«En Guatemala la vida humana no vale nada»

El cardenal Quezada Toruño recuerda este clamor de los prelados guatemaltecos

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GUATEMALA, viernes, 10 marzo 2006 (ZENIT.org).- Se habla de los derechos humanos, pero ni se aceptan ni se acogen en toda su profundidad, denuncia el cardenal arzobispo de Guatemala.

El purpurado no ha dudado en alzar su voz en defensa de la vida y la dignidad humana en la carta pastoral que ha difundido con ocasión de la próxima Pascua.

A tal Solemnidad le precede todo el itinerario Cuaresmal que vive estas semanas la Iglesia universal, un camino de preparación que aborda en profundidad el cardenal Rodolfo Quezada Toruño.

Pero «la Cuaresma nos encuentra viviendo en un tiempo en el cual la violencia desenfrenada y las graves amenazas a la vida se ciernen sobre nuestra población guatemalteca», reconoce.

Alerta de la necesidad de recuperar «la conciencia de la dignidad y del valor de la persona humana», pero «lamentablemente, muchos viven influenciados por una mentalidad particularmente sensible a las tentaciones del egoísmo».

Hasta enero presidente de la Conferencia Episcopal de su país –durante dos períodos consecutivos–, el cardenal Quezada Toruño acaba de cumplir 74 años.

«“En Guatemala la vida humana no vale nada”», clamábamos recientemente los obispos de Guatemala. Se trata de una cultura de la muerte en donde cada quien vela por sus propios intereses», alerta en su pastoral el purpurado.

«En nuestros días –comprueba– lo más triste es que, a pesar de se habla de los derechos humanos, en realidad no se aceptan ni se acogen en toda su profundidad».

Y es que «el espíritu del mundo altera la tendencia interior a darse a los demás desinteresadamente, e impulsa a satisfacer los propios intereses particulares –advierte–. (…) Se incrementa el relativismo moral y el afán desmedido del propio bienestar individual impide a la criatura humana abrirse al Creador y a sus semejantes».

Algunos de los frutos de esta cultura son «la explotación del hombre, la indiferencia por el sufrimiento ajeno, la violación de las normas morales y de los derechos humanos, las múltiples amenazas a la vida humana desde su concepción hasta su final natural», enumera.

«Frente al triste espectáculo de la pobreza permanente que afecta a gran parte de la población de Guatemala y del mundo, ¿cómo no reconocer que la búsqueda de ganancias a toda costa y la falta de una activa y responsable atención al bien común llevan a concentrar en manos de unos pocos gran cantidad de recursos mientras el resto de la mayoría sufre la miseria, el hambre, la falta de salud, el abandono y la exclusión?», denuncia el prelado guatemalteco.

«El mandamiento «No matarás» exige siempre el respeto y la promoción de la vida, desde su principio hasta su ocaso natural –puntualiza–. Es un mandamiento que no pierde su vigencia ante la presencia de tantas situaciones que limitan al individuo y a la comunidad humana, como la enfermedad, la ancianidad, la pobreza extrema».

El cardenal Quezada Toruño insiste en algo «obvio aunque frecuentemente incumplido»: «es necesario asegurar el respeto de los derechos y el mejoramiento de las condiciones de vida no de un círculo privilegiado de pocos, sino de todos».

Sólo sobre ese fundamento «se podrá construir un orden local, nacional e internacional realmente marcado por la justicia y solidaridad», señala.

Alerta el prelado también de la importancia de que las ayudas no se limiten a «los momentos de gran necesidad», dando paso después al olvido del compromiso «por suscitar una sociedad abierta a la vida, y donde los necesitados encuentren su promoción personal y comunitaria, los débiles gocen de la ayuda que requieren y todos vean respetados su dignidad y sus derechos».

Todo el panorama trazado hace de la Cuaresma «un momento propicio para acoger la invitación del Señor a realizar un alto en nuestro camino pata reflexionar» –propone–; «debe ser éste un tiempo de renovación interior, de conversión total, de reconciliación con Dios y con los hombres».

«Con el apóstol san Pablo me permito suplicarles, como humilde colaborador de Dios y ministro de la reconciliación: “en nombre de Cristo, les pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Cor 5, 20)», escribe el arzobispo de Guatemala. [Esta carta se puede leer íntegramente en la web del dicasterio misionero: www.evangelizatio.org]

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ZENIT Staff

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