ESTAMBUL, martes, 5, diciembre 2006 (ZENIT.org).- El mismo viernes, fecha en que finalizaba el viaje apostólico de Benedicto XVI a Turquía, desde el país el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede –el padre Federico Lombardi S.I.- hizo este balance de esas intensas cuatro jornadas en los micrófonos de «Radio Vaticana».
–¿Cuál es el balance global de este viaje?
–P. Lombardi: Evidentemente se trata de un balance extremadamente positivo. Un balance ciertamente superior a las que podían ser las expectativas, probablemente por parte del propio Papa y de sus colaboradores. Recuerdo que también en el pasado, cuando había viajes particularmente comprometidos, digamos también difíciles, como se suele decir, para Juan Pablo II, se apreciaba siempre el valor del Papa, quien los afrontaba con gran empuje y con gran fe, y siempre obteniendo resultados extraordinariamente superiores a cuanto se podía imaginar. Me parece que ha sucedido exactamente lo mismo ahora, con Benedicto XVI. Esto es muy bello y alentador, porque quiere decir que la fe y el valor de los Papas es premiado también al afrontar situaciones que presentan incertidumbres. Un balance extremadamente positivo en todas direcciones, por lo tanto: tanto en la relación con el pueblo turco y con el Estado turco, como en la relación con la religión musulmana, las relaciones ecuménicas con las demás confesiones cristianas y, finalmente, con el aliento para la comunidad católica local.
–Intentemos reflexionar sobre este viaje relatándolo en imágenes. Entre éstas ciertamente permanecerá indeleble la del Papa recogido en meditación en la Mezquita Azul. Un gesto que ha suscitado gran impresión…
–P. Lombardi: Diría que sí. Éste, efectivamente, es el momento que ha atraído más atención y en cierto sentido es también el que ha sido, tal vez, más novedoso y más inesperado respecto a pocas semanas atrás. Me parece que, pensando también en lo ocurrido en los meses anteriores –las discusiones o reacciones después de los malentendidos sobre el discurso de Ratisbona-, la visita a la Mezquita y el momento sucesivo de recogimiento han constituido aquel acto simbólico que, en cierto sentido, ha realizado y ha llevado a la conciencia común y también popular lo que las aclaraciones realizadas en palabras y en las distintas declaraciones propuestas por el Papa y sus colaboradores habían preparado en meses pasados. Pero hacía falta también y precisamente ese acto, aquel paso físico, ese momento de encuentro cordial con la sonrisa, con el corazón abierto, que demostrara y permitiera entender que las distancias estaban superadas y que el diálogo era algo real, profundo y sincero. Diría que, aparte del momento de recogimiento, también la cordialidad del diálogo con el Gran Muftí y con el Imán que acogían al Papa en la Mezquita ha sido un momento especialmente expresivo y feliz.
–Detengámonos en otra imagen fuerte del viaje: el abrazo de Benedicto XVI con Bartolomé I, señal de una cordialidad y, podríamos decir, de un afecto que parece alentar el camino ecuménico…
–P. Lombardi: Aquí se trata de un camino que continúa. Es un camino que el Papa Benedicto XVI ha situado desde el inicio, desde el primer día de su elección, entre las prioridades de su Pontificado. Diría que han sido muy significativas aquí, además de ese gesto, también las palabras pronunciadas por el Papa en el discurso durante la Divina Liturgia, al renovar aquella invitación valiente, profunda y cordial de Juan Pablo II a dialogar juntos, a buscar juntos las vías para definir este ministerio universal de Pedro al servicio de la unión de toda la Iglesia, e igualmente el deseo explícito de unidad que fue recalcado durante la homilía en la última Misa en la catedral católica de Estambul. El deseo apasionado de unidad dice que esta prioridad del Pontificado está verdaderamente muy presente y el abrazo con el Patriarca Bartolomé I y los abrazos de paz también con otros representantes ortodoxos y de las otras confesiones cristianas presentes en la Misa conclusiva del viaje son muy expresivos. Ha habido también ocasión, por parte del Patriarca Ecuménico, de tocar problemas concretos en los que la Iglesia ortodoxa pide la solidaridad, la amistad de la Iglesia católica en sus situaciones de dificultad. Se trata, por lo tanto, de un ecumenismo que debe proseguir: tanto desde el punto de vista de la profundización doctrinal, teológica y eclesiológica, como también desde el de la caridad concreta, cercanía y solidaridad por la misión de evangelización y testimonio cristiano en el mundo actual, en el que verdaderamente de ello hay mucha necesidad.
–En Éfeso y en la catedral del Espíritu Santo en Estambul, el encuentro intenso y hasta conmovedor, en momentos, con la pequeña comunidad católica de Turquía: el Papa en varias ocasiones, durante el viaje apostólico, ha pedido que se garantice la libertad religiosa. ¿Qué expectativas se pueden alimentar ahora?
–P. Lombardi: Ciertamente ha sido manifestada esta petición de la afirmación de la libertad religiosa, que de por sí está presente en la Constitución turca, pero con una interpretación de ella que, en la práctica, deja que desear a veces, creando dificultades. La afirmación del principio ha sido, por lo tanto, muy clara, y no sólo en los discursos, sino también en los coloquios celebrados con las distintas autoridades, tanto por parte del Papa como de sus colaboradores.
Ha habido también –en particular en el encuentro con el vice primer ministro- la propuesta concreta de instituir una comisión a nivel de gobierno y de representantes de la Iglesia para afrontar estos problemas concretos. En este sentido ha representado ciertamente un aliento para la vida de la comunidad católica, para su fe y entusiasmo, pero también una premisa de realizar pasos concretos de continuidad, de manera que las premisas planteadas por esta visita puedan desarrollarse y dar frutos. Uno de los puntos que me ha impresionado, sobre todo en la Misa conclusiva, ha sido el de la unidad y de la comunidad entre los diversos ritos. Había cuatro ritos diferentes de comunidades cristianas católicas que viven en Estambul y que manifestaron su variedad y su riqueza en la Liturgia de la mañana. Hubo, por lo tanto, también una invitación a la unidad, a la comunión de las riquezas, de las tradiciones y de las expresiones culturales dentro de la Iglesia católica. Una invitación cordial, ésta última, que ha llegado de esta reunión de oración en la que el Papa también hizo referencia explícita ayer más de una vez.
–Como es sabido, eran muchas las expectativas del viaje, acompañado también por algunas preocupaciones. ¿Se puede decir entonces, sin exagerar, que el Papa ha sabido conquistar a todos, tal vez más allá hasta de las expectativas?
–P. Lombardi: Diría que sí, y esto me parece un resultado extremadamente positivo. El viaje ha dado frutos en todas direcciones y esto ha mostrado que no había direcciones, entre sí, opuestas o divergentes o en competencia, sino que se puede construir en paz y que se pueden dar mensajes positivos para invitar a todos los de buena voluntad a colaborar y a construir una convivencia mejor. No querría olvidar, de hecho, los fuertes llamamientos por la paz en Oriente Medio, muy cercano de aquí –Turquía es, en cierto sentido, una nación de esta área geográfica-, que el Papa ha realizado en varias ocasiones alentando el compromiso de la comunidad internacional y, en especial, también de esta gran nación, a favor de la paz en esta región tan crítica.