ROMA, domingo, 22 febrero 2009 (ZENIT.org).- Vuelve la censura; pero esta vez no contra la pornografía o las opiniones políticas impopulares, sino contra el cristianismo y las opiniones pro vida. Algunos casos recientes ponen de relieve esta tendencia a silenciar las opiniones impopulares.
Una enfermera baptista, Caroline Petrie, fue suspendida en el Centro de Atención Primaria de North Somerset por ofrecerse a rezar por una paciente, informó el 1 de febrero el Telegraph. El pasado diciembre, al atender a una paciente, Petrie se ofreció a rezar por ella.
La paciente no aceptó su ofrecimiento, y Petrie no insistió. Poco después Petrie era suspendida.
La paciente implicada, May Phippen, declaró al periódico Telegraph en un artículo publicado al día siguiente que no había expresado queja alguna sobre el ofrecimiento de Petrie y lo único que hizo fue mencionarlo a otra enfermera. Phippen también declaró que no quería que se despidiera a Petrie por el incidente.
El Christian Medical Fellowship afirmaba que la suspensión de Petrie significaba una discriminación religiosa, informaba el periódico Daily Mail el 3 de febrero.
El secretario general de la organización, Peter Saunders, declaró al periódico que había miles de trabajadores sanitarios cristianos, junto con personas de otros credos, y que la oración es una parte diaria y normal en sus vidas.
«Una cuidadosa investigación sobre si un paciente valoraría la oración puede formar parte con razón de la consulta médica, especialmente en el NHS (Servicio Nacional de Salud), puesto que algunos centros del NHS pagan actualmente a sanadores espirituales como parte de su equipo sanitario», afirmaba Saunders.
Como consecuencia de las amplias protestas y de la cobertura que los medios dieron a la suspensión, se dijo a Petrie que podía volver a su trabajo, informó el 5 de febrero la BBC.
«De todas las profesiones, la de enfermera es la más firmemente enraizada en la tradición cristiana», comentaba el obispo anglicano de Rochester, Michael Nazir-Ali, en un artículo de opinión sobre el tema en el Telegraph del 7 de febrero.
Desterrar la fe
«Las enfermeras no pueden rezar –observaba–, el credo no puede recitarse en los servicios cristianos por miedo a ofender a los no creyentes, los consejeros matrimoniales cristianos son retirados porque creen en el matrimonio cristiano y las agencias de adopción cristianas no pueden financiarse con dinero público porque creen que los hijos se crían mejor en una familia con una madre y un padre que les cuiden».
Duras palabras, pero cuya exactitud recibía confirmación por las noticias de algunos días después sobre el editor británico, Wiley-Blackwell, quien redujo a cuatro volúmenes, la Enciclopedia de la Civilización Cristiana, por ser demasiado cristiana.
La noticia de este episodio de quema de libros fue dada por Edward Feser, uno de los colaboradores de la enciclopedia, en un artículo publicado el 11 de febrero en el National Review Online.
La enciclopedia había sido revisada, editada y aprobada por el editor, luego impresa y lanzada formalmente, explicaba Feser.
Lo que ocurrió después, continuaba, fue que un pequeño grupo de eruditos protestó sobre el «excesivo» contenido cristiano. También pusieron objeciones a la utilización de términos cronológicos como antes de Cristo y después de Cristo, y quisieron más «equilibrio» añadiendo material que atacaba al cristianismo.
Las revelaciones sobre la destrucción de la enciclopedia pisaron los talones a las noticias sobre una madre de acogida, rechazada por un consejo de autoridades después de que una adolescente musulmana que cuidaba se convirtiera al cristianismo.
Esta madre de acogida ha cuidado a 80 niños en los últimos 10 años, declaró al periódico Daily Mail en un artículo el 7 de febrero. «Constituyen también todos mis ingresos», explicaba. «Soy sólo cuidadora, por lo que es lo único de lo que vivo».
La mujer insistía en que no había presionado a la chica de 16 años a convertirse. Según el Daily Mail, la chica se había interesado en el cristianismo después de que hubiera sido entregada en acogida.
