CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 4 septiembre 2008 (ZENIT.org).- El criterio adoptado para declarar con certeza la muerte, «el cese completo e irreversible de toda actividad cerebral», debe ser «aplicado correctamente», ha recordado el portavoz de la Santa Sede.
El director de la Oficina de Información del Vaticano, el padre Federico Lombardi S.I., publicó este miércoles una aclaración tras el artículo aparecido en la edición de «L’Osservatore Romano» en italiano del 1 y 2 de septiembre, en italiano, sobre la cuestión de la muerte cerebral, firmado por la historiadora y periodista italiana Lucetta Scaraffia.
El padre Lombardi explica que el artículo es «una contribución interesante y de peso», pero aclara que «no puede considerarse como la posición del magisterio de la Iglesia».
De hecho, explica el sacerdote, la posición de la Santa Sede puede consultarse en el discurso que pronunció Juan Pablo II el 29 de agosto de 2000 al dirigirse a los participantes en el XVIII Congreso internacional de la Sociedad de trasplantes.
En esa ocasión, recuerda el padre Lombardi, el Papa afirmó que «se puede afirmar que el reciente criterio de certificación de la muerte antes mencionado, es decir, la cesación total e irreversible de toda actividad cerebral, si se aplica escrupulosamente, no parece en conflicto con los elementos esenciales de una correcta concepción antropológica».
El portavoz cita las consecuencias que sacó Juan Pablo II: «el agente sanitario que tenga la responsabilidad profesional de esa certificación puede basarse en ese criterio para llegar, en cada caso, a aquel grado de seguridad en el juicio ético que la doctrina moral califica con el término de ‘certeza moral’. Esta certeza moral es necesaria y suficiente para poder actuar de manera éticamente correcta».
«Así pues, sólo cuando exista esa certeza será moralmente legítimo iniciar los procedimientos técnicos necesarios para la extracción de los órganos para el trasplante, con el previo consentimiento informado del donante o de sus representantes legítimos», concluía el Papa, según ha recordado el padre Lombardi.
El artículo de Scaraffia publicado por «L’Osservatore Romano» conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la publicación del «informe de Harvard» que sustituía, como criterio de muerte clínica, la cesación cardiovascular por el electroencefalograma plano.
La autora evocaba nuevos elementos científicos, basándose en ejemplos, como el de las mujeres encinta en coma irreversible mantenidas «en vida» para permitir que continúen el embarazo hasta el nacimiento del hijo.
«El cuadragésimo aniversario de la nueva definición de la muerte cerebral parece la ocasión de reabrir la discusión tanto a nivel científico como en el seno de la Iglesia católica», sugiere Scaraffia.
Por Anita S. Bourdin