BEIRUT/CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 26 mayo 2008 (ZENIT.org).- Líbano vuelve a ponerse en marcha acogiendo con satisfacción la elección -el domingo– de su nuevo presidente, Michel Suleiman, un paso del que así se hace eco en portada la última edición del diario de la Santa Sede.
El «durísimo choque entre mayoría y oposición» pospuso diecinueve veces la vocación para elegir al jefe de Estado, recuerda «L’Osservatore Romano» -edición en italiano de fecha 26-27 mayo 2008–. El sillón presidencial estaba vacante desde el pasado noviembre, al concluir el mandato de Emile Lahoud.
Tras la salida del gobierno de algunos ministros chiíes, se abrió en diciembre de 2006 una crisis que formalmente se cerró el pasado 21 de mayo, con el acuerdo alcanzado en Doha -gracias al auspicio de la Liga Árabe– entre la mayoría y la oposición libanesa, orientado a la elección de Suleiman, a la formación de un gobierno de unidad nacional y al cambio de la ley electoral.
Como también recoge el periódico, inmediatamente después de su elección Suleiman «ha pedido establecer relaciones diplomáticas con Siria sobre la base del ‘respeto recíproco de la soberanía y de las fronteras de cada país’ «, y «aunque no lo ha nombrado directamente, también se ha referido a Hezbolá, subrayando la necesidad de que el movimiento chií tenga un papel en la defensa del país».
Los principales gobiernos del mundo e instituciones internacionales han dado la bienvenida a la elección de Suleiman, considerándola un paso clave para la resolución de la crisis libanesa.
En la ceremonia participó el arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados -sección de la Secretaría de Estado–; el Patriarca de Antioquía de los Maronitas, el cardenal Nasrallah Pierre Sfei -de viaje en España–, ha manifestado la esperanza de que el mandato del nuevo presidente sea un período bendito para el país.
De los 127 parlamentarios presentes en la Asamblea nacional libanesa, 118 votaron a favor del general Suleiman -que simultáneamente abandona la jefatura de las Fuerzas Armadas– como nuevo presidente de Líbano; se contaron seis votos en blanco y tres por otros candidatos.
Por su parte «Radio Vaticana» lanzó este lunes el titular: «Líbano: la elección del presidente Suleiman aleja el espectro de la guerra civil».
Cristiano-maronita de 51 años, Suleiman ha tomado posesión hace unas horas del palacio presidencial de Baadba. Su próximo paso deberá ser el inicio de consultas para la elección del primer ministro, responsabilidad tradicionalmente desempeñada por un musulmán sunní.
La satisfacción del pueblo libanés por su nuevo presidente tiene dos razones principales, según declara a la emisora pontificia el obispo Béchara Raï -de Byblos de los Maronitas–: porque el país «no podía seguir adelante sin jefe de Estado, pues todo estaba paralizado», y porque «el presidente goza de gran estima en Líbano y en el exterior».
«Ha tenido consenso internacional, regional e interno precisamente por su postura neutral, no sólo últimamente, sino desde que estaba al frente del ejército libanés, nueve años atrás»; «siempre ha sabido mantener una posición de mediación con todos, y jamás se ha alineado con una sola parte», gestionando la situación «prudentemente en el curso de tantos sucesos que han puesto a prueba al ejército» el cual con facilidad puede dividirse pues «está formado por musulmanes, sunníes y chiíes», explica el prelado.
Entre los graves retos que tiene por delante Suleiman está «el problema de la mayoría y de la oposición, esto es, del conflicto entre sunníes y chiíes, si bien se trata de un conflicto en todo Oriente Medio que repercute en Líbano» -enuncia monseñor Béchara Raï–, el tema de «las armas de Hezbolá», «la formación del gobierno», «la deuda financiera», «la hemorragia de los jóvenes que abandonan el país».
Son todas cuestiones muy urgentes que debe afrontar el presidente. «Ciertamente no debe cargar él solo esta cruz, sino todos los libaneses», exhorta el obispo maronita.
«Asimismo la Iglesia tiene un gran papel que desempeñar para proseguir la obra de reconciliación en Líbano»; «debemos trabajar mucho para completar esta reconciliación política y seguir adelante con un país nuevo que sepa retomar su papel», concluye.
Por Marta Lago