El cristianismo no es una filosofía ni una moral, es un encuentro; aclara el Papa

Al rememorar la «conversión» de san Pablo

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 3 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- El cristianismo no es una filosofía o una moral, es un encuentro con Cristo; explicó Benedicto XVI este miércoles al ilustrar el momento central de la vida de san Pablo: su encuentro con Jesús en el camino de Damasco.

Continuando con la serie de catequesis sobre el apóstol de las gentes, en el Año Paulino que dura hasta el próximo mes de junio, el Papa revivió junto a miles de peregrinos congregados en el Aula Pablo VI el momento central de la vida de Saulo de Tarso.

Fue un auténtico giro en su vida, aclaró, «el Cristo resucitado aparece como una luz espléndida y habla a Saulo, transforma su pensamiento y su misma vida».

Sin embargo, señaló el obispo de Roma, «Pablo no interpreta nunca este momento como un hecho de conversión», pues «este giro de su vida, esta transformación de todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que vino desde fuera: no fue el fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo».

«No fue sencillamente una conversión, una maduración de su ‘yo’, sino que fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo Resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renovación de Pablo».

«Todos los análisis psicológicos no pueden aclarar ni resolver el problema. Solo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la llave para entender qué había sucedido: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquél que se había revelado y había hablado con él», añadió el Papa.

Esto significa que para los creyentes, «el cristianismo no es una filosofía nueva o una nueva moral. Sólo somos cristianos si encontramos a Cristo», explicó el pontífice.

El Papa explicó que este encuentro personal se realiza hoy «en la lectura de la Sagrada Escritura, en la oración, en la vida litúrgica de la Iglesia».

Sólo en este encuentro «podemos tocar el corazón de Cristo y sentir que Él toca el nuestro. Sólo en esta relación personal con Cristo, sólo en este encuentro con el Resucitado nos convertimos realmente en cristianos».

Muerte y resurrección

El Papa, tomando las dos fuentes del Nuevo Testamento que ilustran este acontecimiento (los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de San Pablo), explicó a los peregrinos la centralidad del encuentro con Cristo en la vida del Apóstol.

Más allá de los detalles del relato del Camino de Damasco, Benedicto XVI explicó que la llave es la aparición real del Resucitado.

«El esplendor del Resucitado le deja ciego: aparece también exteriormente lo que era la realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo. Y después su definitivo ‘sí’ a Cristo en el bautismo reabre de nuevo sus ojos, le hace ver realmente».

«Todos los análisis psicológicos no pueden aclarar ni resolver el problema. Solo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la llave para entender qué había sucedido: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquel que se había revelado y había hablado con él».

Pablo se siente siempre «elegido y enviado por el mismo Cristo, sin intermediarios», explica el Papa, pero siempre en comunión con toda la Iglesia.

«Pablo aprendió que, a pesar de la inmediatez de su relación con el Resucitado, debe entrar en la comunión de la Iglesia, debe hacerse bautizar, debe vivir en sintonía con los demás apóstoles. Sólo en esta comunión con todos él podrá ser un verdadero apóstol», añade.

Por último, el Papa explicó que esta experiencia del apóstol es la que le permitió integrar su tradición judía con el pensamiento y la filosofía pagana.

«Esto engrandeció su corazón, lo abrió a todos. En este momento no perdió cuanto había de bueno y de verdadero en su vida, en su heredad, sino que comprendió de forma nueva la sabiduría, la verdad, la profundidad de la ley y de los profetas, se apropió de ellos de modo nuevo».

«Al mismo tiempo, su razón se abrió a la sabiduría de los paganos; habiéndose abierto a Cristo con todo su corazón, fue capaz de entablar un diálogo amplio con todos, pudo hacerse todo con todos. Así realmente podía ser el apóstol de los paganos», concluyó Benedicto XVI.

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ZENIT Staff

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