LORETO, miércoles, 29 marzo 2006 (ZENIT.org).- Según un estudio arqueológico, dirigido por el arquitecto Nanni Monelli y el padre Giuseppe Santarelli, director de la Congregación General de la Santa Casa de Loreto, las piedras que se encuentran en la gruta de la Anunciación en Nazaret tienen el mismo origen que las piedras del altar de los Santos Apóstoles de la Santa Casa de Loreto.
Este descubrimiento ha reabierto la discusión sobre la validez histórica de la traslación de la Santa Casa de Nazaret a Loreto, el santuario nacional de Italia, y sobre el misterio de que cómo se produjo esta traslación.
Según la tradición, la casa fue trasladada milagrosamente desde Nazaret a Tersatto (hoy en Croacia) en 1291 y luego a Loreto.
Giorgio Nicolini, experto en la materia, autor del libro en italiano «La historicidad de la milagrosa traslación de la santa casa de Nazaret a Loreto» («La veridicità storica della miracolosa Traslazione della Santa Casa di Nazareth a Loreto») ha explicado a Zenit que «sobre la autenticidad de la Santa Casa de Loreto como la “verdadera Casa nazarena” de María no hubo nunca duda, si no es en quien no conoce los estudios seculares al respecto; tanto que todos los sumos pontífices, durante siete siglos, confirmaron la autenticidad con solemnes actas canónicas de “aprobación”».
Ahora bien, este estudio sobre el Altar de los Apóstoles «es importante porque, además de proporcionar una ulterior prueba de la autenticidad de la Santa Casa de Loreto como la “Casa nazarena” de María, proporciona también una “prueba” todavía más espectacular en cuanto a lo “milagroso” de la “traslación” de la Santa Casa de Nazaret».
Al respecto, el beato Pío IX escribía, en la bula «Inter omnia», de 26 de agosto de 1852: «En Loreto se venera aquella Casa de Nazaret, tan querida al Corazón de Dios, y que, fabricada en Galilea, fue más tarde separada de sus cimientos y, por la potencia divina, trasladada más allá del mar, primero a Dalmacia y luego a Italia».
Con motivo de la celebración litúrgica de la «milagrosa» traslación del 10 de diciembre del mismo año, Benedicto XVI envió al obispo de Loreto una «inequívoca» y hermosa oración para ser recitada en el Santuario, informa el autor del libro.