WASHINGTON, domingo, 28 septiembre 2008 (ZENIT.org).- A continuación publicamos la carta abierta del Caballero Supremo de los Caballeros de Colón, Carl Anderson, dirigida al senador Joe Biden, candidato a la vicepresidencia de los Estados Unidos. La carta se ha publicado a toda página en varios periódicos de ese país.
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Querido senador Biden:
Le escribo hoy como fiel católico, sobre un asunto que se ha convertido en un tema importante de preocupación en la campaña presidencial de este año.
Los obispos, que han hecho una manifestación pública ante sus afirmaciones sobre la postura histórica sobre el aborto, no están ni mucho menos solos. El senador Obama hizo hincapié en su identidad católica de forma repetida cuando le presentó como su candidato a la vicepresidencia, por lo que sus declaraciones tienen un peso considerable, sean correctas o no. Usted tiene ahora una responsabilidad única cuando hace declaraciones públicas sobre la enseñanza católica.
En Meet the Press de la NBC, usted apeló a los escritos del siglo XIII de Santo Tomás de Aquino para sembrar dudas sobre la enseñanza constante de la Iglesia católica sobre el aborto.
Esto plantea varios problemas.
Primero, Tomás tenía, obviamente, una comprensión medieval de la biología y, por ello, sólo podría especular sobre cómo se desarrolla un niño nacido en el vientre materno. Dudo que haya otra área de la política pública donde usted apelaría a los conocimientos de biología del siglo XIII como base para el derecho moderno.
Segundo, el punto de vista teológico de Tomás en cualquier caso enteramente concordante con la larga historia de enseñanza de la Iglesia católica en esta área, que sostiene que el aborto es un pecado grave que debe evitarse en cualquier etapa del embarazo.
Esta enseñanza se remonta en última instancia a la Didache, escrita en el siglo II. Se encuentra en los escritos de Tertuliano, Jerónimo, Agustín y Tomás, y ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II, que describía el aborto como «un crimen inefable» y sostenía que el derecho a la vida debe protegerse desde el «momento de la concepción». Esta constante enseñanza fue expuesta de nuevo recientemente el mes pasado en la respuesta de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos a las afirmaciones de la Portavoz del Congreso, Nancy Pelosi.
Las declaraciones que sugieren que nuestra Iglesia no ha mantenido una enseñanza constante sobre el aborto no son meramente incorrectas; pueden llevar a mujeres católicos que se enfrentan a embarazos críticos a malinterpretar la gravedad moral de la decisión de abortar.
No debería permitirse que una discusión sobre la comprensión medieval de los primeros días o semanas de la vida distrajera la atención de la parte que le queda de vida a un niño no nacido. En estos meses, incluso los médicos antiguos y medievales estaban de acuerdo de que el niño se desarrolla en el vientre materno.
Y como usted bien sabe, Roe v. Wade permite abortar en cualquier momento del embarazo. Aunque usted votó a favor de una prohibición parcial de los abortos, su apoyo incondicional a Roe es de hecho una aceptación de todos los demás abortos a largo plazo, por lo que es cuestionable que cite a Tomás.
Reconozco que tienen problemas con su conciencia respecto a este tema, y se ha dicho que usted acepta la enseñanza de la Iglesia de que la vida comienza en la concepción – como cuestión de fe. Pero la ciencia médica moderna no deja dudas sobre el hecho de que la vida de toda persona comienza en la concepción. No es un tema de creencias religiosas personales, sino de ciencia.
Finalmente, su desgana por llevar a la arena de la política pública sus puntos de vista de moral católica sobre el tema es preocupante.
Hubo varias notables ironías en su primera aparición como vicepresidente del senador Obama en las escaleras del viejo capitolio del estado en Sprigfield, Illinois.
Su elección como el primer estadounidense de color en ser nominado por un gran partido para presidente de los Estados Unidos tiene una deuda incalculable a dos movimientos que salieron adelante gracias a personas cuyas convicciones religiosas les motivaron para enfrentarse a los males morales de su época – el movimiento abolicionista del siglo XIX, y el movimiento de derechos civiles del siglo XX.
Su reunión en Springfield tuvo lugar a una milla más o menos de la tumba de Abraham Lincoln, quien en abril de 1859 escribió estas palabras a Henry Pierce: «Éste es un mundo de compensaciones; y quien no quiera ser esclavo, no debería consentir tener un esclavo. Quienes niegan la libertad a los demás, no la merecen para sí mismos; y bajo un Dios justo, no podrán retenerla por mucho».
Lincoln luchó contra la esclavitud en nombre de «un Dios justo» sin vergüenza o disculpas. Se enfrentó a una América en la que la ley no consideraba «personas» a los estadounidenses de color, y así no eran titulares de los derechos constitucionales fundamentales. Hoy, niños de todas las razas, que son plenamente viables, se les niega sólo a unos minutos de nacer el reconocimiento de «personas» debido al régimen Roe v. Wade que usted apoya con tanta fuerza. El razonamiento de Lincoln en cuanto a la esclavitud se aplica con igual fuerza a los niños que están a minutos, horas o días de su nacimiento.
Los fundadores estadounidenses comenzaron nuestra gran búsqueda nacional de la libertad al declarar que todos somos «creados iguales». Llevó casi un siglo transformar esa declaración en negrilla en una carta de derechos, y otros siglo más hacerla realidad. Los fundadores creyeron que «nuestro Creador nos ha dotado de ciertos derechos inalienables», y el primero de ellos es la «vida».
Usted tiene dos opciones: puede escuchar a su conciencia y trabajar por asegurar el derecho del no nacido a compartir los frutos de nuestra libertad arduamente ganada, o puede escoger darles la espalda.
En nombre del millón doscientos ochenta mil miembros de los Caballeros de Colón y sus familias en Estados Unidos, apelo a usted, como católico que reconoce que la vida comienza en la concepción, a que se resuelva a proteger este derecho inalienable. Me agradaría tener la oportunidad de discutir con más detalle y personalmente estos asuntos con usted durante las semanas que quedan hasta el 4 de noviembre.
Respetuosamente,
Carl A. Anderson
Caballero Supremo