El prelado –recuerda la agencia misionera «Misna»- perdió la vida el 29 de octubre de 1996 durante un ataque militar a la ciudad al inicio del conflicto que ensombrecería durante años la región.
«En el décimo aniversario del asesinato de monseñor Christophe Munzihirwa, la población de esta provincia, de este país y de todo África tiene derecho a conocer al autor y el arma del crimen», escribe la Comisión local Justicia y Paz .
El sábado se dedicó un monumento para recordar a este obispo que «derramó su sangre a ejemplo de Cristo –escribe la Comisión- a favor de los sin voz».
Originario de Kabare, donde había nacido en 1926, el prelado asesinado había sido ordenado sacerdote (jesuita) a la edad de 32 años. Recibió la consagración episcopal con 60.
Fue designado al frente de la archidiócesis de Bukavu el 14 de marzo de 1995; allí murió poco más de año y medio después.
Cuando llegó a Bukavu (capital de Kivu Sur, al este del país), exactamente al otro lado de la frontera se había consumado el genocidio ruandés.
En una época de particular gravedad para la región de los Grandes Lagos, monseñor Munzihirwa –apunta «Misna»- hizo oír frecuentemente su voz en defensa de los más débiles, como los prófugos ruandeses, y en defensa de la democracia.
Se contaron por miles las personas que el sábado [se anticipó el evento un día, para no coincidir con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales] participaron en una marcha y en una celebración en la catedral por el prelado.
Se calcula que en la República Democrática del Congo murieron más de cuatro millones de personas, la mayoría de hambre y enfermedad, a causa del estallido de la guerra en la región de 1998 a 2003, durante y después de la cual Kivu Sur ha sido una región extremadamente atormentada por la violencia.
El cardenal Bernardin Gantin –actualmente tiene 84 años-, prefecto emérito de la Congregación vaticana para los Obispos, reconoció que para los africanos la muerte de varios de sus pastores se había convertido en signo de renacimiento espiritual. Y citó el asesinato, entre otros, del arzobispo congoleño Christophe Munzihirwa.
Las palabras del purpurado beninés resonaron en Sínodo de los obispos reunido en Roma en octubre de 2001, en torno al lema «El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo».