LONDRES, domingo, 3, diciembre 2006 (ZENIT.org).- La religión organizada está recibiendo duras críticas. El cantante inglés Elton John afirmaba que la religión convierte a la gente en «odiosos roedores». También la acusaba de falta de compasión. Sus comentarios fueron recogidos en una entrevista concedida a la revista de música mensual del periódico Observer, publicada el 12 de noviembre.
Las críticas de la vieja estrella del pop tuvieron como base la forma en que la religión trata la homosexualidad. «Creo que la religión siempre ha intentado fomentar el odio hacia los gays», afirmaba.
Este punto de vista lo comparten otros muchos. En Estados Unidos, el programa de entrevistas de Rosie O’Donnell comparó el cristianismo al Islam radical. Su ataque, en un programa en octubre de difusión nacional, no fue bien recibido, según una nota de prensa del 13 de noviembre del Barna Group de California.
Una encuesta a nivel nacional llevada a cabo por esta organización descubrió que, aunque pocos norteamericanos desafiarían el derecho de O’Donnell a hacer este tipo de declaraciones, sólo unos pocos comparten sus puntos de vista.
Al otro lado del Pacífico, Pamela Bone, escribiendo en el periódico Australian el 15 de agosto, se regocijaba por los datos que, según ella, muestran que «en casi todas las democracias liberales prósperas, es fuerte el ateísmo».
Bone acusaba a la religión de ser «responsable directamente de incontables conflictos mundiales, que han dado como resultado las pérdida de millones de vidas humanas». La religión hoy todavía es un peligro, sostenía: «La verdad es que ahora es demasiado peligroso que se de a la religión el estatus especial que siempre ha tenido».
Bone añadía: «La mejor esperanza para un mundo menos religioso y así más seguro es que la religión – toda religión – se abra al examen racional y riguroso y a las críticas, y así, al ridículo».
En Canadá, el escritor Christopher Hitchens explicaba recientemente por qué «odia la religión», informaba el National Post el 18 de noviembre. Hablando en la Universidad de Toronto, Hitchens declaraba que odia el Islam porque exhibe un «horrible trío de odio a uno mismo, autosuficiencia y compasión por uno mismo», mientras hace un «culto a la muerte, al suicidio y al asesinato».
También odia al judaísmo, porque conduce al cristianismo. Su punto de vista negativo sobre el cristianismo es bien conocido, especialmente tras sus infames ataques contra la Madre Teresa de Calcuta en los años noventa.
Tras hacer públicos sus múltiples odios, Hitchens declaraba: «Estoy absolutamente convencido de que la principal fuente de odio en el mundo es la religión».
Libros antirreligiosos
Durante su conferencia en Toronto, Hitchens dio algunos detalles de su próximo libro, «Dios no es Grande». El libro, afirmaba, es «un juicio general contra la religión».
Los libros antirreligiosos están de moda estos días. El escritor norteamericano Sam Harris acaba de publicar una breve secuela (112 páginas) a su libro de 2004, «The End of Faith» (El Fin de la Fe). En una reciente presentación en la Biblioteca Pública de Nueva York, Harris condenaba al Dios del Antiguo Testamento, además de al del Nuevo Testamento, «comparando la historia de Jesús a un cuento de hadas», informaba el 26 de octubre el Washington Post.
Aprovechando la ocasión Harris también atacó el Corán, calificándolo de «manifiesto para la desunión religiosa».
Según el Washington Post, «The End of Faith» ha vendido más de 270.000 ejemplares. En su libro, Harris describía a la religión como «un matrimonio desesperado entre la esperanza y la ignorancia». También acusaba a la religión de promover la intolerancia. Pero su discurso no se limitaba a los grupos extremistas. «Uno de los temas centrales de este libro», declaraba Harris en el capítulo introductorio, «… es que los moderados religiosos son los mismos que portan un terrible dogma».
En un curioso uso de la terminología religiosa, Harris concluía el libro describiendo la fe como «la obra maestra del diablo». El libro también aboga por una campaña sostenida contra la religión, y la fe en general: «Debemos encontrar el camino a una época en la que la fe, sin evidencias, deshonre a cualquier persona que la mantenga».
