PARÍS, viernes, 12 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció Benedicto XVI en la tarde de este viernes durante un breve encuentro con representantes de la comunidad judía en la nunciatura apostólica de París.

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 Queridos amigos, esta tarde os recibo con placer. Es una feliz circunstancia que nuestro encuentro se haya enmarcado en la vigilia de la celebración semanal del shabbat, el día que desde tiempos inmemoriales ocupa un lugar tan relevante en la vida religiosa y cultural del pueblo de Israel. Todo judío piadoso santifica el shabbat leyendo las Escrituras y recitando los salmos. Queridos amigos, vosotros lo sabéis, también la oración de Jesús se nutría de los salmos. Él acudía regularmente al Templo y a la sinagoga. Tomó allí la palabra el día del sábado. Quiso subrayar con qué bondad cuida Dios del hombre, también incluso en la organización del tiempo. ¿El Talmud Yoma (85b) no acaso: "El sábado os ha sido dado a vosotros, pero vosotros no habéis sido dados al sábado?". Cristo ha pedido al pueblo de la Alianza que reconozca siempre la inaudita grandeza y el amor del Creador de todos los hombres. Queridos amigos, con motivo de lo que nos une y por motivo de lo que nos separa, tenemos que vivir y fortalecer nuestra fraternidad. Y sabemos que los lazos de la fraternidad constituyen una invitación continua a conocerse mejor y a respetarse.

Por su misma naturaleza, la Iglesia católica se siente llamada a respetar la Alianza establecida por el Dios a Abraham, de Isaac y de Jacob. Ella se sitúa también, de hecho, en la Alianza eterna del Omnipotente, que no se arrepiente de sus designios, y respeta a los hijos de la Promesa, los hijos de la Alianza, como sus hermanos amados en la fe. Ella repite con fuerza, a través de mi voz, las palabras del gran Papa Pío XI, mi venerado predecesor: "Espiritualmente, nosotros somos semitas" (Alocución a peregrinos belgas, 6. 09. 1938). La Iglesia por ello se opone a toda forma de antisemitismo, del que no hay ninguna justificación teológica aceptable. El teólogo Henri de Lubac, en una hora "de tinieblas", como decía Pío XII (Summi Pontificatus, 20. 10. 1939), comprendió que ser antisemita significaba también ser anticristiano (Cf. Un nuevo frente religioso, publicado en 1942 en: Israel y la fe cristiana, p. 136). Una vez más siento el deber de rendir un conmovido homenaje a aquellos que han muerto injustamente y a aquellos que se han ocupado de que los nombres de las víctimas quedaran presentes en el recuerdo. ¡Dios no olvida!

No puedo dejar de reconocer, en una ocasión como ésta, el papel eminente que han tenido los hebreos de Francia para la edificación de la nación entera y su prestigiosa aportación a su patrimonio espiritual. Ellos han dado -y continúan dando- grandes figuras al mundo de la política, de la cultura y del arte. Hago votos respetuosos y llenos de afecto para cada uno de ellos e invoco con fervor sobre todas vuestras familias y todas vuestras comunidades una particular Bendición del Señor de los tiempos y de la historia. ¡Shabbat shalom!

[Traducción por Inma Álvarez

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]