SYDNEY, sábado, 19 julio 2008 (ZENIT.org).- El momento de la Jornada Mundial de la Juventud que más se parece a una peregrinación tuvo lugar este sábado, cuando unos 200 mil jóvenes se encaminaron hacia el hipódromo de Randwick, a 10 kilómetros de Sydney, donde tuvo lugar la gran vigilia presidida por Benedicto XVI.
El lugar más prestigioso para las carreras de caballos de Australia se convirtió así por un día en una catedral a cielo abierto, donde este domingo el Papa celebraría también la Eucaristía ante unas 500 mil personas.
Algunos de los peregrinos habían comenzado a caminar hacia el hipódromo desde primeras horas de la mañana. Entre los jóvenes, Zenit pudo ver a Morris Iemma, primer ministro del Estado de Nueva Gales del Sur, el más antiguo y poblado del país.
Hijo de un inmigrante comunista italiano, Iemma explicó a Zenit que «la Jornada Mundial de la Juventud ha sido un auténtico despertar, pues no creo que la gente realmente había comprendido de qué se trataba».
«Ha despertado a la gente para comprender el papel que puede desempeñar la fe y su impacto en la edificación del entendimiento y la paz, y ha sido un ejemplo para nosotros y el mundo del papel que la fe puede desempeñar para promover el bien», añadió.
El primer ministro aseguró que Sydney no quiere que el espíritu de la Jornada Mundial concluya este domingo.
El representante atribuye buena parte del éxito al mismo Papa. «Benedicto XVI dice que se ha sentido alentado por la acogida que ha recibido y ha quedado impresionado por la bienvenida y la organización, pero creo que esta acogida es un tributo a su éxito y a sus mensajes»
Y el mensaje está llegando. Lydia MacDonald, habitante de Sydney, de 19 años, reconoce que en un primer momento era escéptica y crítica ante el evento y ante las supuestas «incomodidades» que provocaría en la vida norma de los ciudadanos. Ahora se siente seducida por los ríos de peregrinos.
Afirma a Zenit: «Probablemente iré más frecuentemente a la iglesia, pues he visto ahora la energía que da una fe viva».
Según concluían su peregrinación a pie y afrontaban el último tramo antes de llegar al hipódromo, se generó un consenso entre los peregrinos: la marcha fue menos pesada y más alegre de lo que se habían imaginado.
Caminando con ellos en el puente Harbor, Zenit pudo ver al viceprimer ministro y ministro de Transporte, John Watkins, quien confesó su satisfacción por los resultados de los años de preparación que han implicado la Jornada.
«Con 125 mil visitantes internacionales, más 80 mil viajeros nacionales, más la participación de 300 mil habitantes de Sydney, ha sido una celebración cinco o seis veces más grande que la Noche Vieja, y además cada día», confiesa.
«Pero hemos recibido mucho de estas actividades y de la buena educación de los mismos peregrinos. Ha sido muy positivo para nuestra ciudad. Este acontecimiento ha cambiado la naturaleza de esta ciudad».
La policía local se hace eco de los sentimientos de Watkins: «Nunca he visto una muchedumbre como ésta, es incluso mejor que la muchedumbre de los Juegos Olímpicos», ha explicado a la prensa local Andrew Scipione, prefecto de Policía de Nueva Gales del Sur este sábado.
«Cientos de miles de jóvenes moviéndose por la ciudad, sin vivir bajo la influencia del alcohol y la droga, ha sido una experiencia maravillosa», confesa.
Cuando los peregrinos llegaban al hipódromo, pudieron ver siete pancartas que les motivaban en su marcha, cada una presentaba uno de los siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Al llegar lo primero que hacían era abrir sus mochilas para ver si habían traído suficiente ropa y mantas o plásticos aislantes para superar los 7 grados centígrados que deberían afrontar en esa noche bajo las estrellas, tras la vigilia con el Papa, preparación para la misa conclusiva de la mañana del domingo.
Por Catherine Smibert