CIUDAD DEL VATICANO, lunes 26 de enero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI afirmó hoy, en su discurso al nuevo embajador de Francia ante la Santa Sede, Stanislas Lefebvre de Laboulaye, el papel positivo que la religión, y particularmente el catolicismo, puede tener para la sociedad francesa.
Esta presencia «viva» del catolicismo en Francia, explicó el Papa, se puso de manifiesto en su pasado viaje de septiembre para el 150 aniversario de las apariciones de Lourdes.
En esta ocasión, los católicos «dieron testimonio de la capacidad de la fe para tener abierto pacíficamente el espacio de interioridad que existe en el hombre, y para reunir fraternal y gozosamente a grandes masas de hombres y mujeres tan distintos».
«Estos momentos han mostrado, si era necesario, que la comunidad católica es una de las fuerzas vivas de su país», afirmó el Papa.
En este sentido, afirmó que la Iglesia católica «ha comprendido bien y acogido con interés y satisfacción la propuesta de su Presidente de que la aportación de las grandes familias espirituales constituya para la vida de la Nación una «gran riqueza» en lugar de una «locura» que dejar pasar».
Especialmente, el Papa destacó la «gran contribución» que la Iglesia puede ofrecer al futuro debate sobre la reforma de las leyes sobre bioética, prevista para el próximo año, y en las que espera que se reconozca «el carácter intangible de toda vida humana».
«Los pastores de la Iglesia de Francia han trabajado mucho y están dispuestos a ofrecer su contribución de calidad al debate público que va a empezar», afirmó, y añadió que «los poderosos avances científicos deben estar siempre guiados por la preocupación de servir al bien y a la dignidad inalienable del hombre».
Se refirió también al diálogo interreligioso, poniendo de manifiesto el trabajo que la Iglesia francesa está llevando a cabo en este sentido, para «reunir las condiciones de un diálogo pacífico y permanente con todas las comunidades religiosas y todas las familias del pensamiento».
«Les agradezco sus desvelos para asegurar las bases de un diálogo intercultural e interreligioso donde las diferentes comunidades religiosas tengan la oportunidad de mostrar que son factores de paz», explicó el Papa.
Añadió que las religiones, al «reconocer el valor trascendente de todo ser humano, en lugar de enfrentar a los hombres unos contra otros, favorecen la conversión del corazón que lleva a un compromiso contra la violencia, el terrorismo o la guerra, y la promoción de la justicia y de la paz».
Sobre las actuales relaciones entre las autoridades francesas y la Iglesia, el Papa subrayó que «el deseo de la Iglesia es el de dar testimonio de Cristo poniéndose al servicio de todo hombre», y en este sentido mostró su satisfacción por el reciente acuerdo que reconocerá los diplomas librados por las Universidades pontificias y los Institutos católicos.
Este acuerdo, insistió, «valora la fuerte contribución, particularmente en el campo de la educación, de la Iglesia que manifiesta una preocupación por la formación de la juventud para que ésta adquiera las competencias técnicas adecuadas para ejercer sus capacidades en el futuro, y reciba también una formación que les haga vigilantes para afrontar la dimensión ética de toda responsabilidad».
Por último, el Papa se refirió a la actual crisis económica que afecta a todo el mundo, y auguró que las medidas que se pongan en marcha «tengan particular empeño en favorecer la cohesión social, en proteger a las poblaciones más frágiles».
Las actuales dificultades, añadió, «son una fuente penosa de inquietudes y de sufrimientos para muchos, pero también son una oportunidad para sanear los mecanismos financieros, para hacer progresar el funcionamiento de la economía hacia una preocupación más grande por el hombre y para reducir las formas antiguas y nuevas de pobreza».
Por Inma Álvarez