CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 9 marzo 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha apoyado la iniciativa de ofrecer la posibilidad de que en la diócesis de Roma haya iglesias con adoración eucarística perpetua, «punto neurálgico de la vida de fe».
El pontífice manifestó su entusiasmo por esta iniciativa en el encuentro que mantuvo el 2 de marzo con los párrocos de su diócesis, como se puede constatar en el texto de la conversación espontánea que mantuvo con ellos y que posteriormente ha sido publicado en italiano por el Vaticano.
La iniciativa fue propuesta al Santo Padre por el padre Alberto Pacini, rector de la iglesia de santa Anastasia en el Palatino, que desde hace cinco años es lugar de adoración eucarística perpetua, día y noche, 24 horas al día. Los fieles adoran al Sacramento expuesto estableciendo turnos.
La experiencia de esta iglesia ha impulsado llevado a aplicarla en otras 14 iglesias de Italia, una de ellas también en Roma. Al mismo tiempo la iglesia se ha convertido en sede de un movimiento de evangelización eucarística.
«Mi propuesta, mi sugerencia, mi deseo, mi aspiración –confesó el rector– sería que en cada uno de los cinco sectores de Roma pueda haber una adoración eucarística perpetua».
El Papa agradeció al sacerdote la información y el esfuerzo en la promoción de estas iniciativas, definiendo la «adoración perpetua» come «un punto neurálgico de la vida de fe en Roma».
«Esta propuesta de crear en los cinco sectores de la diócesis de Roma, cinco lugares de adoración perpetua, la pongo confiadamente en las manos del cardenal vicario», Camillo Ruini, añadió dirigiendo su mirada al purpurado.
«Sólo querría dar gracias a Dios, pues tras el Concilio, después de un período en el que faltaba algo del sentido de la adoración eucarística, ha vuelto a renacer esta adoración por doquier en la Iglesia, como hemos visto y escuchado en el Sínodo sobre la Eucaristía».
«Ciertamente con la Constitución conciliar sobre la liturgia, se redescubrió particularmente toda la riqueza de la Eucaristía, celebrada donde se realiza el testamento del Señor: Él se nos da y nosotros le respondemos dándonos a Él».
Pero ahora «hemos redescubierto», reconoció, que «poder celebrar su sacrificio y de este modo entrar en comunión sacramental, casi corporal, con Él pierde su profundidad y también su riqueza humana si falta la adoración, como acto que sigue a la Comunión recibida».
«La adoración es entrar con la profundidad de nuestro corazón en comunión con el Señor que se hace presente corporalmente en la Eucaristía», concluyó.