MURCIA (ESPAÑA), martes, 14 marzo 2006 (ZENIT.org–Veritas).- Algunas organizaciones católicas de ayuda están perdiendo de vista los motivos de su actividad, reconoce el presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», el arzobispo Paul Josef Cordes, al explicar los motivos por los que Benedicto XVI ha escrito su primera encíclica.
El prelado alemán visitó el pasado fin de semana la Universidad Católica San Antonio de Murcia, donde clausuró las V Jornadas de Caridad y Voluntariado que organiza anualmente esta universidad y presentó «Deus caritas est».
Según monseñor Cordes uno de los factores que explican la gran repercusión de la encíclica ha sido el «factor sorpresa»: «La sorpresa que ha supuesto que este Papa, conocido como uno que trata la dogmática, la doctrina, con rigidez, al menos eso creía la gente, haya publicado su primera encíclica sobre el amor que Dios tiene por nosotros».
En esta entrevista concedida a Veritas, el prelado alemán reconoce que «existe el riesgo de que las agencias de cooperación católicas reflejen el pensamiento del hombre de hoy, de la Iglesia actual, y en la Iglesia actual, nosotros confiamos muchas veces con exceso en los medios humanos».
«Existe una tendencia a quitar de las agencias católicas las raíces de la fe, no con mala intención, sino porque es la corriente cultural predominante. Y así el Papa ha querido reaccionar contra esto», añade.
–¿Cómo explicaría la gran repercusión que ha tenido la encíclica «Deus caritas est» en todo el mundo?
–Monseñor Paul J. Cordes: Yo creo que el primer factor ha sido la sorpresa. La sorpresa que ha supuesto que este Papa, conocido como uno que trata la dogmática, la doctrina, con rigidez, al menos eso creía la gente, haya publicado su primera encíclica sobre el amor que Dios tiene por nosotros. A mí me parece que ésta es una razón importante.
Por otra parte, creo que con este tema ha descubierto también algo que a los cristianos, y también a la gente que está fuera de la Iglesia, le atrae: el amor atrae siempre. Por otra parte, el hombre descubre a menudo que este deseo del amor también está sujeto al fracaso, y por eso esta carta del Papa es una respuesta al deseo de tantos hombres, y también clarifica la posibilidad de amar.
Por eso ha tenido esta repercusión en todo el mundo, como han reflejado los titulares de los grandes diarios. Incluso aquellos que normalmente no son favorables a la Iglesia han llegado a reproducir partes de la encíclica y han hecho comentarios muy positivos.
–Uno de los puntos de la encíclica ha sido la advertencia a las instituciones caritativas de la Iglesia sobre el riesgo de perder su propia identidad y de «secularizar» la acción caritativa de la Iglesia. ¿Qué opina usted de este riesgo?
Monseñor Paul J. Cordes: Nosotros trabajamos desde «Cor Unum», este dicasterio de la caridad del Papa, y tratamos con muchas agencias católicas. La primera cosa que debo decir es que éstas trabajan muy bien, hacen un gran bien al hombre y reaccionan muy bien ante la miseria, las catástrofes, etc.
Pero por otra parte, existe el riesgo de que estas agencias reflejen el pensamiento del hombre de hoy, de la Iglesia actual, y en la Iglesia actual, nosotros confiamos muchas veces con exceso en los medios humanos. Las agencias muchas veces para poder trabajar necesitan dinero, y piden dinero a donantes, y también reciben mucho dinero de los Estados.
Los Ministerios de desarrollo y fomento muchas veces les ayudan, y esto es algo bueno; pero junto a esa ayuda, les exigen balances, resultados, deben tener técnicos que sepan administrar el dinero, establecer controles, y en estas agencias entran a menudo personas que se interesan más en la profesión que en el espíritu.
También los donantes tienden a poner condiciones para gastar estos dineros. Por ejemplo, cuando los Estados dan dinero, es muy difícil que la Iglesia los pueda utilizar para proyectos pastorales, tienen que ser proyectos sociales, para la salud, la construcción de viviendas, para paliar el hambre. Y todo esto hace que los administradores del dinero de las agencias católicas van pareciéndose cada vez más a las agencias que están fuera de la Iglesia, como Cruz Roja, Naciones Unidas o UNICEF.
Existe una tendencia a quitar de las agencias católicas las raíces de la fe, no con mala intención, sino porque es la corriente cultural predominante. Y así el Papa ha querido reaccionar contra esto. Nosotros en nuestro dicasterio llevamos mucho tiempo luchando contra esto, haciendo reuniones y clarificaciones de nuestro espíritu, y hemos tenido un cierto éxito, por lo que esta encíclica supone para nosotros una nueva posibilidad.
–¿Cuáles cree que son los retos que esta encíclica ha marcado para la acción caritativa de la Iglesia a partir de ahora?
–Monseñor Paul J. Cordes: Lo primero es que la imagen del magisterio eclesial ha tenido un gran progreso, con el magisterio de Juan Pablo II, el cual en los últimos meses de su vida puso de relieve con gran fuerza la dignidad y la grandeza de la figura del Pastor de Roma. También esta encíclica ha abierto la puerta, en este sentido, a muchas personas.
En relación con nuestra tarea actual de poner en práctica las ideas de esta encíclica en las cabezas de las personas responsables de la acción caritativa de la Iglesia, debo decir que es una tarea difícil de realizar. Durante la preparación de la encíclica estuve con el Santo Padre y le dije: «mi experiencia es que, una vez el texto se ha elaborado, comienza el trabajo». El trabajo aún no se ha hecho.
Hemos hecho un congreso como punto de partida tras la publicación de la encíclica, en el que participaron 250 personalidades de todo el mundo, cardenales, obispos y responsables laicos, para poner en su visión las ideas de la encíclica.
Ahora tenemos que empezar a contactar con las Cáritas nacionales y las grandes agencias; como aquí en España Manos Unidas, existen muchas en todo el mundo. Todavía no sabemos bien cómo hacer. Yo he escrito una carta al CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) y les he ofrecido ir personalmente para tratar estos temas.
Debemos tratar estos temas a nivel de los obispos, y sobre todo a nivel de los responsables de las agencias, porque al final está en sus manos el dar a éstas una fisonomía católica o el ser simplemente una ONG más.
–Respecto a el trabajo actual, muchas agencias cristianas trabajan en países no cristianos, especialmente islámicos. Tras los últimos acontecimientos (las reacciones a la publicación de las caricaturas de Mahoma, por ejemplo), ¿diría que el trabajo es más difícil?
–Monseñor Paul J. Cordes: Nosotros trabajamos una vez con una organización protestante en Afganistán. El trabajo en los países islámicos es muy difícil; ya la propia colaboración con los cristianos no católicos encuentra muchas dificultades. Ir más allá es posible a veces, pero existe el problema de encontrar personas fiables.
Si la gente da dinero a la Iglesia, espera con razón que ésta lo reparta justamente. Por eso, la idea de colaborar con los islámicos es una idea buena, pero su realización es muy difícil. A veces funciona, pero tiene muchos límites.
Estuve una vez en Pakistán, en un campo de refugiados llevado por islámicos, y allí tuve una discusión con esta gente y entendí que ellos no tienen esta práctica de ayudar a los pobres. A menudo hacen muchas cosas, pero ese sentimiento no lo tienen, porque es una herencia cristiana, el ayudar a los pobres. Y por eso nuestras maneras de pensar y de actuar no son fácilmente aplicables a otras religiones.