NUEVA YORK, sábado, 18 marzo 2006 (ZENIT.org).- La celebración del Día Internacional de la Mujer trajo consigo las acostumbradas peticiones de una mayor igualdad. El aniversario también dio ocasión para la publicación de algunos estudios sobre temas de la mujer.
Durante un encuentro el 27 de febrero en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, la Unión Interparlamentaria presentó los resultados de un estudio sobre la participación de las mujeres en la política. La organización de Ginebra observó que hay actualmente 20 parlamentos donde la proporción de mujeres supera el 30%.
De estos 20 países, 10 están en Europa y cinco en África. Los cinco restantes comprenden Irak y algunos países de América Latina. En un mensaje el 8 de marzo, el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, observaba que actualmente hay 11 mujeres jefes de estado o de gobierno.
En cuanto al papel de la mujer en la economía, la Comisión Europea hacía público el 24 de febrero un estudio que muestra que las mujeres en la Unión Europea ganan un 15% menos que los hombres. El informe también llamaba la atención sobre la dificultad a que hacen frente muchas mujeres a la hora de lograr un equilibrio satisfactorio entre trabajo y vida familiar. Las mujeres en Europa suman el 32% de los puestos de dirección, y comprenden sólo el 10% de los miembros de las juntas directivas. Sólo el 3% de los jefes ejecutivos de grandes empresas son mujeres.
La respuesta de Noruega a esta situación ha sido una ley aprobada recientemente que exige que las mujeres ocupen el 40% de los puestos directivos en los próximos dos años. En un artículo el 12 de enero sobre la nueva ley, el New York Times observaba que mientras las mujeres han logrado cierta posición en la vida política europea, están muy poco representadas a nivel de los grandes negocios. De las 30 principales empresas alemanas que cotizan en bolsa, por ejemplo, sólo una mujer es miembro del equipo de dirección.
El atractivo de la maternidad
Pero aunque sin duda alguna todavía existe discriminación, la falta de mujeres en puesto altos también refleja decisiones deliberadas de dedicar tiempo a otro papel importante, la maternidad. El 6 de enero, el Times de Londres informaba de la decisión de Phoebe Philo de dimitir de su puesto de directora creativa de la casa francesa de moda Chloé, para pasar más tiempo con su hija de un año, Maya. Philo, de 32 años, fue nombrada Diseñadora Británica del Año en el 2004.
La comentarista del Sunday Times, India Knight, en un artículo dos días después, observaba que algunos estudios sobre el cuidado de los hijos revelan problemas al dejar a los pequeños en instituciones mientras sus madres se van a trabajar.
Knight también sugería que en lugar de «mascullar contra el patriarcado», las mujeres deberían preguntarse a sí mismas sobre algunas delicadas cuestiones sobre si es posible tener una carrera (como opuesta a sólo un puesto de trabajo) y criar, al mismo tiempo, a hijos pequeños.
También comentaba que las mujeres «necesitan sentirse a gusto y orgullosas de sí mismas para elegir, si es lo que ellas quieren, quedarse en casa cuidando de sus bebés». Otras mujeres, añadía, deberían dejar de hacer que aquellas que escogen dedicarse a la maternidad se sientan como si fueran «patéticas o aburridas».
De hecho, la participación de las mujeres en la mano de obra de Estados Unidos ha descendido ligeramente en los últimos años, informaba el 2 de marzo el New York Times. El máximo se alcanzó en el año 2000, con el 77% de las mujeres entre 25 y 54 años incorporadas a la fuerza laboral. La cifra actual es de alrededor del 75%.
Suzanne Bianchi, una socióloga de la Universidad de Maryland, reconocía que además de utilizar el cuidado ajeno de los niños, las mujeres que trabajaban fuera del hogar dormían menos que aquellas que no estaban empleadas, y en general se enfrentaban a graves problemas a la hora de gestionar su tiempo. «Quizá el tiempo se ha comprimido tanto como se ha podido», sugería Bianchi.
También pueden cambiar las actitudes entre las mujeres jóvenes. Un creciente número de mujeres que estudian en las universidades más prestigiosas de la nación dicen que estarían dispuestas a dejar de lado su carrera por criar a sus hijos, informaba el New York Times el 20 de septiembre. Las opiniones se expresaron en entrevistas con estudiantes de la Ivy League.
