ROMA, viernes, 8 diciembre 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI puso este viernes en manos de la Virgen María a las víctimas de una sociedad que sacrifica al hombre por otros fines e intereses.
Esta fue la invocación que pronunció en la tarde, a los pies de la estatua de la Inmaculada Concepción, en el tradicional homenaje floral que rindió con motivo de esta solemnidad en la céntrica plaza de España.
«Muestra que eres Madre especialmente de los más necesitados: de los indefensos, de los marginados y los excluidos, de las víctimas de una sociedad que con frecuencia sacrifica al hombre por otros fines e intereses», imploró.
En el brazo derecho de la estatua de la Virgen destacaba la corona de rosas blancas, que como sucede todos los años, fue colocada en la mañana por los bomberos de Roma.
El pontífice pidió a la Madre de Dios que la humanidad tenga «la valentía para decir “no” a los engaños del poder, del dinero, del placer; a las ganancias deshonestas, a la corrupción y a la hipocresía, al egoísmo y a la violencia».
«»No» al Maligno, príncipe mentiroso de este mundo. «Si» a Cristo, que destruye la potencia del mal con la omnipotencia del amor», pues, como explicó, «nosotros sabemos que sólo los corazones convertidos al Amor, que es Dios, pueden construir un futuro mejor para todos».
El Santo Padre elevó una petició a la Virgen para que vele por los ciudadanos de Roma, por Italia y por Europa «para que de las antiguas raíces cristianas los pueblos sepan tomar la linfa para construir su presente y su futuro».
«Muestra que eres Madre próvida y misericordiosa del mundo entero para que, respetando la dignidad humana y rechazando toda forma de violencia y de explotación, se sienten bases firmes para la civilización del amor», dijo.
El Pontífice llegó a la Plaza en un coche descapotable, de pie, saludando a las miles de personas que se echaron a las calles.
En el homenaje intervinieron la Coral de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y el conjunto barroco italiano Camerata Anxanum.
Esta imagen de la Virgen fue bendecida por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1857, tres años después de la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María. Desde entonces, se ha celebrado este homenaje floral, aunque quedó interrumpido durante los años en los que los Papas se vieron obligados a permanecer encerrados en el Vaticano, de 1870 a 1929.
Tras el homenaje, el Papa intercambió unas palabras con el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, y con los cardenales Camillo Ruini, obispo vicario de roma, Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, y con el alcalde de Roma, Walter Veltroni.
A continuación, dejó en coche la Plaza de España para visitar, como es costumbre en este día, la Basílica de Santa María la Mayor.