PALENCIA, domingo, 19 noviembre 2006 (ZENIT.org).- El obispo de Palencia, monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, presentó esta semana pasada su primera carta pastoral, dedicada a la lucha contra la droga, enmarcada en una campaña preventiva que la Diócesis difundirá entre el sector de población más joven a través de correos electrónicos que recibirán estudiantes de colegios y universidad, asociaciones, parroquias y grupos de confirmación.
El obispo ha titulado su carta «Manda el porro a la porra», frase que escuchó en el estribillo de una canción cristiana y que le llamó la atención «porque es una expresión un tanto provocativa, que bien puede darnos pie para abordar el problema moral de la relación de los jóvenes con las drogas. Poco importa que sea botellón, porros, rayas, pastillas…».
La carta está escrita en un estilo directo y dirigida, de tu a tu, a un interlocutor joven al que confiesa que los jóvenes «sois objeto de esperanza y de preocupación para muchos de nosotros. Pero quizás nos falta hablar directamente con vosotros».
El obispo le dice al joven destinatario de su mensaje que seguramente ha experimentado la droga alguna vez o ha visto la droga de cerca y tiene conocidos que la consumen.
Ante el problema, indica monseñor Munilla, «no es cuestión de mirar para otro lado o de meter la cabeza debajo del ala. Aquí hay un problema muy gordo».
El firmante de la carta pastoral aporta el dato reciente de que España es el país europeo que lidera el ranking de consumo de drogas: «En los últimos diez años el consumo de cocaína se ha multiplicado por cuatro y el de cannabis se ha duplicado. Por si fuera poco, la edad de inicio en la droga es cada vez más temprana».
Aparte de los problemas de tipo psiquiátrico, psicológico, físico, familiar, laboral, escolar de amistades, monseñor Munilla afirma que el prisma principal para afrontar el consumo de drogas «es el moral».
Afirma que «no estamos ante la droga de la curiosidad», aunque ese pudo ser el principio, ni tampoco «ante la droga de la rebeldía» de un tiempo pasado.
«Hoy en día fumarse un porro –afirma–, lejos de ser un signo de rebeldía, es signo de integración y sumisión a la cultura dominante. El problema que hoy se plantea es muy distinto al de la lucha rebelde por la libertad que en un tiempo movió masas. Ya tenemos la libertad, y ahora, ¿qué hacemos con ella?».
«La droga de nuestros días –añade- se impone por defecto, quiero decir, por falta de ideales firmes y trascendentes».
Monseñor Munilla subraya que la cuestión clave hoy es «la falta de sentido»: «Esta es la cuestión clave: La cuestión del sentido. ¿Para qué tantos sacrificios, metas, obstáculos, agobios? Difícilmente se le puede pedir a alguien que se sacrifique en el día a día, si no le ha sido mostrado el sentido de su existencia».
«Los cristianos hemos descubierto en Jesucristo la ‘clave del sentido’ de la existencia, y es la que te proponemos –subraya el obispo de Palencia–. Este es el bien moral del hombre: descubrir su vocación al amor y entregarse a ella. Como comprenderás, las drogas no tienen sitio en esta perspectiva».
Tras abordar el problema de la tentación y de la batalla espiritual, indica que no se puede identificar deseo y voluntad.
«Yo, personalmente –indica–, no conozco a nadie que se haya iniciado en las drogas tras una decisión madura y libre. Más bien, he escuchado expresiones como las siguientes: ‘empiezas a lo tonto’, ‘para cuando quieres darte cuenta…’, etc. En el mundo de las drogas, no te conduces, sino que eres arrastrado».
El prelado recuerda que «una de las características principales de la droga en nuestros días es su estrecha relación con la cultura del ocio». Y añade: «Digámoslo claramente: La felicidad no es fruto únicamente de la diversión. En realidad, si no eres feliz el miércoles, tampoco lo vas a ser el sábado por la noche. El motivo es muy sencillo: no es lo mismo ‘ser alegres’ que ‘ponerse alegres’. La felicidad no está al alcance de una moneda ni de una sustancia química».
Invita a quienes tienen problemas con la drogas a buscar ayuda porque, concluye «hay muchas razones para luchar por la verdadera libertad, por una vida sin drogas. Tantas, como razones para el amor, la fe y la esperanza. Dios no sólo te pide que dejes la droga, sino que te da su ‘gracia’ para poder hacerlo. Y… ¿qué es la gracia, sino la compañía de Dios que camina junto a ti? ¡No te sentirás nunca solo en ese camino de liberación!».