El escritor británico Richard Dawkins también publicaba recientemente un libro denigrando a la religión, «The God Delusión» (La Desilusión de Dios). Dawkins es bien conocido por su hostilidad contra la religión. «El celebrado ateo y sumo sacerdote de la ciencia popular» es cómo lo describía una recensión del libro en el periódico Observer el 29 de octubre.
Dawkins no se limita a publicar. El Sunday Times informaba el 19 de noviembre de que planea crear una entidad sin ánimo de lucro que subvencione la publicación de materiales educativos para su distribución en las escuelas.
Su organización, según el artículo, intentará también desviar las donaciones de las manos de los «misioneros» y de las organizaciones de caridad de la Iglesia. Su fundación, que está en proceso de ser registrada en el Reino Unido y Estados Unidos, tendrá una base de datos de organizaciones de caridad libres de la «contaminación de la Iglesia».
El artículo del Times citaba la preocupación del clérigo anglicano, John Hall, deán de Westminster. Hall criticaba el proyecto como no basado en un argumento de peso.
Dawkins y otros críticos de la religión suelen recibir críticas por su visión superficial de la religión. Así lo expresaba recientemente el padre verbita Vincent Twomey, profesor retirado de teología moral en el St. Patrick’s College de Maynooth, Irlanda. En fechas recientes tomó parte en un debate en la College Historical Society del Trinity College de Dublín, sobre el tema «Bloquea la Religión el Progreso».
«Dejando a un lado la crasa vulgaridad de algunos estudiantes oradores, lo que me chocó más fue la aparente ignorancia de muchos oradores sobre lo que constituye la religión en general y el catolicismo y el cristianismo en particular», observaba el padre Twomey escribiendo en el Irish Times el 13 de noviembre.
Muchas cosas que hoy en día se dan por logradas – la educación, los hospitales, la misma noción de persona, la distinción en lo sagrado y lo secular – deben su origen a la inspiración cristiana. «La amnesia cultural es una peligrosa enfermedad para cualquier sociedad», observaba.
Mostrar el tesoro
Aunque no se refería de forma específica a estos últimos ataques, Benedicto XVI tocó recientemente el tema de cómo se presenta a la religión como una fuerza negativa. «Con mucha frecuencia el testimonio de la Iglesia, que va contracorriente, es mal interpretado, como algo retrasado y negativo en la sociedad actual», comentaba el 28 de octubre a los obispos irlandeses en visita «ad limina» al Vaticano.
Lo que la Iglesia necesita hacer en estas circunstancias, recomendaba el Papa es actuar como el hombre sabio que saca de sus arcas «lo nuevo y lo viejo» (Mateo 13:52). De esta forma cada fiel será capaz de discernir lo que la sociedad de hoy le ofrece. «Ayudadle a reconocer la incapacidad de la cultura secular y materialista de dar satisfacción y alegría auténticas», continuaba el Santo Padre. «Sed audaces hablándole de la alegría que implica seguir a Cristo y vivir de acuerdo con sus mandamientos».
Además, aunque es necesario que los obispos adviertan contra los males que nos rodean, «debemos corregir la idea de que el catolicismo no es más que ‘una serie de prohibiciones’», indicaba Benedicto XVI. Para lograrlo se debe formular la enseñanza de la Iglesia de forma que comunique «la fuerza liberadora del Evangelio».
El Evangelio es bueno para la sociedad, sostenía el Papa en su discur
so del 28 de septiembre al nuevo embajador alemán ante la Santa Sede. Comentando la favorable acogida del pueblo alemán en su visita pastoral reciente, Benedicto XVI observaba: «Cuando la sociedad crece y las personas se fortalecen en el bien gracias al mensaje de fe, también se beneficia la convivencia social y los ciudadanos incrementan su disponibilidad para asumir responsabilidades en beneficio del bien común».
La Iglesia no impone este mensaje, y de ahí que la fe exista en el contexto de la tolerancia. «La tolerancia nunca debe confundirse con la indiferencia, porque cualquier forma de indiferencia es radicalmente contraria al profundo interés cristiano por el hombre y por su salvación», apuntaba el pontífice.
Una aclaración para explicar que la Iglesia no se dejará intimidar por quienes esperan que guarde silencio.
Por el padre John Flynn