La madre de acogida ha entablado acciones legales contra el consejo, con la ayuda del Christian Institute. Mike Judge, portavoz de la organización, declaró al periódico: «No puedo imaginar que madre de acogida atea fuese rechazada porque un niño cristiano hubiese dejado de creer en Dios».
Otro episodio de actuaciones selectivas en contra del cristianismo tuvo lugar el año pasado, cuando un sacerdote anglicano dejó de ser llamado para aparecer en la BBC, informaba el 14 de septiembre el periódico Telegraph.
El reverendo G. P. Taylor es el autor de «Shadowmancer», que fue el libro más vendido durante 15 semanas en el 2003. Había aparecido en algunos programas de la BBC, pero explicó: «Una vez que decidieron que yo estaba promoviendo el cristianismo en mis libros, me encontré la puerta cerrada».
«No se nos puede ver promoviendo el cristianismo», le dijo a Taylor un productor de la BBC, según el Telegraph.
Suspendidos los que defienden la vida
En Canadá, una organización que protestaba contra el aborto vio cómo sus estatus de club era suspendido el pasado 10 de febrero por el sindicato de estudiantes de la Universidad de Calgary, informaba el 11 de febrero el Calgary Herald.
Tras una audiencia que duró apenas 10 minutos, el comité de clubes tomó la decisión porque afirmaban que el club Campus Pro-Life violaba su política en su exposición sobre el Genocide Awareness Project. La decisión tiene como resultado una pérdida de acceso a instalaciones y a financiación.
El club había expuesto en el campus fotos gráficas de fetos abortados. La secretaria del club, Asia Strezynski, preguntó al sindicato de estudiantes qué política específica había violado la exposición, pero el comité no respondió a su pregunta.
Incluso antes de que se adoptara la decisión de suspender al club, la Asociación de Libertades Civiles Canadiense (CCLA) advirtió que negar su estatus a las organizaciones que protestan contra el aborto es una infracción de la libertad de expresión, informaba el Globe and Mail el 2 de febrero.
La CCLA envió una carta a la Federación Canadiense de Estudiantes, poniendo objeciones a la resolución de los sindicatos de estudiantes de negar financiación y espacio para oficinas a los grupos antiabortistas.
No es la primera vez que los grupos pro vida son censurados por los sindicatos de estudiantes de la universidades canadienses. Students for Bioethical Awareness se quejó por la cancelación de un debate público sobre el aborto, y también se le negó la utilización de las instalaciones universitarias, informaba el 27 de junio el National Post.
La cuestión de la financiación
En Estados Unidos, que no está ajeno a las disputas del papel de la religión en la vida pública, está bajo amenaza la financiación del gobierno a las actividades de caridad desarrolladas por la Iglesia católica.
La Unión de Libertades Civiles norteamericana archivó una queja de un tribunal federal de Boston, alegando que la Iglesia impone sus puntos de vista religiosos a las víctimas de tráfico de seres humanos, al no permitir que los fondos del gobierno se usen para anticonceptivos, condones y aborto, informaba el 12 de enero Associated Press.
La demanda afirma que el Departamento de Salud y Servicios Humanos, la fuente de los fondos, ha permitido a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos limitar sus servicios a los que le proporcionan sus subcontratistas.
Según Associated Press, la Conferencia Episcopal comenzó a administrar fondos en el 2006, usando a organizaciones de servicios sociales como subcontratistas para proporcionar los servicios.
«Seguiremos proporcionando por contrato aquellos servicios qu
e concuerden con nuestra creencia en la vida y en la dignidad de la persona humana», afirmaba en el artículo la hermana Mary Ann Walsh.
Una sociedad sanamente laica no ignora la dimensión espiritual y sus valores, recomendaba Benedicto XVI en su discurso del 8 de enero a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
La religión, afirmaba el Papa, «no es un obstáculo, sino más bien al contrario un fundamento sólido para la construcción de una sociedad más justa y libre». Una declaración que plantea la cuestión de qué clase de sociedad tendremos si se censura y se excluye al cristianismo.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado