CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 11 octubre 2006 (ZENIT.org).- El camino del diálogo con la modernidad y con las demás religiones o confesiones cristianas, comenzado por el Concilio Vaticano II, no puede hacernos olvidar la identidad católica, afirmó este miércoles Benedicto XVI.
Así lo explicó en la tradicional audiencia general, en la que participaron 35.000 peregrinos en la plaza de San Pedro.
En su catequesis, el Papa presentó las figuras de los apóstoles Simón el Cananeo y Judas Tadeo, quienes «nos ayudan a redescubrir nuevamente y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, aprendiendo a dar un testimonio fuerte y al mismo tiempo sereno».
En particular, al repasar el personaje histórico de Judas Tadeo --no de Judas Iscariote--, el obispo de Roma recordó que a este apóstol se le atribuye la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se llaman «católicas, pues están orientadas no sólo a una determinada Iglesia local, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios».
«La preocupación central de este escrito consiste en alertar a los cristianos de todos los que utilizan la gracia de Dios como pretexto para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a los hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia bajo el empuje de sus sueños», añadió.
San Judas los compara «con ángeles caídos, y con términos duros dice que han emprendido la senda de Caín», añadió.
El apóstol les llama «nubes sin lluvia, llevadas por el viento, o árboles que al final de la estación no dan frutos», motivo por el cual son cortados, indicó.
«Hoy quizá ya no estamos acostumbrados a utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de las tentaciones, de todas las corrientes de la vida moderna, tenemos que conservar la identidad de nuestra fe».
Es verdad, siguió diciendo, «el camino de la indulgencia y del diálogo» tiene que seguirse «con firme constancia», pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de volver a pensar y subrayar siempre con las misma fuerza las líneas fundamentales irrenunciables de nuestra identidad cristiana».
Al final de la audiencia, el Papa bendijo la estatua de santa Edith Stein (1891-1942), co-patrona de Europa, colocada en un nicho exterior de la Basílica de San Pedro del Vaticano.
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Oct 11, 2006 00:00