El Papa reitera su llamamiento en defensa de la familia emigrante

Al recibir al dicasterio encargado de la pastoral de la movilidad humana

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 15 mayo 2008 (ZENIT.org).- La familia emigrante e itinerante también «constituye la célula originaria de la sociedad» y debe ser defendida «con valentía y paciencia», exhorta Benedicto XVI.

Consciente de que los desafíos que afronta la familia se multiplican en el ámbito de la movilidad humana, el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes está celebrando su 18ª sesión plenaria orientada a una pastoral renovada para cuantos viven en esta situación.

Al recibir este jueves a los participantes de la plenaria, el Papa les mostró un camino pastoral con el vínculo entre el Sacramento del Matrimonio y el Sacramento de la Eucaristía.

Cristo continúa transmitiendo su amor –«que vivió hasta la muerte, y muerte de Cruz»– a la Iglesia especialmente en la Eucaristía. «Es muy significativo al respecto que la liturgia prevea la celebración del Sacramento del Matrimonio en el corazón de la celebración Eucaristía. Con ello se señala el profundo vínculo que une los dos sacramentos», recalcó el Papa.

De ahí su exhortación a que los esposos, en su vida diaria, se inspiren «en el ejemplo de Cristo, que «amó a la Iglesia y dio su vida por ella» (Ef 5,25)» en un «supremo gesto de amor» que se hace vivo «en cada celebración Eucarística».

«Por ello, oportunamente, la pastoral familiar se remitirá a este dato sacramental como a su punto de referencia de importancia fundamental», pidió Benedicto XVI.

Y es que «quien acude a Misa encuentra en la Eucaristía un fortísimo reenvío a la propia familia, al propio matrimonio –subrayó–, y recibe el aliento para vivir la propia situación en perspectiva de fe, buscando en la gracia divina la fortaleza necesaria para lograrlo».

Por eso también el Santo Padre advierte de la necesidad de facilitar la celebración Eucarística para los emigrantes e itinerantes.

La solicitud cristiana por la movilidad humana «en su acción de acogida y de diálogo» debe tener igualmente, como «punto de referencia constante, la persona de Cristo», «quien dejó a sus discípulos una regla de oro para plantear la propia vida -expresó Benedicto XVI–: el mandamiento nuevo del amor».

Es motor además para avanzar hacia la «importante frontera para la nueva evangelización» que representa precisamente «la movilidad humana» «en el actual mundo globalizado», animó el Papa al dicasterio.

De la preocupación y atención eclesial por las personas en esta situación brindó diversos ejemplos Benedicto XVI en su discurso a cardenales, arzobispos y obispos, consultores y expertos de diversos países participantes en esta sesión plenaria.

Entre los más recientes, el propio aliento del Papa, en su viaje apostólico a los Estados Unidos, para que el país «prosiga en su empeño de acogida de los hermanos y hermanas que llegan, en general, de países pobres».

«He señalado en particular el grave problema de la reunificación familiar», recordó.

El Siervo de Dios Juan Pablo II también subrayaba el empeño eclesial no sólo por el emigrante, «sino también por su familia, comunidad de amor y factor de integración», apuntó su sucesor en la sede petrina.

«No hay que olvidar que la familia, también la emigrante e itinerante, constituye la célula originaria de la sociedad, que no hay que destruir, sino defender con valentía y paciencia -exhorta Benedicto XVI–. Representa la comunidad en la que, desde la infancia, se recibe formación para adorar y amar a Dios, aprendiendo la gramática de los valores humanos y morales y aprendiendo a hacer buen uso de la libertad en la verdad».

Pero «en no pocas situaciones esto sucede con dificultad –lamentó–, especialmente en el caso de quien se ve afectado por el fenómeno de la movilidad humana»

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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