La religión no es un mero asunto privado, alerta el Papa

Alienta a los obispos a quitar los obstáculos que impiden a los estadounidenses encontrarse con Dios

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WASHINGTON, jueves, 17 abril 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha alertado ante la tentación de tratar la religión como un asunto meramente privado, asegurando por el contrario que la fe constituye una contribución positiva para los diferentes aspectos de la vida.

Así lo explicó en el discurso que dirigió en la tarde de este miércoles a los obispos de los Estados Unidos en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción. En su intervención afrontó cuestiones candentes para la Iglesia en este país: desde la inmigración hasta la formación de los sacerdotes. Cuando concluyó el encuentro, los cardenales y obispos le cantaron «Happy Birthday», en el día en que cumplía 81 años.

El Santo Padre subrayó el papel central de los obispos preguntándose: «¿cómo, en el siglo XXI, puede un obispo cumplir del mejor modo posible el llamado a «renovarlo todo en Cristo, nuestra esperanza»? ¿Cómo puede guiar a su pueblo al «encuentro con el Dios vivo» ».

«Quizás necesita derribar ante todo algunas barreras que impiden este encuentro», siguió planteando. «Si bien es verdad que este país está marcado por un auténtico espíritu religioso, la sutil influencia del laicismo puede indicar sin embargo el modo en el que las personas permiten que la fe influya en sus propios comportamientos».

«¿Es acaso coherente profesar nuestra fe el domingo en el templo y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover intervenciones médicas contrarias a esta fe?», preguntó el Papa.

«¿Es quizás coherente para católicos practicantes ignorar o explotar a los pobres y marginados, promover comportamientos sexuales contrarios a la enseñanza moral católica, o adoptar posiciones que contradicen el derecho a la vida de cada ser humano desde su concepción hasta su muerte natural?», siguió interrogándose.

«Es necesario resistir a toda tendencia que considere la religión como un hecho privado. Sólo cuando la fe impregna cada aspecto de la vida, los cristianos se abren verdaderamente a la fuerza transformadora del Evangelio», afirmó.

Materialismo

Benedicto XVI siguió presentando otro obstáculo «para un encuentro con el Dios vivo» que experimentan los estadounidenses: «la sutil influencia del materialismo».

«Las personas necesitan hoy ser llamadas de nuevo al objetivo último de su existencia. Necesitan reconocer que en su interior hay una profunda sed de Dios. Necesitan tener la oportunidad de enriquecerse del pozo de su amor infinito».

«Es fácil ser atraídos por las posibilidades casi ilimitadas que la ciencia y la técnica nos ofrecen; es fácil cometer el error de creer que se puede conseguir con nuestros propios esfuerzos saciar las necesidades más profundas. Ésta es una ilusión. Sin Dios, el cual nos da lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar, nuestras vidas están realmente vacías».

Libertad sin límites

Otro obstáculo, según el Papa, es el exagerado énfasis en la libertad y en la autonomía de cada persona, haciendo que sea «fácil perder de vista nuestra dependencia de los demás, así como la responsabilidad que tenemos en las relaciones con ellos».

«Esta acentuación del individualismo ha influenciado incluso a la Iglesia, dando origen a una forma de piedad que a veces subraya nuestra relación privada con Dios en detrimento del llamado a ser miembros de una comunidad redimida», denunció.

«Si queremos tener verdaderamente fija la mirada hacia Él, fuente de nuestra alegría, tenemos que hacerlo como miembros del Pueblo de Dios. Si pareciera que esto va en contra de la cultura actual, sería sencillamente una nueva prueba de la urgente necesidad de una renovada evangelización de la cultura».

Verdad y vida pública

El pontífice alentó, por ello, a los obispos a dar prioridad a la educación y a participar en el debate público.

«En Estados Unidos, como en otras partes, hay actualmente muchas leyes ya en vigor o en discusión que suscitan preocupación desde el punto de vista de la moralidad, y la comunidad católica, bajo vuestra guía, debe ofrecer un testimonio claro y unitario sobre estas materias».

«No obstante, es más importante aún la apertura gradual de las mentes y de los corazones de la comunidad más amplia a la verdad moral: aquí hay todavía mucho por hacer. En este ámbito es crucial el papel de los fieles laicos para actuar como «levadura» en la sociedad».

«Sin embargo, no se debe dar por supuesto que todos los ciudadanos católicos piensen de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia sobre las cuestiones éticas fundamentales de hoy. Una vez más es vuestro deber procurar que la formación moral ofrecida a cada nivel de la vida eclesial refleje la auténtica enseñanza del Evangelio de la vida».

El papel de la familia

En este contexto, el obispo de Roma alentó la formación de las familias: «¿Cómo no sentirse desconcertados al observar la rápida decadencia de la familia como elemento básico de la Iglesia y de la sociedad? El divorcio y la infidelidad están aumentando, y muchos jóvenes hombres y mujeres deciden retrasar la boda o incluso evitarla completamente».

Y añadió: «Algunos jóvenes católicos consideran el vínculo sacramental del matrimonio poco distinto de una unión civil, o lo entienden incluso como un simple acuerdo para vivir con otra persona de modo informal y sin estabilidad. Como consecuencia se percibe una alarmante disminución de bodas católicas en Estados Unidos, junto con un aumento de convivencias en las que está simplemente ausente la recíproca autodonación de los novios a la manera de Cristo, mediante el sello de una promesa pública de vivir las exigencias de un compromiso indisoluble para toda la existencia».

«Es vuestro deber», dijo al concluir su discurso a los obispos, «proclamar con fuerza los argumentos de fe y de razón que hablan del instituto del matrimonio, entendido como compromiso para la vida entre un hombre y una mujer, abierto a la transmisión de la vida».

«Este mensaje debería resonar ante las personas de hoy, ya que es esencialmente un «sí» incondicional y sin reservas a la vida, un «sí» al amor y un «sí» a las aspiraciones del corazón de nuestra común humanidad, a la vez que nos esforzamos en realizar nuestro profundo deseo de intimidad con los demás y con el Señor», señaló.

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ZENIT Staff

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