El periódico observaba que los datos de algunas otras encuestas sobre la participación en la fuerza laboral de los graduados universitarios mostraban que, en los últimos años, muchas mujeres esperaban tener carreras de altos vuelos, pero redujeron sus expectativas tras tener hijos. En contraste, las mujeres de la actual generación de estudiantes ya esperan que sus carreras estén en un segundo lugar con respecto al cuidado de los hijos.
Encontrar la felicidad
El cambio en las expectativas puede llevar, de hecho, a una mayor alegría, informaba el periódico Australian el 29 de septiembre. El periódico resumía los descubrimientos de un documento de investigación, «Puede el Trabajo a Tiempo Parcial hacer Feliz a una Familia», de Jan van Ours y Alison Booth.
«Las parejas australianas son más felices cuando los hombres trabajan a jornada completa», afirmaba van Ours. Comentaba que cuando un hombre trabajo a jornada completa, la mujer puede escoger trabajar o no, especialmente si tiene hijos. Por su parte, las mujeres son más felices cuando trabajan entre 21 y 34 horas a la semana.
Estos resultados fueron confirmados por la publicación de una reciente encuesta titulada, «¿Qué consigue hacer el Amor? Equidad, Compromiso y Calidad Marital de las Mujeres». El estudio, escrito por Bradaford Wilcox y Steven Nock, de la Universidad de Virginia, se publicó en la entrega de marzo de Social Forces.
Comenzaban observando como muchos estudiosos de la familia sostienen que «los matrimonios igualitarios» hacen uniones estables y de mayor calidad. El modelo igualitario, con un marido y una esposa que comparten las responsabilidades y ambos tienen carreras, contrasta con el viejo modelo de matrimonio en que las mujeres tendían a permanecer en casa.
Sin embargo, la investigación reciente sobre el nexo entre igualdad marital y calidad marital no es concluyente, observan. De hecho, algunos estudios encuentran que hay más mujeres felices en el tipo de matrimonio antiguo y más tradicional.
Considerando los motivos de estos resultados, Wilcox y Nock observan que, hoy, un factor crucial tras un matrimonio con éxito es lograr el apoyo emocional entre los esposos.
Los hombres que están comprometidos en una forma más tradicional de matrimonio «pueden sentir una mayor responsabilidad moral que otros hombres al poner de relieve sus creencias en la santidad del matrimonio invirtiendo emocionalmente en sus matrimonios».
La felicidad en el matrimonio, y una mayor responsabilidad, es también mayor cuando las parejas están implicadas en la comunidad, tienen amplias relaciones familiares, y son activas en una religión organizada.
Y, en contraste con las frecuentes peticiones a los hombres para que compartan de modo más igualitario con las mujeres las tareas del hogar, el estudio sostiene que «la desigualdad objetiva en la división de las tareas del hogar no conduce siempre a percepciones de desigualdad y, en consecuencia, a sentimientos de infelicidad marital, por parte de las mujeres».
«Las mujeres no son más felices en los matrimonios marcados por prácticas y creencias igualitarias», concluía el estudio. De hecho, observaban que partiendo del modelo de varón que gana el pan / mujer en las tareas del hogar puede explicarse un declive en la calidad marital.
Enseñanza de la Iglesia
Los resultados están en consonancia con los puntos planteados en
el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Los Nos. 145-147 insisten en la importancia de la igualdad y de garantizar a las mujeres igual dignidad. También observan que los hombres y las mujeres se complementan mutuamente y que en la unión entre un hombre y una mujer se necesita «el amor y la solidaridad», no la «lógica de egocentrismo y de la autoafirmación».
En los Nos. 248-251, el Compendio insiste en un acercamiento más amplio al tema de la familia y el trabajo. En vez de hablar sobre las carreras individuales, insiste en la importancia de un salario familiar, que permita a toda la familia vivir de modo decente. En lugar de enfocar en los derechos individuales, la clave para un compromiso duradero puede estar en una vida familiar equilibrada.