CIUDAD DE MÉXICO, viernes, 16 enero 2008 (ZENIT.org).- Presentamos el texto de la intervención del padre Álvaro Corcuera, director general de los Legionarios de Cristo y del Movimiento «Regnum Christi», durante la mesa redonda celebrada el 14 de enero sobre «Organismos que ayudan a la familia en la formación de valores».
* * *
Eminentísimos señores cardenales, excelentísimos señores obispos, queridos sacerdotes, queridas familias y queridos amigos todos:
Es para mí una gracia singular poder estar aquí entre ustedes. Me corresponde presentar el tema de la formación de los valores cristianos dentro de la experiencia espiritual y apostólica del Regnum Christi.
El carisma específico del Regnum Christi es conocer, vivir y transmitir el amor misericordioso de Dios a todos los hombres. Propone una espiritualidad del amor de Dios. Este Movimiento nació en México y por ello participa en su espíritu de ese gran aprecio que la tradición mexicana tiene en relación con la familia.
Conscientes de que la familia está llamada a ser un reflejo del amor de Dios a los hombres y el amor de Cristo a su Iglesia, se nos presenta como un reto, como un maravilloso camino de santificación. Por lo mismo, buscamos que cada persona, que cada familia, establezca una relación de amor con Dios a partir de un encuentro personal y real con Jesucristo.
Esto lo hacemos ayudando a las familias a ser escuela de evangelización, a través de la educación, de la oración y del apostolado en familia.
Quisiera exponer brevemente cuáles son las acciones institucionales, externas de nuestro Movimiento a favor de la familia. Sin embargo, no debemos olvidar que la familia, como cualquier cristiano, se va forjando en el alma; allí deben crecer las virtudes y valores cristianos, de modo especial, las virtudes teologales.
I. Iniciativas del Movimiento Regnum Christi en favor de la familia
Como ustedes sabrán, el Movimiento Regnum Christi y la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo, que comparten un mismo carisma, nacieron, por voluntad divina, en México y por ello participan de ese gran aprecio que la tradición mexicana tiene en relación con la familia.
Desde su inicio en los años sesenta y setenta, el Regnum Christi comenzó a realizar obras apostólicas en favor de la familia. Estas iniciativas se podrían agrupar en grandes campos: los centros educativos y centros de formación cristiana para la niñez y la juventud, los centros de formación familiar (Familia Unida) y la acción apostólica Familia Misionera.
a) Centros educativos y Centros de formación para la niñez y la juventud
A través de los centros educativos de nivel superior, medio e inferior, con un alumnado global de unos 130.000 niños y jóvenes, tratamos de llevar a cabo una intensa pastoral familiar que comprende la educación cristiana integral de los hijos y de los padres, favoreciendo la integración familiar, el diálogo entre padres e hijos. Esto se lleva a cabo a través de conferencias, consultoría psicológica y pedagógica, retiros espirituales, jornadas de renovación matrimonial, convivencias padres e hijos, y ayuda sacerdotal y psicológica a familias en dificultad.
Una labor parecida se lleva a cabo en los clubes formativos para niños, adolescentes y jóvenes (que supera el millar) en los que el continuo contacto con los padres es fundamental para poder realizar una labor profunda en la educación de todos los miembros de la familia. Allí los jóvenes encuentran un ambiente de amistad, formación del carácter y sano esparcimiento que les capacita para la construcción de un mundo mejor.
b) Centros de formación integral de la familia (Familia Unida)
Estos centros de formación integral de la familia ofrecen programas específicos a los padres de familia sobre temas que conciernen la vida familiar según las orientaciones dadas por el Magisterio de la Iglesia. Estas actividades incluyen cursos prematrimoniales, charlas sobre el amor humano y la teología del cuerpo de Juan Pablo II, renovaciones matrimoniales, asesorías personalizadas, por pareja o en familia, retiros matrimoniales, asesoría psicológica, y cursos para la psicología evolutiva de los niños.
Estos centros suelen contar con un departamento o programa especializado sobre los métodos naturales de control de la natalidad de modo que los matrimonios cristianos puedan recurrir a aquellos métodos aprobados por la Iglesia, según la ley moral natural.
c) Sedes del Pontificio Instituto «Juan Pablo II» para el Estudio sobre Matrimonio y la Familia
Estas tres sedes, ubicadas en las ciudades de México D.F., de Guadalajara (Jalisco) y Monterrey dependen del Instituto central de la Universidad Lateranense en Roma. Su gestión está confiada a los Legionarios de Cristo. Este Instituto, querido por el Papa Juan Pablo II, ha sido también fuertemente recomendando por el Papa Benedicto XVI como un medio extraordinario para formar agentes de pastoral en el gran mundo de la familia. Estas tres sedes cuentan en total con 130 profesores y 1,200 alumnos.
e) Los programas Familia y Escuela de Padres
El programa Familia surgió de la iniciativa de un grupo de laicos del Regnum Christi conscientes de la importancia que tenía en su vida familiar y de pareja el conocimiento profundo, sistemático y detallado del Magisterio de la Iglesia. De este modo, se elaboraron unos subsidios pedagógicos y un método formativo que contempla el estudio de las principales encíclicas de los Sumos Pontífices.
