AQUISGRÁN, lunes, 4, diciembre 2006 (ZENIT.org–El Observador).- El Catholic Media Council (CAMECO), Consejo Católico para los Medios, es una oficina de consultoría en el campo de la comunicación cuyas principales actividades consisten en el asesoramiento a iniciativas de comunicación en África, América Latina, Asia, el Medio Oriente, Oceanía, Europa del Este y los países de la antigua Unión Soviética en todo lo relativo a la planificación y la financiación de sus actividades.
También asesora a las agencias de cooperación religiosas, organizaciones no gubernamentales y otras instituciones sobre financiación y seguimiento de proyectos de comunicación, la evaluación de proyectos de comunicación a pedido de las agencias de cooperación y de las contrapartes locales.
Esta institución, con sede en Alemania, publica revistas organiza simposios especializados y sostiene un amplio archivo y una biblioteca especializada en procesos de comunicación en las diferentes regiones del mundo.
Desde 1970 hasta el 2005, CAMECO ha evaluado un total de aproximadamente 16 mil proyectos de comunicación en campos como prensa, radio, televisión y otros medios de comunicación. En los últimos cinco años (2001-2005) se han analizado cerca de 550 proyectos por año. Alrededor de un tercio de los proyectos son presentados por contrapartes locales de África, Asia, la región pacífica, América Latina e Europa del Este, y dos tercios provienen de agencias de ayuda.
Para entender mejor la estructura de esta agencia de consultoría, Zenit-El Observador ha entrevistado, en sus oficinas centrales de Aquisgrán, a la doctora Daniela Frank, directora ejecutiva de CAMECO, quien acaba de ser nombrada consultora del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales.
–¿Sigue siendo América Latina el «continente de la esperanza»? Desde su punto de vista, el divorcio entre la fe y la cultura, ¿es ya palpable en el continente?
–Daniela Frank: Nuestro contexto, el contexto de CAMECO, es la realidad de la Iglesia en América Latina, África, Asia y Europa del Este. Si contemplo, de manera general, esas cuatro regiones, mi impresión es que América Latina es un continente donde se hace más evidente una integración de las dimensiones de la fe católica, tanto en lo espiritual como en lo social. Creo que la diversidad que existe en la Iglesia de América Latina ha empujado a formarse una conciencia de que la fe no se reduce a la devoción o ir a misa los domingos, sino que tiene un impacto en mi vida diaria, personal y social. Hay excepciones, pero, en comparación con otros continentes se ve que la actitud principal, con todas sus limitaciones, en la vida social e incluso política, es la orientación cristiana. La identificación de la fe cristiana con la cultura es muy evidente: la fe cristiana es algo que forma parte de la vida de América Latina y no necesariamente significa que la Iglesia domine, pero desde el punto de vista cultural, sí hay una identificación muy fuerte.
–Sin embargo, América Latina es uno de los continentes donde se nota con mayor claridad la brecha entre ricos y pobres y cada vez es más grande, ¿no es así?
–Daniela Frank: Yo he estado viajando a América Latina desde hace 16 años y el desarrollo es evidente pero no es parejo. Hay más pobreza y más riqueza. La distribución es cada vez más injusta. Al mismo tiempo creo que se encuentra en una etapa de redefinir más claramente qué significa ser cristiano. En ese sentido, la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano tendrá un papel muy relevante en esta definición. Hasta ahora, ser cristiano en América Latina era algo casi automático. Y ya no lo va a ser. Desde mi punto de vista, desde Europa, creo que es un desarrollo sano. En vez de tener ese automatismo, es necesario reflexionar sobre cuál es nuestro compromiso en esta reunión de Aparecida.
–¿Tiene la Iglesia católica la capacidad para liderar este compromiso que debe existir entre la fe y la cultura?
–Daniela Frank: Yo creo que la fe cristiana tiene todas las posibilidades de insertarse en el ámbito cultural, que para mí es una de las grandes riquezas de la diversidad de la Iglesia católica. La Iglesia católica tiene una dimensión universal y eso se refleja en una diversidad muy grande, bajo el mismo techo. Ser cristiano en la India es algo muy distinto de serlo en Sudáfrica, de México, de Polonia, de Noruega. Como católicos, tenemos esta posibilidad de adaptar los valores comunes, la práctica común, la espiritualidad común en las generales de cada grupo. Tenemos ante nosotros el gran reto de reflexionar, de comunicar, de apoyar a la gente para que desarrolle una relación personal con Jesucristo, que es la base. Si no tienen las posibilidades de vivir una fe personalizada, se pierde todo.
–Esta es la fuerza, pero, concretamente, en América Latina, ¿cuáles son las debilidades a las que se enfrenta el cristianismo?
–Daniela Frank: Me parece, de manera muy general, que falta una cooperación más estrecha entre el clero y los laicos. Quizá se pueda tomar el modelo de Alemania o de Europa, donde existe una tradición muy fuerte del laicado en la Iglesia. Los laicos tienen una voz muy importante, tanto en la Iglesia como en la sociedad. Claro que hay que luchar para que esa voz se escuche. En muchos países de América Latina se da una identificación total de la Iglesia con el obispo, y esto no es justo ni para la Iglesia ni para el obispo.
–En él recaen todas las responsabilidades y todas las acciones…
–Daniela Frank: Y algo más derivado de esta tendencia es que, ser sacerdote en América Latina, califica para todo. En vez de respetar que para ciertas tareas se necesita un profesional, preferentemente laico. Ser sacerdote no califica para todo. Menos aún en el ámbito de la comunicación. ¿Por qué no trabajan más con las calificaciones especiales de los laicos, con su contexto profesional, familiar y social? Esto pasa en toda la Iglesia del mundo pero, para mí, este «clericalismo» en América Latina es más fuerte que en otros lados. La participación en la vida pública es el compromiso de los laicos, no de los clérigos.
–Según su experiencia, ¿se puede cambiar esta tendencia, por ejemplo, en el ámbito de la comunicación?
–Daniela Frank. Es un proceso de aprendizaje de ambos lados, tanto de parte de los clérigos como de los laicos. Los clérigos deben respetar la competencia específica de los laicos y los laicos tienen que reconocer su vocación como laicos y en vez de dejar todo lo que toca la fe a los sacerdotes, asumir nuestra responsabilidad de comunicar la fe a nuestros hijos y a la sociedad. Hay que hacer comunidad. Debemos empezar a hacer comunidad. Es muy fácil querer dejar todo al obispo: si ellos no comunican la fe cristiana, es su culpa y nada tiene que ver conmigo… Pero tenemos que caminar en sentido contrario. Tenemos que convencer a los que no están convencidos de que sí tiene sentido ser cristiano. Recordar que la responsabilidad de los cristianos en esta sociedad es el respeto al ser humano, a todo ser humano.
–¿Qué esperaría Europa de la Quinta Conferencia de CELAM?
–Daniela Frank: Se espera una Iglesia bien fundamentada, con una visión muy clara de cuál es nuestro papel como católicos en el contexto específico de América Latina. Aparecida de ser el centro de la fe católica en Brasil debe proyectarse como el foco de una Iglesia que, con una fuerte devoción mariana, deberá facilitar y acompañar el acceso de mucha gente a la fe cristiana.
–En el campo en el que usted es especialista, ¿cómo se está moviendo en el mundo la comunicación católica?
–Daniela Frank: Sin duda, hay mucha actividad en todos los ámbitos de la comunicación. Qui
zá falta un poco de claridad en qué queremos ser activos. Falta claridad sobre a quién queremos dirigirnos. Muchos piensan: «nosotros, como católicos, atraemos a todos», y no es posible. El mundo de la comunicación no es para todos; hay que reconocer (y respetar) que existen diferentes grupos de destinatarios: está la realidad de los jóvenes, de los indígenas, de los padres de familia, de los ancianos… Eso es algo que todavía tenemos que aprender. También tenemos que reflexionar sobre el tema del lenguaje: ¿cómo comunicamos? Para mí, un riesgo de la comunicación de la Iglesia es que nos limitamos a la comunicación interna. Pensamos que cada uno entiende nuestros mensajes, en vez de hacer el esfuerzo de pensar qué, a quién, cómo y a través de qué medio queremos comunicar.
–Déme un ejemplo, por favor…
–Daniela Frank. En el campo de la televisión, muchas de las televisoras católicas se limitan a la evangelización exclusiva, en canales obviamente católicos. Pero: ¿queremos comunicarnos por televisión con la gente a la cual podemos dirigirnos cada domingo en misa o es el medio para comunicarnos con un público más amplio, con la gente que ha sido bautizada pero que ha perdido el contacto con la Iglesia, o con gente que tiene otros problemas, otras preguntas? ¿Por qué no pensamos en ellos y no solamente comunicamos a los mismos? Este es el reto: tenemos que dedicar más atención a la comunicación pero, también, tenemos que desarrollar un concepto mucho más complejo y diverso de lo que es la comunicación católica.