OAXACA, martes, 31 octubre 2006 (ZENIT.org–El Observador).- Este domingo, tras seis meses de permanecer tomada por las fuerzas agrupadas en torno a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), efectivos de la Policía Federal Preventiva (PFP) disolvieron el cerco y tomaron control del zócalo de la capital del Estado.
Diversos líderes religiosos del país avalaron, con cautela, la acción del gobierno federal porque consideraron que la población de esa entidad, localizada al suroeste del país, ya habían sufrido consecuencias nefastas del movimiento de la APPO, al tiempo que reclamaron la restitución inmediata del estado de Derecho.
El cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México, subrayó que el uso la fuerza pública en Oaxaca era una opción necesaria: «Finalmente para eso tiene el gobierno la fuerza pública, debe hacer valer los derechos de los ciudadanos, no es para reprimir ni para aplastar un pueblo», afirmó el purpurado en la rueda de prensa posterior a la misa del mediodía celebrada este domingo en la Catedral Metropolitana en la Ciudad de México.
Por su parte, el obispo de León y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor José Guadalupe Martín Rábago, expresó, también en rueda de prensa ese mismo día que «no se trata de entrar a poner violencia, sino a poner orden, se trata de conseguir que se den condiciones para establecer un verdadero diálogo en un ambiente responsable».
Dijo que la Secretaría de Gobernación, a cuyo frente se encuentra Carlos Abascal Carranza, le había notificado la decisión a la CEM el sábado pasado, asegurando que se evitaría todo tipo de desmanes y que la PFP iría acompañada, durante la intervención, de observadores de Derechos Humanos.
En un comunicado de prensa emitido el domingo, el arzobispo de Oaxaca, monseñor José Luis Chávez Botello, llamó a todas las partes involucradas a superar las meras alternativas políticas para pensar en el futuro de la gente de Oaxaca.
«La vida, el bienestar, y el futuro de los oaxaqueños –escribió monseñor Chávez Botello– no puede ser un peón de ajedrez para los intereses de algunos grupos que sólo buscan ubicarse en el poder social, político o económico. La vida, el bienestar y el futuro de los oaxaqueños es un desafío que debe unirnos y no enfrentarnos; todos somos responsables, de distinta manera, de construir o destruir el futuro de Oaxaca».
Llamó a todos los sectores a colaborar en el restablecimiento del orden público, a facilitar el regreso a clases de los niños de Oaxaca (que no asisten a la escuela desde el inicio del conflicto en mayo pasado) y, sobre todo, a intensificar la oración «a todos los niveles y, para quienes sea posible, unámosla al ayuno y a la caridad; es la oración más agradable al Señor. Que los templos se mantengan abiertos para las celebraciones programadas y para la oración de nuestro pueblo», concluyó diciendo el comunicado del arzobispo de Oaxaca.