Profundo dolor de los obispos de Corea por la opción del norte hacia la deriva nuclear

Difunden un «Mensaje de Paz y Reconciliación»

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SEÚL, jueves, 19 octubre 2006 (ZENIT.org).- El reciente anuncio del experimento nuclear de Corea del Norte ha causado «un profundo impacto y preocupación» entre el pueblo coreano y todos los que aman vivir en paz, se confirma desde el episcopado católico del país.

La prueba nuclear que realizó el gobierno comunista de Corea del Norte el pasado 9 de octubre ha suscitado alarma en el contexto internacional.

Este paso ha llevado a la difusión, desde la Conferencia de los Obispos Católicos de Corea (CBCK), de un «Mensaje de Paz y Reconciliación» -fechado el 13 de octubre- hacia el Norte.

«No podemos más que sentir profundo dolor por la elección de nuestros hermanos norcoreanos, que deben cooperar con nosotros para mantener la paz», se lee en el texto firmado por el obispo (auxiliar de Seúl) Lucas Kim Woon-hoe -presidente del Comité para la Reconciliación del Pueblo Coreano (de la CBCK)- y el obispo (de Incheon) Boniface Choi Ki-san -presidente del Comité Justicia y Paz del organismo eclesial-.

«Aunque fuera para defensa propia, las armas nucleares no pueden justificarse de manera alguna», advierten.

Recuerdan los prelados que, en los últimos años, el Sur y el Norte han mantenido intercambios pacíficos a través de los cuales las dos Coreas se han ido reconociendo recíprocamente no como enemigos, sino como un pueblo, «el mismo hermano».

Así que «nadie debería bloquear el camino de reconciliación que el Sur y el Norte han pavimentado con esfuerzo, ni hacer retroceder la corriente de paz y unidad que atraviesa la península coreana -subrayan-. Más aún, nadie debería hacer uso de esta situación para provocar odio y confrontación».

Indican que para que la paz eche raíces en Corea, se debe poner en práctica la Declaración Conjunta de Desnuclearización de la Península de Corea, adoptada en 1991, algo que sólo se puede lograr «con diálogo y paciencia».

Y alertan de que el odio y la violencia no hacen sino generar más violencia. «La Iglesia católica en Corea rechaza firmemente cualquier forma de violencia», recalcan.

En su mensaje del viernes –del que se hizo altavoz el 18 de octubre el dicasterio misionero- los prelados surcoreanos señalaron además la importancia de que la sociedad internacional recorra «el difícil camino hacia la reconciliación y la paz con paciencia; no con sanciones militares o bloqueos, sino con diálogo y negociación».

Mientras la Península Coreana está conmocionada por el experimento nuclear de Corea del Norte, «nosotros ponemos nuestra confianza en “Cristo, nuestra paz” (Ef 2,14), sin inquietud de corazón, y deseamos profundamente que podamos llevar verdadera paz a este país con todos» los que trabajan por ella «juntos», expresan.

Concluyen su mensaje citando parte de la oración atribuida a San Francisco de Asís: «Oh, Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que yo ponga amor. Donde hay ofensa, perdón. Donde hay discordia, unión».

Corea del Norte -marcada por una gran carestía y la falta de libertad religiosa- tiene unos 22 millones de habitantes; Corea del Sur alrededor de 48 millones. La comunidad católica del país supera los cuatro millones de fieles. El paralelo 38 separa el Norte del Sur de Corea desde el armisticio de 1953.

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ZENIT Staff

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