«Misericordia», palabra clave en la relación de cristianos con musulmanes y judíos

El testimonio del cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyón

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ROMA, jueves, 3 abril 2008 (ZENIT.org).- El redescubrimiento de la Divina Misericordia, que promovió Juan Pablo II en su pontificado, es decisivo para la promoción del diálogo de los cristianos con los musulmanes y los judíos, considera el cardenal Philippe Barbarin.

El arzobispo de Lyón (Francia) afrontó el argumento al intervenir en el primer Congreso Apostólico Mundial sobre la Divina Misericordia, en la mañana de este jueves, en la Basílica de San Juan de Letrán.

Palabra clave en las relaciones con el pueblo judío

Se trata de un «tema de primer orden en nuestro diálogo con las de más religiones», aseguró, analizando en primer lugar las implicaciones que tiene con el pueblo judío.

 «Los judíos saben que han sido elegidos por Dios, en virtud del cumplimiento de una misión: ser servidores de la misericordia de Dios entre todas las naciones», dijo el primado de las Galias en su intervención en la catedral del obispo de Roma.

«Las razones de esta elección no se deben a las cualidades que les distinguen de otras naciones; éstas quedarán para siempre en el secreto de Dios. Pero esta elección da al pueblo judío un lugar particular y le impone una gran exigencia espiritual», reconoció.

«Para nosotros, cristianos, que heredamos la misión confiada al pueblo santo, por el bautismo, que nos hace miembros del cuerpo de Cristo, recibimos la «israelitica dignitas», debemos continuar con la obra del Buen Samaritano, que se inclinó ante la humanidad postrada a un lado del camino como un cadáver».

…Y con los creyentes musulmanes

El arzobispo de Lyón, ciudad que cuenta con una importante comunidad musulmana, sobre todo procedente de Argelia, también ilustró la importancia que tiene la visión de la Divina Misericordia en el diálogo con los creyentes en el islam.

«Impresiona ver que entre los 99 nombres divinos, los más utilizados son precisamente «el Muy Misericordioso» (Ar-Rahman) y el «Todo Misericordioso» (Ar-Rahim), siempre atribuidos a Alá –ilustró–. Estos dos nombres se repiten dos veces en la primera Sura del Corán (la Fatiha) que el musulmán repite 17 veces cada día durante sus cinco oraciones cotidianas».

A la luz de esta espiritualidad de fondo, propia de las religiones monoteístas, y a partir de la relación que el cardenal ha experimentado con la comunidad islámica en Lyón, concluyó: «constatamos que la noción de tolerancia, utilizada sin cesar a propósito del diálogo interreligioso, no tiene mucho sentido; hay que pasar de la tolerancia a la estima mutua, y si el Señor nos da la gracia, a la admiración».

Para explicar este sentimiento, citó «el shock interior» que experimentó el beato francés Charles de Foucauld (1858-1916) al ver «el fervor de los musulmanes». «Comprendió inmediatamente lo que había perdido al alejarse de la fe, y esto fue el inicio de su regreso a Cristo.

El cardenal llegó a esta convicción: «Tengo la convicción de que sólo una actitud interior humilde, en la que cada quien está atento a recibir todos los dones que Dios le quiere conceder, nos permitirá ser auténticos servidores de su Misericordia, servidores de la alegría en el corazón de los hombres».

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ZENIT Staff

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