El Papa pide adoptar medidas que faciliten la integración de las familias emigrantes

En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 14 noviembre 2006 (ZENIT.org).- En su mensaje con motivo de la 93ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, publicado este martes por la Santa Sede, Benedicto XVI ha lanzado un llamamiento a adoptar medidas que faciliten la integración de las familias emigrantes.

«La familia emigrante» es precisamente el argumento al que en esta ocasión dedica esta misiva, que comienza recordando el drama de la Familia de Nazaret, que como millones de familias de hoy, tuvo que refugiarse en un país extranjero, en Egipto, huyendo de la persecución en su tierra.

En su mensaje, el Papa pide ante todo acentuar «el compromiso de la Iglesia no sólo a favor del individuo emigrante, sino también de su familia, lugar y recurso de la cultura de la vida y principio de integración de valores».

«Muchas son las dificultades que encuentra la familia del emigrante. La lejanía de sus componentes y la frustrada reunificación son a menudo ocasión de ruptura de los vínculos originarios», reconoce el mensaje pontificio.

«Se establecen nuevas relaciones y nacen nuevos afectos; se olvida el pasado y los propios deberes, puestos a dura prueba por la distancia y la soledad. Si no se garantiza a la familia inmigrada una real posibilidad de inserción y participación, es difícil prever su desarrollo armónico», añade el obispo de Roma.

El Papa recuerda que la Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares, que entró en vigor el 1 de julio de 2003, «pretende tutelar los trabajadores y trabajadoras emigrantes y los miembros de las respectivas familias».

Por este motivo, el pontífice pide a los gobiernos que ratifiquen «los instrumentos legales internacionales propuestos para defender los derechos de los emigrantes, de los refugiados y de sus familias».

En particular, el Santo Padre llama la atención sobre la situación de las familias de los refugiados, «cuyas condiciones parecen empeorar con respecto al pasado».

«En los territorios destinados a su acogida, junto a las dificultades logísticas, y personales, asociadas a los traumas y el estrés emocional por las trágicas experiencias vividas, a veces se suma el riesgo de la implicación de mujeres y niños en la explotación sexual como mecanismo de supervivencia», constata.

Por eso alienta una «atenta presencia pastoral» de la Iglesia que, «además de prestar asistencia capaz de aliviar las heridas del corazón, ofrezca por parte de la comunidad cristiana un apoyo capaz de restablecer la cultura del respeto y redescubrir el verdadero valor del amor».

Es necesario, considera, «comprometerse para garantizar los derechos y la dignidad de las familias, y asegurarles un alojamiento conforme a sus exigencias».

Por último, el Papa pide a los refugiados «que cultiven una actitud abierta y positiva hacia la sociedad que los acoge, manteniendo una disponibilidad activa a las propuestas de participación para construir juntos una comunidad integrada, que sea «casa común» de todos».
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ZENIT Staff

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