CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 2 abril 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI inauguró este miércoles el primer congreso mundial sobre la Divina Misericordia, presentándola como única esperanza para el ser humano.
En la misa de sufragio por el tercer aniversario de Juan Pablo II, presidida en la plaza de San Pedro, el Papa saludó a los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, que de los cinco continentes han venido para participar en este acontecimiento.
Juan Pablo II canonizó a la religiosa polaca Faustina Kowalska (1905-1938) en el año 2000, que como explicó su sucesor en su meditación se convirtió «por un misterioso designio divino en la mensajera profética de la Divina Misericordia».
En esa ocasión, el pontífice polaco estableció que el domingo posterior a Pascua fuera celebrado en la Iglesia como el Domingo de la Divina Misericordia.
La misericordia de Dios, dijo Benedicto XVI citando a Juan Pablo II, «es una clave de lectura privilegiada de su pontificado».
«Él quería que el mensaje del amor misericordioso de Dios alcanzara a todos los hombres y exhortaba a los fieles a ser sus testigos», subrayó, citando la homilía que pronunció en su último viaje a su tierra natal, en Cracovia-Lagiewniki, e17 de agosto de 2002.
«El siervo de Dios Juan Pablo II había conocido y vivido personalmente las terribles tragedias del siglo XX, y se preguntó durante mucho tiempo qué podría detener al avance del mal», alcaró.
«La respuesta sólo podía encontrarse en el amor de Dios. Sólo la Divina Misericordia, de hecho, es capaz de poner límites al mal; sólo el amor omnipotente de Dios puede derrotar la prepotencia de los malvados y el poder destructor del egoísmo y del odio».
«Por este motivo, durante su última visita a Polonia, al regresar a su tierra natal, dijo: «Fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre»», concluyó.
La primera sesión del congreso tuvo lugar esta tarde en la Basílica de San Juan de Letrán, catedral del obispo de Roma, ponencias del cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena –promotor de la iniciativa– ; así como del cardenal Camillo Ruini, obispo vicario del Papa para la diócesis de Roma; y del cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia, inseparable secretario de Juan Pablo II.
El programa no sólo prevé conferencias y encuentros litúrgicos y de oración, sino también de actividades de evangelización, en particular, una misión por las calles de Roma, que incluirá adoración en algunas iglesias y la disponibilidad para que las personas puedan recibir el sacramento de la Reconciliación.