, la Iglesia corre el riesgo de marginar, censurar estos temas y a estas personas. Si el enfermo nos encuentra capaces de relación, aunque sea solamente con la presencia, como María con Jesús junto a la Cruz, puede volver a descubrir a Dios, porque siente una concreta disponibilidad espiritual.