CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 enero 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el primer día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 18 de enero.
El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos. La base del texto ha sido redactada por un equipo de representantes ecuménicos de Corea.
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Las comunidades cristianas ante sus viejas y nuevas divisiones
Estarán unidas en tu mano
Ez 37, 15-19.22-24a
Uno en tu mano
Sal 103, 8-13 o 18
El Señor es misericordioso, benévolo y lleno de fidelidad
1 Co 3, 3-7.21-23
Hay entre vosotros celos y disputas …vosotros sois de Cristo
Jn 17, 17-21
Que todos sean uno… para que el mundo crea
Comentario
Los cristianos son llamados a ser los instrumentos del amor fiel y reconciliador de Dios en un mundo marcado por tantas separaciones y alienaciones. Bautizados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y profesando nuestra fe en Cristo crucificado y resucitado, somos un pueblo que pertenece a Cristo, pueblo llamado a ser el cuerpo de Cristo en y para el mundo. Por ello, Cristo oró por sus discípulos: que sean uno, para que el mundo crea.
Las divisiones entre los cristianos sobre cuestiones fundamentales de la fe y de la vida como discípulos de Cristo atentan gravemente contra nuestra capacidad de dar testimonio ante el mundo. En Corea, como en otros numerosos países, el Evangelio del Cristo ha sido anunciado por voces contradictorias que proclaman la Buena Noticia de maneras discordantes. A veces estamos tentados de considerar las divisiones actuales, y todos conflictos subyacentes que implican, como la herencia natural de nuestra historia cristiana más que ver allí una contradicción interna en el anuncio de que Dios reconcilió el mundo con Cristo.
La visión de Ezequiel de ambos trozos de madera sobre los cuales son inscritos los nombres de los reinos divididos del antiguo Israel y que vienen a estar en la mano de Dios, es una imagen muy fuerte del poder reconciliador de Dios para con su pueblo, sumergido en sus divisiones y que no puede hacer por sí mismo. Esta metáfora evoca muy bien la división de los cristianos y prefigura la fuente de toda reconciliación que está en el corazón de la proclamación cristiana. Sobre ambos trozos de madera que forman su cruz, el Señor de la historia repara las heridas y las divisiones de la humanidad. En el don total de sí mismo en la cruz, Jesús une el pecado del hombre con el amor fiel y redentor de Dios. Ser cristianos significa estar bautizados en esta muerte por la cual el Señor, en su misericordia infinita, graba los nombres de una humanidad herida en la madera de su cruz, uniéndonos a él y restableciendo así nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo.
La unidad cristiana es una comunión que se funda en nuestra pertenencia a Cristo y a Dios. Convirtiéndonos más a Cristo, nos descubrimos reconciliados por la fuerza del Espíritu Santo. Orar por la unidad cristiana, es reconocer nuestra confianza en Dios, es abrirnos totalmente al Espíritu. Junto a otros esfuerzos que cumplimos para promover la unidad de los cristianos -el diálogo, el testimonio común y la misión-, la oración por la unidad es un instrumento privilegiado por el cual el Espíritu Santo manifiesta al mundo nuestra reconciliación en Cristo, este mundo que vino a salvar.
Oración
Dios compasivo, tú nos amas y nos perdonas en Cristo, tú has querido reconciliar a todo el género humano en tu amor redentor. Mira con bondad a todos los que trabajan y oran por la unidad de las comunidades cristianas divididas. Danos ser hermanos y hermanas en tu amor. Que podamos ser uno, uno en tu mano. Amén.