CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 mayo 2008 (ZENIT.org).- La encíclica Humanae vitae, escrita por Pablo VI hace cuarenta años, es una profecía para nuestro tiempo, asegura un portavoz vaticano.
El padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha analizado el discurso que pronunció Benedicto XVI el 10 de mayo sobre aquel documento –que tanto debate suscitó–, en el marco de un congreso de la Universidad Lateranense.
El Santo Padre define la encíclica como fruto de «una decisión sufrida», «gesto de valentía al subrayar la continuidad de la doctrina y de la tradición de la Iglesia». Se trata de una enseñanza «no fácil», pero de «verdad inmutable»; con la distancia del tiempo se percibe la mirada de futuro «con la que se afrontó el problema».
«Sin dejarse dominar por la fascinación de la técnica, la Iglesia sigue contemplando el amor conyugal entre el hombre y la mujer como participación en la acción creadora de Dios mismo», explica el padre Lombardi en el editorial de Octava Dies, semanario del Centro Televisivo Vaticano del que también es director.
«Una mirada llena de respeto, atenta a aquello de misterioso y sorprendente que ocurre en la transmisión de la vida. Ciertamente la lógica de reciprocidad de acogida, de dominio de sí , de respeto del cónyuge, de espiritualidad y de responsabilidad, que caracteriza esta visión, puede parecer a años luz de esa ostentada separación de la sexualidad respecto a la responsabilidad, de esa «transformación de la sexualidad en droga», que hoy grita ante nosotros desde cualquier rincón de nuestras calles y ciudades, desde cualquier pantalla de nuestras televisiones y ordenadores», afirma el portavoz vaticano.
«Pero precisamente por esto la Humanae vitae es previsora. Con la valentía de palabras difíciles nos recuerda una verdad y una dignidad de la persona, de la vida y del amor, que con demasiada frecuencia se olvida».
Y la consecuencia no es una felicidad mayor, «sino ese «círculo de egoísmo asfixiante que -como dice el Papa- está siempre al acecho». En cambio «el amor y la razón juntas -añade el Papa Benedicto- pueden hacer algo grande». Sí: salvar el amor, hoy y mañana. Para todos», concluye.