La Escuela de Padres es un programa formativo que orienta a los padres de familia en su vocación específica a educar a sus hijos en los valores humanos y cristianos. Incluye una vasta temática que va desde los principios pedagógicos fundamentales y de antropología cristiana, a temas más concretos como psicología evolutiva, la formación de las facultades y de las virtudes, el valor cristiano de la sexualidad, especiales problemas de la adolescencia como el uso de drogas, las sectas y movimientos esotéricos, el uso adecuado de los medios de comunicación, etc.
g) Familia Misionera
Es una organización internacional en la que las familias, padres e hijos conjuntamente, se comprometen a realizar experiencias apostólicas de tipo misionero, dentro o fuera de su propio país. Esta experiencia se ha mostrado de gran eficacia como obra de testimonio de fe para los destinatarios y como cimiento de una ulterior unidad familiar y de crecimiento común en la fe. Desde 1993 se ha misionado en 30 países y han participado más de 20,000 familias. Junto con el programa de Familia Misionera contamos con una red de 300,000 voluntarios que promueven los valores humanos y familiares para la construcción de una civilización de justicia y amor.
II. La formación en las virtudes teologales
A través de éstas y otras acciones apostólicas que el Regnum Christi lleva a cabo a favor de la familia se pretende una formación integral, que abarque todos los ámbitos de la persona, para que la familia viva su vocación de ser, como decía Juan Pablo II, forjadora de la genealogía de la persona (cf. Carta a las familias, N. 9). Dentro de esta formación integral juegan un papel muy importante la formación en los valores humanos y cristianos, pero ahora quisiera detenerme especialmente en la formación específica en las virtudes teologales.
< p> Hay muchos servicios que se pueden y se deben prestar a la familia. Sin embargo, me parece justo que un movimiento de apostolado católico que quiere edificar la familia nunca pierda de vista lo esencial de la vida cristiana: El hecho de vivir de cara a Dios, en una estrecha relación con Él. Sabemos que las virtudes teologales son justamente esto, la manera propiamente cristiana de relacionarnos con Dios. Por esto son también la espina dorsal que mantiene unida y de pie la familia aunque falten muchas otras realidades. Y al revés, incluso en las mejores condiciones externas la familia cristiana no sobrevivirá sin la fe, la esperanza y la caridad.
Sabemos que las virtudes teologales de la fe la esperanza y la caridad son un don que todos los cristianos recibimos con el bautismo, a modo de semilla, que se debe educar y cultivar, especialmente en los primeros años, para que desarrolle toda su fuerza y dé fruto. Allí entra la labor que ahora describiré que busca fomentar el crecimiento de la virtudes teologales en el fecundo terreno de la familia.
A) La vida de fe
La familia es el ámbito natural donde el niño se abre a la fe. Desde el primer momento de su nacimiento la familia cristiana acoge al recién nacido como un don de Dios. Los padres, a medida que el niño va creciendo, van mostrando con su ejemplo de oración y de piedad, de amor mutuo, de caridad y de servicio los valores que caracterizan una familia cristiana. El niño vive todo esto con naturalidad y espontaneidad. Él mismo comienza a hacer los primeros gestos de fe, como la señal de la cruz, o a recitar las primeras oraciones vocales. Incluso comienza a pedir a los padres que recen con él antes de dormirse. De este modo la vida de fe va penetrando en su espíritu de un modo imperceptible, pero profundo. Esta fe vertebrará su vida futura, cuando tenga que hacer, ya de adulto, opciones más difíciles y delicadas.
Los padres son los primeros responsables de ser los educadores en la fe de sus propios hijos. Para servir a la familia en el campo de la fe hay que ayudar a los padres a descubrir y a asumir esta responsabilidad. La manera más natural y eficaz para lograrlo es la convivencia con otras familias donde ya se vive la fe con convicción y alegría. El ejemplo atrae y contagia y así surgen de manera espontanea las preguntas: ¿Cómo rezan ustedes con sus hijos? ¿Cuáles libros espirituales me recomiendan? ¿Cómo lo hacen para que los niños vayan a misa con gusto? etc.
