Ser cristiano en Tierra Santa: difícil pero necesaria vocación

Llamamiento del patriarca de Jerusalén a los cristianos de la región

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BELÉN, martes, 25 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Ser cristianos en la Tierra de Jesús es una «vocación» que hay que aceptar, «aunque sea difícil», exhorta el patriarca latino de Jerusalén a los fieles que se plantean abandonar la región.

En su homilía en la Misa de Nochebuena, en Belén, Su Beatitud Michel Sabbah afrontó uno de los riesgos para los creyentes en Cristo: «A vosotros, hermanos y hermanas, a cada uno de vosotros cristianos de esta tierra, tentados a emigrar, objeto de preocupación de todos, os digo ante todo aquello que Jesús nos dice: «No tengáis miedo»».

Se calculan en torno a diez mil los permisos concedidos para el acceso de peregrinos en Nochebuena a la «cuna de Jesús», a Belén, según la crónica que desde la ciudad difundió «Radio Vaticana». Para la solemne celebración se distribuyeron 2.500 pases.

En la iglesia de Santa Catalina -junto a la basílica de la Natividad– presidió la Eucaristía el patriarca de Jerusalén; concelebró el nuncio apostólico, monseñor Antonio Franco. Estuvo presente, como se previó, el presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abas, invitado a la Misa y a la cena de la comunidad franciscana junto a las autoridades religiosas y civiles.

Vocación de Tierra Santa

«Hace falta comprender la vocación universal de esta tierra», «la voluntad de Dios» sobre ella; «Él nos ha reunido a todos aquí con el correr de los siglos, judíos, cristianos, musulmanes y drusos, constituyendo hoy dos pueblos, palestino e israelí», subrayó en su homilía el patriarca Sabbah.

Si se comprende y acepta esta vocación universal, se acoge el plan de Dios para esta tierra, de forma que se puede «llegar a ser capaces de establecer aquí la paz», aclaró.

Ni exclusivismo, ni ocupación, ni sumisión de nadie, por lo tanto, «puede armonizarse con la vocación» de esta «Tierra de Dios», que, como recalcó el prelado, «no puede ser para unos tierra de vida y para otros tierra de muerte».

Advirtió igualmente de que ninguna religión puede invocar la violencia ni el extremismo, porque Dios es amor y «Él no es la tiranía de algunos que se dicen creyentes si bien no cumplen la voluntad de Dios, sino la suya propia, musulmanes, judíos o cristianos».

Árabe, alemán, inglés, francés, español e italiano son los idiomas en los que el Patriarcado Latino de Jerusalén ha difundido la homilía de Su Beatitud Michel Sabbah, que hace hincapié en el papel de los líderes religiosos en la formación de los creyentes.

Es necesario confirmar a estos «en las sendas de la justicia, del derecho, del perdón con la reclamación de los derechos, y de la colaboración con todos los hombres y las mujeres de buena voluntad», indica.

Papel del cristiano en Tierra de Jesús

Desde Belén, el patriarca de Jerusalén se dirigió a los cristianos de Tierra Santa y de todo Oriente Medio, pues la cuestión de su presencia es motivo de preocupación, tanto de Israel como de la Autoridad Palestina.

A su vez, «el rey Abdala II de Jordania desde hace años ha llamado la atención sobre la gravedad del éxodo de los cristianos árabes» –añadió el prelado–, «numerosas voces musulmanas se elevan, por todas partes, para llamar la atención sobre el vacío que crearía la salida de los cristianos en el mundo árabe musulmán», y el propio mundo cristiano contiene el aliento ante la eventual desaparición de los seguidores de Cristo en la región. De la mano de la reciente encíclica de Benedicto XVI «Spe salvi», el arzobispo Sabbah centra en la «esperanza» la característica del cristiano, «y tener una esperanza es tener un futuro».

Por eso -añadió en su homilía en Belén– «el cristiano no tiene derecho a tener miedo ni a huir de las dificultades», sino que debe «compartir las preocupaciones de todos, construir la paz con todos y aceptar los sacrificios».

A cuantos la dureza cotidiana les mueve a abandonar el lugar, el patriarca Sabbah exhorta: «Aquí tenéis un sitio y más que un sitio, tenéis una vocación: la de ser cristianos en la Tierra de Jesús».

«Llenos de esperanza, libres del miedo», «aceptad vuestra vocación, aunque sea difícil –invita–. Nuestra presencia aquí permanecerá como un testimonio de la vocación universal de esta tierra, Tierra de Dios, y tierra para las tres religiones y los dos pueblos que la habitan».

«Rogamos por todos nuestros gobernantes, para que perciban la justicia, regresen por los senderos de la paz y tengan el valor de darla a sus pueblos. A todo el mundo cristiano, desde Belén, os decimos: ¡Feliz y santa fiesta de Navidad!», concluye Su Beatitud Michel Sabbah.

Responsabilidad local y mundial

De acuerdo con el prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, el cardenal Leonardo Sandri, «la Iglesia católica es heredera de una responsabilidad especial hacia cuantos viven actualmente en Tierra Santa, porque desde el inicio de la Redención han vivido junto a la gran familia de todos los cristianos en las huellas del paso histórico de Su Señor».

Por eso, el mundo católico «debe comprometerse a cultivar la fantasía de la caridad cristiana, para que resuene siempre el anuncio de Navidad que partió de Tierra Santa», alerta.

En una entrevista publicada en «L’Osservatore Romano» –edición diaria italiana del 24-25 de diciembre de 2007–, el purpurado advierte de la situación en absoluto serena que viven los cristianos en Tierra Santa, que se traduce en el «irrefrenable flujo migratorio».

Los cristianos experimentan, además, una «doble minoría», explica: «se sienten minoritarios respecto a Israel porque en gran parte son palestinos, y dentro del propio pueblo palestino sufren por la escasez numérica y porque a veces se les tiene por exponentes de un mundo occidental hostil».

Así que «hay que asegurar» a los cristianos –«en lo concreto de las normales relaciones sociales, no sólo en los documentos oficiales»– «el derecho fundamental de la persona que es la libertad religiosa», «un derecho del individuo que hay que reclamar y defender como garantía para todos», indica el cardenal Sandri.

«Con realismo debemos afirmar que el futuro de Tierra Santa es inseparable de las instituciones religiosas presentes en el territorio y de los vínculos de solidaridad que aquellas logran establecer con el mundo entero», concluye.

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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