CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 20 octubre 2006 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha enviado un mensaje a los musulmanes del mundo, con motivo del final del Ramadán, para asegurar que el diálogo «es más necesario que nunca».
La misiva, enviada por el presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Paul Poupard, presentada este viernes, era particularmente esperada tras las polémicas surgidas en torno al discurso pronunciado por Benedicto XVI el 12 de septiembre en Ratisbona (Alemania).
El mensaje, que en esta ocasión tiene por tema «Cristianos y musulmanes: en diálogo confiado para afrontar juntos los desafíos de nuestro mundo», es publicado todos los años por este Consejo vaticano.
En esta ocasión, sin embargo, ha sido presentado además a la prensa por el mismo cardenal Poupard, y por el secretario de esa institución, el arzobispo Pier Luigi Celata.
El documento comienza constatando «las circunstancias particulares que acabamos de atravesar juntos» y considera que «muestran también que, si el camino de un diálogo auténtico en ocasiones puede ser arduo, es más necesario que nunca».
El cardenal Poupard se hace eco al mismo tiempo de la felicitación por el inicio del Ramadán que Benedicto XVI presentó a los diplomáticos de países de mayoría musulmana acreditados ante la Santa Sede y a los representantes de las comunidades musulmanas de Italia, con quienes se encontró el 25 de septiembre para confirmar su compromiso a favor del diálogo con los creyentes en el Islam.
Según el purpurado francés, «constatando lo que es bueno, y dando gracias a Dios, no podemos dejar de constatar los graves problemas que se presentan ante nuestra época: la injusticia, la pobreza, las tensiones y los conflictos dentro de los países, pero también entre ellos».
«La violencia y el terrorismo son una plaga particularmente dolorosa –denuncia–. Cuántas vidas humanas destruidas, mujeres que se han convertido en viudas, niños que pierden a sus padres y quedan en la orfandad… Cuántas personas quedan heridas en sus cuerpos y en sus corazones, minusválidas… ¡Cuánta destrucción en unos instantes de lo que ha sido construido en ocasiones durante años, con el precio de numerosos sacrificios y gastos enormes!».
Como cristianos y musulmanes, pregunta, «¿no estamos llamados en primer lugar a ofrecer nuestra aportación específica a la solución de esta grave situación y de estos problemas tan complejos?»
«Está en juego, sin duda –responde–, la credibilidad de las religiones, pero también la de los líderes religiosos y la de todos los creyentes. Si no nos comportamos como creyentes, muchos se interrogarán sobre la utilidad de las religiones y sobre nuestra coherencia como hombres y mujeres que se postran ante Dios».
«El amor auténtico por Dios es inseparable del amor a los demás», asegura citando la primera encíclica de este Papa, «Deus caritas est».
«El auténtico amor debe ponerse al servicio de la vida cotidiana, pero también debe buscar soluciones justas y pacíficas a los graves problemas que aquejan al mundo», recalca.
«El mundo, y nosotros con él, tiene necesidad de cristianos y musulmanes que se respeten, se estimen y ofrezcan el testimonio de amarse y de actuar juntos por la gloria de Dios y el bien de todos los seres humanos», concluye.