ROMA, miércoles, 1 marzo 2006 (ZENIT.org).- Monseñor Antonio Cañizares es uno de los quince cardenales que recibirán el birrete cardenalicio el próximo 24 de marzo.
En esta entrevista concedida a Zenit, el arzobispo de Toledo explica qué implica ser cardenal y lo que significa para su ministerio de primado de España.
–El cardenal es quien derrama la sangre por el Papa. ¿Qué significa esto en el contexto actual?
–Monseñor Cañizares: Ser cardenal se refleja en el color púrpura que entraña dar testimonio junto al Papa de la fe hasta la muerte, si es preciso. Es dar testimonio del Dios vivo y, con Pedro, confesar que Jesucristo es el único salvador, la única esperanza para la humanidad entera.
Entraña vivir con el Papa, siervo de los siervos, en una vida de servicio y entrega plena sin reserva alguna, gastarse y desgastarse por los duros trabajos del Evangelio, perder la vida para que el mundo crea.
Es servir en la comunión, en la unidad inquebrantable con el sucesor de Pedro; es defender la dignidad acerca del hombre maltrecho y pobre para entregarle a Jesucristo.
Es una misión muy hermosa, una gracia poder estar asociado al Santo Padre en su ministerio de confirmar la fe, en su ministerio de solicitud por todas las Iglesias y de amor a todos, con aquel amor del que Benedicto XVI nos ha hablado tan bellamente en su encíclica.
–Benedicto XVI sabe que a usted le llaman «el pequeño Ratzinger». ¿Es por la total sintonía con su fe y pensamiento?
–Monseñor Cañizares: [Sonríe]. Al Santo Padre le hace mucha gracia esta expresión. Creo que se debe al parecido por el pelo blanco y por haber estado antes de obispo secretario de la Comisión Doctrinal en España y a esa sintonía que Dios me ha concedido con el pensamiento del entonces cardenal Ratzinger, sintonía y comunión en la misma fe y en las grandes preocupaciones por el hombre al que si le falta Dios le falta todo.
También es sintonía y comunión en el gran amor y pasión por la Iglesia, en la búsqueda de la verdad que nos hace libres, una Verdad que nos llega por la Tradición y por lo mismo es sintonía en la fidelidad a la Tradición que es la única manera de abrirse al futuro y hacer posible que surja una renovación de la Iglesia y la sociedad.
He aprendido mucho en los años en los que trabajé a su lado como miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es un don de Dios haber trabajado con él y un don de Dios el sentirme tan hondamente vinculado con Pedro en la figura de Benedicto XVI. Sé que sólo así caminaré en la Iglesia y no daré pasos en vano.
–Con usted como cardenal la Iglesia española está más cerca de Roma. ¿Cómo se beneficiará la Iglesia con este refuerzo con la sede petrina?
–Monseñor Cañizares: Se beneficiará en la medida en que yo sea enteramente fiel a la misión, en la medida en que cumpla con ese servicio de comunión con el Papa y de ayuda a que sus enseñanzas para la Iglesia y la humanidad lleguen a mi patria.
Y este Papa, que tan bien conoce los Concilios de Toledo [entre el 400 y el 702 dC. ndr.] sabe bien qué han significado y qué significa que desde Toledo se reavive la unidad de los pueblos de España entorno a la fe católica, que es su raíz más propia y de donde vendrá una nueva vitalidad para este noble país que tantas gestas ha llevado a cabo: la evangelización de América, la obra cultural, los grandes testimonios de los santos, y en nuestros días el resurgimiento de nuevos carismas como el Opus Dei o el Camino Neocatecumenal.
–¿Cuál es la prioridad que debería plantearse la Iglesia en España para que todos los españoles redescubran la belleza del Evangelio?
–Monseñor Cañizares: No hay otra respuesta que anunciar el Evangelio, reemprender con gozo y decisión una nueva evangelización, como la de los primeros tiempos, con toda valentía, con la palabra y el testimonio silencioso. El futuro del hombre está en Jesucristo.
–El último legado de Juan Pablo II a España es la convocatoria del Encuentro Mundial de Familias en Valencia. Usted como valenciano y ahora cardenal, ¿qué espera de este acontecimiento?
–Monseñor Cañizares: En su última visita a España, Juan Pablo II nos dejó un gran mensaje: España evangelizada, España evangelizadora: ése es tu camino. No hay posibilidad de cumplirlo sin la evangelización de la familia. Unido a este mensaje del Papa está el Encuentro Mundial de las Familias, en julio próximo, presidido por Benedicto XVI, su sucesor. Como concreción de esa consigna, está el impulso decidido a una evangelización de los jóvenes para que non tengan miedo de Jesucristo, para que se abran a él.
Juventud y familia, ahí es donde está el futuro, futuro en tanto y cuanto se enraícen en Jesucristo.