Meditando la Palabra de Dios con santos, escritores y literatos 

Entrevista con el autor David Amado 

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BARCELONA, lunes, 2 febrero 2009 (ZENIT.org).- La grandeza de las Escrituras es «que nos abren el corazón de Dios porque Dios quiere relacionarse con nosotros. Sin Jesús se caería en una ética o en una gnosis».

Con esta premisa, el sacerdote David Amado, de la archidiócesis de Barcelona, presenta la Palabra de Dios sirviéndose de comentarios de santos, papas, padres de la Iglesia, escritores… y el resultado es «Palabra de Dios para los domingos y fiestas», editado por San Pablo.

Las páginas de esta novedad editorial, siempre basadas en la lectura de la Palabra de Dios que la Iglesia ofrece cada domingo, son estímulo e invitación para la reflexión, la oración y la puesta en práctica del Evangelio.  

David Amado Fernández es sacerdote de la archidiócesis de Barcelona, en cuyo Instituto de Teología Espiritual es profesor. Es asimismo Director de la revista sonora «Aura» para invidentes y colabora en la revista mensual «Magnificat» y en la Universidad Abat Oliba CEU

–Santos, escritores, literatos… los comentarios a la Palabra de Dios son inagotables. ¿En qué se ha fijado usted para plasmar estos comentarios? 

–Amado: La Palabra de Dios es inagotable en su contenido y a pesar de los múltiples comentarios que existen y de la tradición viva de la Iglesia uno no deja de sorprenderse de las riquezas que pueden descubrirse.  

A mí me inspiran mucho los escritos de los santos Padres, no sólo en sus reflexiones concretas sobre textos determinados de la Escritura, sino, en general, su modo de leer la Biblia. También me parece que estoy influido por la lectura que, de algunos pasajes bíblicos, ha hecho Juan Pablo II. Pero, continuamente descubro, no sólo en autores espirituales, sino también en clásicos de la literatura o en estudios exegéticos interpretaciones muy sugerentes. 

En los comentarios que yo he escrito ha influido también el contexto. Estaban destinados a la edición española de la revista Magníficat y pensados como una ayuda para la comprensión orante de las lecturas dominicales. 

–El Sínodo de la Palabra ha sido exigente con el nivel de las homilías, que a veces no tienen nada que ver con la Palabra de Dios. ¿Qué debe tener, una buena homilía? 

–Amado: A mí me gusta que estén centradas en los textos bíblicos que se han proclamado en la celebración, o que aludan a la fiesta concreta. A veces las homilías responden a otras finalidades concretas y es más difícil aludir a los textos. 

Me parece que, como norma general, han de ayudar a comprender la Palabra que se ha proclamado para que pueda ser interiorizada por los fieles. Creo también que hay que evitar caer en el moralismo y procurar transmitir la fe de la Iglesia en toda su riqueza.  

–La Palabra de Dios es Jesucristo. Mucha gente piensa que el cristianismo es una «religión del libro», identificándola con la Biblia. ¿Cómo superar este obstáculo? 

–Amado: San Agustín dice, «no tenemos la posibilidad de palparlo, pero sí de leer». Y también es muy conocido el dicho de san Jerónimo de que quien desconoce las Escrituras desconoce a Jesucristo. Benedicto XVI ha señalado que el cristianismo consiste en el acontecimiento del encuentro con una persona. Esto es así. 

La Biblia nos sirve para conocer lo que Dios ha dicho de sí mismo y, por lo tanto, nos lleva a saber de Él para conocer cómo nos ama y poder corresponderle. La grandeza de las Escrituras es que nos abren el corazón de Dios porque Dios quiere relacionarse con nosotros. Sin Jesús se caería en una ética o en una gnosis. 

–Caridad y palabra de Dios están vinculadas. ¿Por qué muchas personas se quedan con la letra, olvidando el espíritu de esta, y la invitación a la acción? 

–Amado: Cuando acogemos con humildad y fe la Palabra de Dios ésta nos va transformando interiormente. 

San Agustín señalaba que la Sagrada Escritura se comprende a través de la vida de los santos.  

El mismo Espíritu Santo que inspiró la Biblia es el autor de nuestra santificación. La Palabra de Dios es viva y eficaz y, por lo mismo, nos transforma interiormente y nos dispone a vivir según lo que ahí se nos dice. 

Igualmente, la vida según el Evangelio, dispone para una mejor comprensión de las Escrituras. Si nuestra vida no cambia seguramente es por falta de docilidad y por pretender dominar las Escrituras en vez de permitir que ellas nos configuren a nosotros. 

Por Miriam Díez i Bosch

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ZENIT Staff

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