B) La vida de esperanza
El Santo Padre Benedicto XVI nos recordaba en su segunda encíclica Spe salvi que sin esperanza no podemos afrontar el presente ni vivir con serenidad de cara al futuro (cf. N. 1). La esperanza cristiana nos pone en camino hacia nuestra meta suprema, Dios, en medio de las dificultades de la vida presente.
La familia también es el lugar espontáneo donde se aprende a vivir la esperanza. En la historia de una familia no faltan pequeñas o grandes dificultades que requieren de los padres una actitud de fundamental confianza en Dios, de optimismo de frente a la vida, de alegría en medio de la tribulación. Cuando el niño ve que sus padres viven de este modo las pruebas que el Señor quiera mandarles, cuando se da cuenta de que existe una actitud fundamental de confianza, de abandono, de esperanza en las promesas divinas, entonces ellos mismos, sin percibirlo, irán impregnando su misma psicología de una actitud de serenidad, de responsabilidad, de optimismo y de esfuerzo para superarse que van ligadas a la esperanza cristiana. Es también esta virtud la que abre al niño a las realidades últimas de la vida y la que le enseña el valor del tiempo de cara a la eternidad.
El Movimiento Regnum Christi busca estar al servicio de la esperanza de las familias por medio de una asistencia especial a las parejas en dificultades sosteniéndolas en la búsqueda paciente de la reconciliación. Por otra parte, muchas familias proyectan sus esperanzas superación en sus propios hijos y están dispuestos a asumir grandes sacrificios para que sus hijos «lo tengan mejor», puedan aprender y estudiar. Es una alegría especial visitar los colegios para familias de escasos recursos y constatar cómo se ponen allí los fundamentos sólidos para realizar los deseos de superación y las esperanzas de un futuro mejor para toda la familia o incluso todo un barrio.
Como medio concreto para vivir la esperanza, como he señalado para la fe, está en primer lugar la oración, a quien Santo Tomás llamaba la «Interpretativa spei», la intérprete de la esperanza (S. Th. II-II, 17, 4). La familia que ora aumenta la calidad de su esperanza.
C) La vida de caridad
La familia es también formadora de la caridad teologal. El precepto de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas y al prójimo como a sí mismo (Deuteronomio 6, 5) puede ser vivido en familia con total naturalidad. En la familia se comprende que Dios es Padre y que amarlo a Él es la mayor felicidad del hombre. También en el ámbito familiar, lugar del amor desinteresado, se aprende a superar el egoísmo que es el gran enemigo del amor. El ejemplo del amor de los padres, tanto entre sí como hacia los hijos, es el gran aliciente para que toda la familia viva en este clima de caridad que debe distinguir a los discípulos de Jesucristo. En las familias numerosas, de modo especial, se aprende la generosidad, pues los hijos se habitúan a compartir.
El Movimiento Regnum Christi, que vive su carisma espiritual centrado en el nuevo mandamiento de Jesucristo de amarse los unos a los otros como Cristo nos amó (Jn 13, 34), estimula a las familias a hacer del propio hogar una verdadera Iglesia doméstica en la que se viva con extrema coherencia el amor hacia al prójimo manifestado en pensamientos, palabras y obras.
A veces es la delicadeza del amor de los hijos la que ayuda a los padres a vivir con mayor amor sus relaciones esponsales. La familia en que reina la caridad cristiana es verdaderamente un paraíso en la tierra. Quien ha aprendido en el ámbito familiar a perdonar, a disculpar, a servir a los demás, a pensar bien, a hablar bien, a controlar las impaciencias, a ser positivo en todo, se encontrará preparado para vivir los retos que la caridad le imponga en otras esferas de la vida.
Conclusión
En las diversas obras apostólicas que el Movimiento Regnum Christi dedica a favor de la familia, sus miembros van forjando toda una amplia gama de valores, pero de modo muy especial van creando en ellos el hábito de vivir las virtudes teologales, como fundamento y pilar de la vida cristiana.
Los valores que no estuvieran asentados sobre las virtudes teologales, correrían el riesgo de desmoronarse fácilmente. Vivir la fe, la esperanza y la caridad. Éste es el gran desafío espiritual de las familias católicas. Si en ellas reinan estas virtudes, entonces la vida cristiana florecerá y dará numerosos frutos de santidad para la Iglesia y el mundo.
La Santísima Virgen María vivió de modo eminente cada una de las virtudes teologales. Que Ella sea ejemplo y guía para padres e hijos en su esfuerzo por ser hombres y mujeres que creen, esperan y aman y de este modo las familias cristianas se constituyan en verdaderos oasis de espiritualidad para poder construir la civilización del amor.